domingo, 30 de enero de 2011

BOLETÍN

LA HORA DEL GRILLO


Repartir pobreza

Hay que repartir la pobreza. Es injusto que la acaparen toda los pobres. Los ricos también tienen derecho a ser redimidos por la pobreza. No es justo que estén condenados por siempre jamás a vivir esclavos de sus riquezas, siempre pendientes de que nadie se las quite, afanándose en aumentarlas, repartiendo migajas de ellas entre sus más fieles allegados para convertirlos en incondicionales servidores... No, no es justo. Los ricos también tienen derecho a vivir como seres humanos.

LHDG
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También en portada


Eva
María Elena Walsh
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Samuel Ruiz: “El pobre, primera razón de nuestra esperanza”
Carlos Ayala Ramírez
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Vacaciones
Claudia Rafael y Silvana Melo   
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La drogohipocresía
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Claudia Rafael    
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Rafael Fernando Navarro
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Silvana Melo   
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Respirar en los otros
Liliana Bodoc
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JPII, la beatificación ideológica
Domingo Riorda
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BORRAR.

Eva

María Elena Walsh


Calle Florida, túnel de flores podridas.
Y el pobrerío se quedo sin madre
llorando entre faroles sin crespones.
Llorando en cueros, para siempre, solos.

Sombríos machos de corbata negra
sufrían rencorosos por decreto
y el órgano por Radio del Estado
hizo durar a Dios un mes o dos.

Buenos Aires de niebla y de silencio.
El Barrio Norte tras las celosías
encargaba a Paris rayos de sol.
La cola interminable para verla
y los que maldecían por si acaso
no vayan esos cabecitas negras
a bienaventurar a una cualquiera.

Flores podridas para Cleopatra.
Y los grasitas con el corazón rajado,
rajado en serio. Huérfanos. Silencio.
Calles de invierno donde nadie pregona
El Líder, Democracia, La Razón.
Y Antonio Tormo calla "amémonos".

Un vendaval de luto obligatorio.
Escarapelas con coágulos negros.
El siglo nunca vio muerte mas muerte.
Pobrecitos rubíes, esmeraldas,
visones ofrendados por el pueblo,
sandalias de oro, sedas virreinales,
vacías, arrumbadas en la noche.
Y el odio entre paréntesis, rumiando
venganza en sótanos y con picana.

Y el amor y el dolor que eran de veras
gimiendo en el cordón de la vereda.
Lágrimas enjuagadas con harapos,
Madrecita de los Desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lagrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada mas que un gran castigo.
Se pintó la República de negro
mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para los gorilas
pero eso sí, solísima en la muerte.
Y el pueblo que lloraba para siempre
sin prever tu atroz peregrinaje.
Con mis ojos la vi, no me vendieron
esta leyenda, ni me la robaron.

Días de julio del 52
¿Qué importa donde estaba yo?


II

No descanses en paz, alza los brazos
no para el día del renunciamiento
sino para juntarte a las mujeres
con tu bandera redentora
lavada en pólvora, resucitando.

No sé quién fuiste, pero te jugaste.
Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo,
metiste a las mujeres en la historia
de prepo, arrebatando los micrófonos,
repartiendo venganzas y limosnas.
Bruta como un diamante en un chiquero
¿Quién va a tirarte la última piedra?

Quizás un día nos juntemos
para invocar tu insólito coraje.
Todas, las contreras, las idólatras,
las madres incesantes, las rameras,
las que te amaron, las que te maldijeron,
las que obedientes tiran hijos
a la basura de la guerra, todas
las que ahora en el mundo fraternizan
sublevándose contra la aniquilación.

Cuando los buitres te dejen tranquila
y huyas de las estampas y el ultraje
empezaremos a saber quién fuiste.
Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,
única reina que tuvimos, loca
que arrebató el poder a los soldados.

Cuando juntas las reas y las monjas
y las violadas en los teleteatros
y las que callan pero no consienten
arrebatemos la liberación
para no naufragar en espejitos
ni bañarnos para los ejecutivos.
Cuando hagamos escándalo y justicia
el tiempo habrá pasado en limpio
tu prepotencia y tu martirio, hermana.

Tener agallas, como vos tuviste,
fanática, leal, desenfrenada
en el candor de la beneficencia
pero la única que se dio el lujo
de coronarse por los sumergidos.
Agallas para hacer de nuevo el mundo.
Tener agallas para gritar basta
aunque nos amordacen con cañones.

Samuel Ruiz: “El pobre, primera razón de nuestra esperanza”

Carlos Ayala Ramírez


Esta frase es de Don Samuel Ruiz, Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, quien falleció el pasado lunes 24 de enero a causa de un daño obstructivo arterial. Don Samuel nació en 1924 en Irapuato, México; la mayoría de su vida residió en San Cristóbal de las Casas, lugar en el que fue nombrado obispo en 1959 a la edad de 35 años, y donde acogió las causas indígenas. En 1994, tras el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, fue nombrado miembro de la Comisión Nacional de Intermediación, puesto que dejó en 1996.

Don Samuel era uno de esos grandes obispos testigos de la fe cristiana del continente latinoamericano, de la talla de Monseñor Méndez Arceo, Monseñor Leónidas Proaño, Hélder Cámara, Juan Gerardi, Moseñor Romero, y Don Pedro Casaldáliga, entre otros. Varias veces estuvo en nuestro país solidarizándose con las luchas vinculadas al reconocimiento de los derechos humanos, e identificándose con la tradición martirial de nuestro pueblo. En uno de sus últimos escritos titulado “Mi biografía teológica”, sostiene que el pobre es la primera razón de nuestra esperanza, no en cuanto vive las situaciones de injusticia y opresión que le hacen pobre y le marginan, sino por la fortaleza y la determinación con que vive y enfrenta esas mismas situaciones, en lucha diaria por derrotarlas y revertirlas.

Cuando el Concilio Vaticano II habla del ministerio de los obispos, sostiene que estos deben anunciar el Evangelio de Cristo, llamando a los hombres y mujeres a la fe con la fortaleza del Espíritu, o confirmándolos en la fe viva. En cuanto santificadores el Concilio señala que éstos están obligados a dar ejemplo de santidad con la caridad, humildad y sencillez de vida. Y en el ejercicio de su ministerio de padre y pastor deben comportarse en medio de los suyos como quienes sirven, como pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por ellas (cfr. Christus Dominus 12-16). Don Samuel ciertamente fue un obispo de ese talante. Pero no sólo fue un maestro de la fe y un santificador de los fieles, sino también un profeta de la justicia y de la esperanza.

En su biografía teológica a la que hemos hecho referencia señala un conjunto de tareas de cara a propiciar nuevas realidades que hagan posible el advenimiento del Reino de Dios. Enunciamos algunas que son ya, parte de su legado:

“Trabajar incansablemente por establecer la justicia y el derecho en un nuevo orden mundial, para consolidar una paz inalterable y duradera, y así conjurar definitivamente el flagelo de la guerra; Continuar construyendo el nuevo modelo de unidad, con el respeto a las diferencias y a los derechos de los más pequeños, así en la sociedad, como en el seno de las diferentes confesiones religiosas; Apoyar las tareas de protección y conservación de la tierra, hogar común y herencia para las nuevas generaciones ; Participar, según el lugar que tenemos social y religiosamente, en la construcción de ese ‘otro mundo posible’; Colaborar con el Padre en esta Nueva Hora de Gracia: en su obra siempre creadora y siempre redentora, manifestada en esos brotes tiernos que prometen buenos y abundantes frutos”.

En suma, Don Samuel Ruiz nos deja la herencia de un obispo que ha sido testigo del Evangelio para la esperanza del mundo, especialmente, del mundo de los pobres; nos deja un legado de valiente opción por los pobres que le costó persecución  y muchos rechazos. Su misión estuvo movida a misericordia por el sufrimiento del pueblo indígena, como en otros tiempos lo hiciera Fray Bartolomé de las Casas. Tatic (padre en totzil), como lo llamaban los indígenas de su arquidiócesis, deja una tradición de lucha y esperanza que ha de seguir animando a los hombres y mujeres soñadores con el “mundo otro” necesario y posible.

http://alainet.org/active/43821


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Vacaciones

Claudia Rafael y Silvana Melo   


Desde las pantallas del televisor asoman rostros sonrientes y playas rebosantes. Los cronistas hablan de un 90 por ciento de ocupación hotelera y de un consumo que esboza un dejo de felicidad entre quienes apuestan su año entero a las ganancias que dejarán los turistas. Los informes especiales que se repiten cada año ante las cámaras detallan destinos más allá de las fronteras de estas geografías: las costas del Brasil, Uruguay, Caribe e, inclusive, Miami con gastos diarios de hospedaje y comida entre los 1500 y los 2000 dólares por persona.

Las arenas finas y cálidas de la meca argentina del poder económico desnudan pieles bronceadas y musculaturas trabajadas mientras en las calles van y vienen las niñas bonitas de la moda automovilística de gran portada: Jeeps Grand Cherokee, Chrysler PT Cruiser o la recientemente lanzada New Tucson de Hyundai. Pequeñas pinceladas de obscenidad que profundizan más y más el desequilibrio de esa balanza oculta y olvidada.

Sin saber ni poder siquiera pronunciar esas marcas de 4x4 deslumbrantes y representantes de la más cabal definición de pornografía, la vida se escurre en otros rincones.

Misiones, allí donde una semilla arrojada al viento multiplica los panes y eleva la vegetación a alturas inimaginables, donde los hormigueros parecen pequeñas montañas que asoman desde la tierra roja y los cítricos estallan rozagantes de vitalidad, hay –según estadísticas estrictamente oficiales- 6000 cachorros humanos desnutridos de los que mil tienen riesgo de vida. Y también según cifras del gobernador Maurice Closs –que suele mirar como tantos desde el pedestal que ofrecen los sillones del poder apenas una parte del dolor- murieron más de 200 chicos. Milagros Benítez, Héctor Rafael Díaz, Cristian Ortiz son algunos de sus nombres, para que nadie olvide. Para que la memoria -que suele ser engañosa y selectiva- no borre de un plumazo sus cortos días de primavera que terminaron precozmente en feroz crueldad. Aunque los tórridos días estivales, en donde la levedad suele ser deseo colectivo, no sean propicios para esa memoria.

Doscientos metros al sur pasan miles de jubilosos turistas argentinos todos los días, buscando playas brasileñas. Ahí no más, a pasos de la naciente del Pepirí Guazú, en la zona fronteriza, buscan una ardiente vacación aquellos que luego engordan el optimismo en los números oficiales. Que hablan de una migración histórica de afuera hacia dentro, de adentro hacia fuera y en los caminos intestinos de un país que florece con fragor. Pero en el que siguen muriéndose los niños a cachetadas de pobreza. Los dos países se chocan de repente y cuatro chicos que piden monedas a los turistas con un pie en la Argentina y otro pie en Brasil mueren absurdamente del lado vacacional. Cuando no soportaron más el calor de un verano terrible y saltaron la frontera entre Misiones Santa Catarina y accedieron a su modesto mar sin olas que se transformó en ciénaga. Un estanque formado en una obra en construcción, con suelo de barro brasileño que se chupa los pies. Y que se los tragó, como se traga la roja tierra misionera a sus niños rojos de sangre a la vista, de piel transparente, de huesos quebradizos. Mientras los millones de gentes  rebasan las playas y los boliches se pueblan de brillos por las noches, la exuberante, rica y bella Misiones no puede evitar que sus niños se mueran por falta de alimentos. En la país de la masiva migración interna y externa vacacional los niños que duermen en la calle y a los que les cae la moneda migaja del éxito ajeno se mueren en su humilde minuto de veraneo  en un pozo de barro del lado del Brasil.

No se entera nadie de lo que hay en esa frontera. Un pedacito de Misiones cubierta de serranías boscosas que superan los 800 metros. No llega ahí ni el Estado ni el gobernador del Hambre Cero. Tatiana Marisel y Fabián Lautaro Sosa, de 9 y 6 años, y Angélica y Beatriz Monzón, de 8 y 11, no lograron hacer pie en la tosquera. Casi les pareció natural. Su propia historia impuesta por origen, por piel, por nacimiento, por pobreza, los había condenado a no hacer pie en la vida jamás. Tan chiquitos y tan conscientes de que no había alternativas de costura de un porvenir cuando a los 9, a los 6, a los 11 la vida es sólo ahora, la moneda que cae de la mano, el calor arrasador en la calle de tierra, la nube de polvo que se pega en el pelo y un lugar para mojarse, por dios que ya no se respira.

Lejos, muy lejos de todos ellos, frágiles e inermes, otras pantallas con otros rostros anuncian recursos extra que el poder del Estado podrá manejar a discresión: 38.000 millones de dólares más en un año en el que octubre se va acercando con pasos de gigante. Pero que –cómo dudarlo- no derramarán paraísos en el barro cotidiano que pisan las Tatianas y las Milagros, porque los días de felicidad no están construidos para sus historias taladas a mansalva.

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=4944&Itemid=0


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La drogohipocresía

Susana Merino


El combate al narcotráfico, las guerras entre  narcotraficantes y las invasiones a países productores de plantas con contenidos alucinógenos con el pretexto de erradicarlas causan infinitamente muchas más muertes que las drogas mismas. Un drogadicto tendrá siempre la posibilidad de recuperarse, los muertos en combate no la tendrán jamás.

La noticia  de que se ha creado en Suiza una Comisión Global de Políticas sobre Drogas, integrada por varias personalidades europeas y latinoamericanas, uno de cuyos objetivos y tal vez el más importante es la despenalización de los usuarios parece ser un buen síntoma, algo así como la búsqueda de un antídoto que concluya con los más de cuarenta años de infructuosas luchas que solo han favorecido el desarrollo del comercio ilegal, puesto que según los miembros de dicha Comisión, los daños causados por la prohibición de las drogas en términos de corrupción, de violencia y de violación de los derechos humanos en muchos países supera con creces al provocado  por las drogas.

Siempre me he preguntado ¿cómo es posible que los EE.UU. con toda su maquinaria policial y militar, sus cuerpos de seguridad, su policía científica, su policía económica, sus sistemas de vigilancia, siga trasladando sus ofensivas a los países productores de insumos y no sea capaz de controlar la entrada de estupefacientes dentro de sus propias fronteras? y ¿cómo es que no resulta sospechoso que siendo uno de los más grandes consumidores del mundo sino el mayor, no logra detener las toneladas de drogas que seguramente ingresan diariamente al país y no precisamente  en “el bolsillo del caballero o en  la cartera de la dama” de los multitudinarios viajeros que transitan por sus aeropuertos?.

Aunque estos sí son controlados, me consta, en la más absurda e hipócrita demostración de control que pueda imaginarse. La explicación es muy simple y casi todo el mundo lo sabe pero falta coraje para ponerle el “cascabel al gato” Datos recientes dan fe de que solo en México el negocio de las drogas ilegales mueve 60 mil millones de dólares al año al que debe sumarse el de las armas contrabandeadas desde los EE.UU. para el sostenimiento de las guerras entre los patrones de la droga.

Por otra parte los saldos de muerte  contabilizados tan solo en la frontera norte de ese país, en el estado de Chihuahua, son escalofriantes. Solo en Ciudad Juárez se computaban 174 muertes en los 24 primeros días de este año, todas en el ámbito de las luchas entre los carteles de la droga.

En realidad todos los planes de lucha contra el narcotráfico ocultan no solo un inconmensurable negocio sino algo similar o más grave aún, un disfraz para la apropiación de los recursos naturales y el control de áreas estratégicas como la cuenca amazónica que trata de encubrir el Plan Colombia, inicialmente planteado con el objetivo de erradicar los cultivos ilícitos  pero cuyo carácter es inocultablemente militar como lo prueban las siete bases militares recientemente establecidas en el país.

Antonio Caballero un periodista y escritor colombiano exiliado en España por sus denuncias sobre  la presencia del narcotráfico en la vida social, militar, política, artística y religiosa de los colombianos, ha destacado siempre “lo ineficiente de la lucha en contra de las drogas, la doble moral de los países consumidores frente a los productores, la conveniencia de los primeros en mantener una guerra en contra de los narcotraficantes y la de la clase dirigente de los países productores al escudarse en este conflicto para mantener las desigualdades”.

Pero no solo en Colombia y en los países centroamericanos adonde se ha acrecentado la intervención yanqui con el mismo pretexto, sino también en el resto del Cono Sur, y especialmente en Perú y Bolivia, la intromisión de los EE.UU. en las políticas internas de los países, la firma de tratados de “cooperación” y de “asistencia” gira sobre el sensible tema del narcotráfico enarbolado siempre como un fantasmagórico enemigo de los pueblos que en realidad terminan siendo las víctimas propiciatorias de los mismos que se arrogan el derecho de combatirlo.

Los tentaculares alcances del imperio usamericano tampoco han perdonado a los productores asiáticos entre los que  Afganistán sigue siendo a pesar de los nueve o diez años de guerra el principal proveedor de opio y heroína del mundo. Provisión que no puede menos que contar, dada la extensión de los cultivos con el beneplácito y la interesada aquiescencia del invasor ya que curiosamente durante el régimen Talibán la producción de ambas  drogas  se había reducido considerablemente. Una información de la  Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), consigna que este año el área sembrada de adormidera o amapola ha aumentado en un 59%, habiendo totalizado 165 mil hectáreas contra 100 000  del año anterior.

 Es interesante señalar asimismo que para la producción de heroína y de morfina, otro opiáceo, se necesitan grandes cantidades de anhídrido de ácido acético que no se produce en Afganistán y del que el año pasado se importaron de China, India y Rusia, sin que se apercibieran las autoridades afganas, 10 mil toneladas de ese imprescindible precursor.

Xavier Caño Tamayo en un artículo titulado “La heroína como telón de fondo de la guerra de Afganistán” refería que “La elaboración y comercio ilegal de drogas, según la ONU, mueve cada año alrededor de 600.000 millones de dólares; una cantidad superior a la del comercio del petróleo, negocio boyante donde los haya”

Es decir que la plusvalía desproporcionada y corruptora que generan las drogas se acrecienta al estar prohibidas, haciendo disparar los precios  sin que se haya demostrado que ni la prohibición ni el incremento de precios contribuya  a la reducción de su consumo.

Como argumento bastante convincente, por otra parte, se menciona el fracaso de la Ley Seca en los EE.UU. que prohibía y castigaba la fabricación y la venta de bebidas alcohólicas y que tuvo que ser derogada en 1933 por su absoluta ineficacia y por haber generado  “una abrumadora corrupción, injusticia, hipocresía, creación de grandes cantidades de nuevos delincuentes y la fundación del crimen organizado".

Algo similar está pasando sin duda y lo que es más grave  a nivel mundial con el falso planteo de  como suele decirse “matar al mensajero” porque no otra cosa son los intermediarios, a menudo, los de menor envergadura que arriesgan sus propias vidas en luchas sin cuartel en las que raramente se hallan directamente involucrados los grandes ganadores.

Es evidente que los problemas pueden resolverse solo si previamente se analizan, se precisan en sus orígenes y se apunta a las raíces porque como en tantos otros como la criminalidad, la trata de personas, la corrupción es imposible desarraigarlas mientras no haya bases sólidas de desarrollo personal y condiciones de vida acordes con la irrenunciable dignidad humana. Todo lo demás será caldo de cultivo propicio para el crecimiento de la codicia, la ambición desmedida, el sometimiento de los más débiles, la manipulación de las voluntades, la destrucción en suma de los cimientos mismos de la sociedad.

Es hora de que abandonemos la droghipocresía o lo que es lo mismo  que dejemos de drogarnos con hipocresías!

http://desdemimisma.blogspot.com/2011/01/la-droghipocresia.html


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Clandestinos y esclavos

Claudia Rafael   


Cuando el joven Hamid dejó bien atrás su tierra magrebí, sintió que la riqueza entera del mundo estaría bajo sus pies. Las luces de las grandes ciudades lo cautivaban desde la lejanía, que intuía ya desde las cartas que su hermano Ahmed le enviaba desde una Francia exuberante y profusa que luego supo inexistente. No tardaría en cargar sobre sus hombros oscuros y su piel brillante de soles africanos la historia entera del mundo contra la que su rostro impactaría de lleno a poco de llegar.

Supo entonces que no hay un destino propio, con sueños de oropeles y deslumbrantes mañanas, para los desclasados. Eternamente portarán sobre su frente ancha la huella del origen que los hará fácilmente identificables allí donde lleguen como golondrinas que mutan de geografía en busca de trabajo que les dignifique los días.

No es simple llegar a la sádica conclusión de que la historia no es adversa sólo para Hamid. Golondrinas tercas arrinconadas a ese destino llegan de a millones a ese sexto continente que absorbe a todos los migrantes de la vida, que ya no reconocen su sitio de partida pero que jamás pertenecerán a su lugar de llegada. Golondrinas de pasaporte apátrida anclados eternamente en el país de la no dignidad.

Aristóteles definía que “la Tierra concibe por el Sol y de él queda preñada, dando a luz todos los años”. Imposible en su tiempo pergeñar la idea de trabajo productivo o, más aún, la de producción humana. El hombre –en una perspectiva absolutamente misógina- era capaz de reproducir ese vínculo del origen y obtener los frutos de la Tierra por el simple hecho de que el Sol la había fecundado: el buey y el arado, guiados por un sacerdote, aseguraban la fecundidad de la Madre Tierra hasta hacerla parir. Eso era la vida, ése era el proceso vital que aseguraba la reproducción sin los conceptos de acumulación de la riqueza de los que se apropiaría la humanidad siglos más tarde.

Hubo tiempos en que claramente el trabajo era sinónimo de esclavitud. Y bastaría bucear en su etimología, para comprender en profundidad. Trabajar: del latín, tripaliare. Derivada a su vez de tripalium, instrumento de tortura con el que se castigaba a los esclavos que no querían someterse.

No se ancló lejos de ese concepto el relato recogido por la Organización Internacional para las Migraciones por una víctima de trata para explotación laboral: “Un día por la radio escuché que un fabricante pedía costureros para su taller en Buenos Aires. En Santa Cruz (Bolivia), me entrevisté con una señora que me dijo que  pagaban un peso con cincuenta la prenda, con casa y comida. Ellos pagaban el traslado, y después me lo iban descontando. Mi pasaje salió 120 dólares. Viajamos mi mujer, yo, y unas seis personas más. De la terminal de micros de Retiro nos llevaron directo al taller, y el dueño se quedó con nuestros documentos. El taller tiene dos habitaciones bien grandes, con unas 15 máquinas. Allí trabajamos, comemos y vivimos todos, incluso hay gente con niños pequeños. Trabajamos de lunes a sábado al mediodía, desde las siete de la mañana hasta la una de la madrugada del día siguiente. Al que se cansa o quiere dormir, el dueño lo amenaza con no pagarle nada, con ´cagarlo a palos por vago´, o con denunciarlo a la policía para que lo deporten. Las puertas del taller están cerradas con llave, y la puerta de calle también. Ayer cuando le pedí lo que me debía, porque quería mandar plata a mi familia, me dijo que no me  debía nada, me gritó que si lo seguía jodiendo llamaba a los de migraciones y me agarró a las patadas; a mi señora también le pegó.”

A nivel mundial, la OIM estima que el 90 por ciento de las víctimas de trata son mujeres y niñas explotadas sexualmente. Y que las víctimas para explotación laboral –mujeres y hombres por igual- se ven obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud en talleres textiles, tareas rurales, bloqueras, servicio doméstico o pesqueras.

Cuando por estos días los medios masivos recordaron abruptamente la existencia de la explotación laboral reprodujeron testimonios que repetían “ni siquiera sabemos cuánto nos van a pagar la hora”, “ni siquiera sabemos cuántos días vamos a trabajar”, “ni siquiera sabemos cuándo vamos a volver” o “nos hacinaban en casillas de chapa, sin cuchetas, sin agua y cobrándonos cada centavo de la poca comida que nos daban”.

Pocas veces la palabra fue tan contundente a la hora de nombrar las tareas. No es casualidad, en un retorno al concepto aristotélico de la Tierra fecundada, que se llame desflore al trabajo de retirar una por una las flores de las plantas hembras para producir maiz para semilla. En ese trabajo manual de evitar la polinización de hembras entre sí, para que la planta macho fecunde y nazca la semilla híbrida necesaria para la producción.

Son –según las cifras estrictamente oficiales del Anses- 150.000 los trabajadores temporarios en la Argentina. La mayoría, en condiciones de tremenda exclusión. En Formosa, Mendoza, Salta, Misiones, Jujuy, Buenos Aires, Entre Ríos o el profundo Sur que en más de un 60 por ciento trabajan totalmente en negro. A expensas de la mano mandante de las grandes transnacionales que hacen pie en cada asentamiento a través de empresas intermediarias. Castigados con el tripalium si buscan alzar la cabeza, como los esclavos que osaban rebelarse al sometimiento de los marioneteros de todo poder. Amenazados con el regreso a sus propios desiertos de origen, allí donde la miseria es más honda aún y menos atisbadora de esperanzas.

El sociólogo de la Organización Internacional del Trabajo, Reinaldo Ledesma, definió que “a veces los mandan y los tienen ahí sin trabajar, y sin pagarles, esperando que salga la flor. Los sacan antes para tener asegurada la mano de obra cuando la necesiten y evitar que los contraten otras empresas”. A expensas absolutamente del sometimiento que permite la Ley 22.248 de la dictadura que avala la servidumbre laboral y que desde 1980 reemplazó al Estatuto del Peón de Campo de octubre de 1944, cuando se establecieron salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de abrigo, espacio e higiene en el alojamiento del trabajador.

Nidera, Monsanto, Pioneer, Donmario, Nuestra Huella son apenas algunos de los nombres de los manejadores de vidas a cambio de un salario mísero y un destino incierto. Donde organizaciones sindicales como la Uatre quedan vilmente asociadas a esa explotación y prolongan la agonía.

“Con hambre no se puede pensar, con hambre no se puede trabajar, antes del medio día, señor Gobernador, en los yerbales el hambre se siente tanto que nos cuesta el doble o el triple juntar el raído. De hambre nos estamos enfermando y muriendo”, recordábamos hace poco en estas páginas que decían los tareferos al gobernador Maurice Closs.

Después de todo, como dice Galeano, el mundo es una gran paradoja que gira en el universo. A este paso, de aquí a poco los propietarios del planeta prohibirán el hambre y la sed, para que no falten el pan ni el agua.

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=4959&Itemid=0


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La inocencia de los santos

Rafael Fernando Navarro


En mi niñez la santidad era otra cosa. Los santos vivían en el extrarradio del mundo.  Contaban de algunos que  se habían negado a alimentarse con el pecho materno para no contaminarse con la carne siempre pecadora de la mujer. Eran muchos los que morían sin haber mirado nunca un rostro femenino, ni siquiera el materno. Y las mujeres santas jamás conocieron varón. Lo masculino era ocasión de pecado para ellas. Era una santidad blanca, de gorettis y teresitas de Lisieu, de bendita sea tu pureza y eternamente lo sea. Junto a Papas opulentos de tiaras coronados había hombres de boina y mujeres de delantal sopero.

Hoy los santos son otra cosa. Viajan en AVE, Concorde, coches blindados, con escolta policial, con reyes y mandatarios de rodillas besando anillos. No hay obreros de la Fiat ni empleadas de hogar.  Si acaso alguno, como para despistar.

Häring, Congar, Küng, Pagola, José María Castillo, Arregui están excluidos de sus cátedras. Pusieron su esfuerzo creador al servicio del evangelio, indagando caminos nuevos, acercando la cruz al hambre, haciendo del hombre Jesús una projimidad en la construcción de un mundo más humano, más libre, más justo. Pero estorbaban a los Bertones, los Cañizares, los Roucos, los Ratzinger. Acercaron la teología a la humanidad, a sus preocupaciones, a sus aspiraciones de dignidad. Dicen los apologetas de Benedicto XVI que el Papa actual es un gran teólogo. Simplemente, no. Es más bien un conocedor de la historia de la teología. El teólogo auténtico, como cualquiera que destaca en su disciplina, es un creador, un poeta. Ratzinger es un repetidor y eso no da estatura  intelectual.

¿Habrá que decir algo sobre la teología de la liberación?  Siempre se me antojó un pleonasmo esa superposición terminológica. ¿Es posible una teología que no sea liberación?  No. Pero es más cómoda esa otra pseudo elaboración por opiácea, por anestesiante, por alienante. Y en esa estamos. Condenemos el sexo, excluyamos a la mujer, anatematicemos la dignidad de la muerte, prioricemos la misa dominical sobre el amor comprometido, disfrutemos de recibimientos apoteósicos de papas viajeros, encumbremos a balagueres-opus-argüellos ajenos al preservativo, al amor homosexual y hagamos del derecho canónico un sustituto amortajado del evangelio vivo. Es más productivo el dios-castigador que esparce sida, resignación en lugar de justicia, conformidad en lugar de rebelión.

Pronto Polonia de fiesta. Gloria de Bernini escalada por el hombre que nos vino del comunismo decrépito del Este. Deportista, dijeron. Atleta, dijeron. Robusta figura. Guapo, incluso.  Viajero sobre todo. Kilómetros de nubes blancas, ruedas de prensa de altura, condenas sin paracaídas sobre Cardenal ministro-poeta nicaragüense. Amigo de sus amigos (qué frase más anticristiana), de Balaguer-Opus, de Maciel-Legionarios, de neocatecumenales-Argüello.

Pronto Polonia de fiesta. Gloria de Bernini en la gloria, ocultando el Vaticano II, constriñendo libertades, segando iniciativas de la ciencia, de la investigación, de avances humanos y humanizantes. Juan Pablo II inquisidor también, Ottaviani de otros tiempos, Cañizares actual, Rouco contemporáneo, Camino-Obispo vigente. Juan Pablo II olvidado de Monseñor Romero, de Casaldáliga, de Helder Camara,  de Obispos perseguidos por dictaduras argentinas, chilenas. Encumbrando mártires de la cruzada española, de caudillos victoriosos, santas camisas azules. Sin condenar a los que condenaron, los tiros de gracia, los olvidos sacrílegos. Pero santo casi a partir de Mayo, junto a un Dios extraño, entre vírgenes por los siglos de los siglos, entre santos que nunca miraron el rostro de sus madres, que nunca bebieron la hermosura de la leche femenina, que nunca sintieron el escalofrío del beso.

Son los santos de siempre, los que condenaron el mundo porque nunca lo amaron, los que vivieron una sobrenaturalidad porque nunca tuvieron el coraje de ejercer en el descampado de la duda, sin más palio que las estrellas, sin más refugio que la intemperie. Los que siempre fueron de la mano de Dios porque no tuvieron la elegancia de pasear la vida abrazada por la cintura.

La misma santidad expatriada de mi niñez. Superpuesta, no albergada en los adentros de la existencia. A lo mejor es que sólo soy un niño.

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Dios, Exú y la furia del capitalismo

Silvana Melo    


Hasta la casa de Poço Fundo, donde Tom Jobin se encerraba para componer, se llevaron los deslaves. Cuando se despierta en sus iras espasmódicas, la naturaleza libre de frenos arrasa por el costado de lo vulnerable. No hay registro más crudo y preciso de los desamparos sociales históricos que un estallido de furia natural. Nadie pudo contar todavía los muertos en Haití cuando hace un año la tierra se tragó a un país con pies de cartón mojado y millones de habitantes de una negritud otrora libertaria, castigada con la hambruna eterna por su osadía.

Brasil es un ícono en el mundo. Se eleva en el pináculo de los más ricos. Y se hunde en el infierno de los más injustos. De la pobreza más pobre, de la marginalidad más al margen, de la muerte más violenta. La parafernalia carioca de carnaval y samba, de alegría desbordada en sudor y alcohol, de playa cosmopolita, rica y turista se incrusta brutalmente en las favelas alimentadas desde hace tres siglos por la esclavitud africana, sus hijos y sucesores, es decir, todos aquellos que no tuvieron lugar en el engranaje del capitalismo desaforado. Aquel al que Lula intentó maquillar de rostro humano aun sabiendo –porque lo sabe o lo supo- que el capitalismo es perverso en su médula. Y esa máscara no pasa los límites del sambódromo.

Los aluviones de barro y agua que se llevaron los pueblitos asentados en los morros no hicieron más que lo previsible. Cualquiera sabía que en esa zona la lluvia es airada y violenta y que a las casitas obreras las desarmaba apenas un suspiro del lobo feroz.

Seiscientos muertos que serán ochocientos o mil. Quién sabe. Llegará un momento, como en Haití, en que nadie más contará. O se detendrá el conteo por decreto como lo hizo el inefable Alan García en su propio terremoto de Pisco.

La perversidad del abandono sistémico pone en aprietos a la propia naturaleza y la convierte en cómplice de las políticas de extirpación de lo que fastidia. En una mecánica odontológica, los pobres se arrancan como las muelas que duelen. Si no lo hace la Unidad de Policía Pacificadora –triste paradoja si las hay: la policía carioca es la más homicida del mundo- o el ejército y los tanques de Luis Inacio Lula Da Silva en el Alemao, lo hacen los deslaves de enero. Los aluviones atroces que se adelantaron a las Aguas de Marzo a las que les cantó Jobim, escribiendo palabra y nota en la casita de Poço Fundo. Mientras llovía y llovía.

Teresópolis o Nueva Friburgo, ciudades dentro del estado de Río de Janeiro, florecieron en desarrollos industriales que generaron la migración interna de millones de pobres y desocupados. Se instalaron armando sus casitas en los morros, como pequeñas favelas alrededor de la abundancia. El intento de conciliación de las clases -te doy trabajo y te integro a cambio de que soportes que te explote- es la legitimación de la desigualdad y está marcado de sangre y muerte. Y la inundación aluvional lo desnudó con crudeza.

Con el ingrediente inevitable de la ausencia estatal, hombres y mujeres desfallecientes cargan alimentos y agua en sus espaldas para acercarlos a sus niños, miles de huérfanos lloran en los hospitales, centenares de ataúdes se abren a la espera de los privilegiados que tienen cuerpo presente, decenas de camiones frigoríficos se atestan de cadáveres y los desesperados entierran a sus muertos por terror a que sus padres y sus hijos vuelvan a la vida en pestes irrefrenables.

El propio nombre de Río de Janeiro nace como paradoja. André Gonçalves llegó a la bahía de Guanabara un 20 de enero de 1502, confundió las aguas saladas con dulces y llamó a la tierra puesta a sus pies Río de Enero. La mixtura entre la colonización portuguesa y el monumental tráfico de esclavos puso desde los orígenes las cosas en su lugar: la oligarquía de plantadores y comerciantes tomó las mejores y más altas tierras y el resto quedó a sus pies. En los amaneceres del siglo XVIII Río florecía: la riqueza minera explotó y aparecieron las catedrales y las fincas opulentas. En las zonas bajas, la esclavitud africana, los mulatos, la mano de obra bruta y analfabeta que se hacinó por los palos de la exclusión. Las vírgenes y los jesuses se mezclaron con el umbanda y el candomblé y el culto a los orixás y el sincretismo fue en la fe y en la piel. Pero los confinados al abajo más abajo jamás pudieron trepar un par de escalones sociales sin que el poder concentrado los re-lanzara al abismo. El Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA) dibuja la inequidad en un gráfico de barras: el 75 por ciento de toda la riqueza del país está concentrado en manos del 10 por ciento más rico.

La Rocinha -la favela más pobre y más violenta- era parte, como el Pan de Azúcar, de los tours para que los europeos pudieran apreciar y fotografiar a una efigie concreta de la miseria latinoamericana. Cuando la seguridad dejó de estar garantizada, se acabó el favela tour. Y el vicegobernador de Río de Janeiro amenazó con levantar un muro para aislar a las más peligrosas. Antes de que lo concretara, Lula les mandó el ejército.

Ahora llueve. Y llueve. Y el barro baja en complicidad, para llevárselo todo.

Hasta la casita de Tom Jobim, que en algún lugar seguirá tarareando -como lo saben los cariocas de los bordes- que la tristeza no tiene fin. Y la felicidad, sí.

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=4950&Itemid=0

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Respirar en los otros

Liliana Bodoc


No será fácil tomar conciencia de que María Elena Walsh ha muerto. ¿Cómo hacerlo si su voz sigue acunando el sueño de nuestros hijos e hijas, nuestros nietos, nuestras nietas? Cómo, cuando la actualidad de sus palabras, sus rebeliones, de su universo y de su música la conservan siempre joven y al resto un poco más viejas. Algo de lo materno se ha ido con ella que educó a más de una generación y que también nos legó el placer al educar. Algo de madre, sí, pero no cualquier madre sino una que no tuvo más hijos que su obra; una madre poeta, lesbiana, feminista, música, artista. Una descripción un tanto guerrera para la señora burguesa que disfrutaba del té de las cinco y hablaba de ciertas cosas con ambigüedad controlada. Todo eso era María Elena y a lo que deja y a lo que se lleva le rendimos este homenaje coral que tampoco alcanza para despedirla porque hay despedidas que son, sencillamente, imposibles.

En cierto sentido, estaremos obligados a admitir que el día 10 de enero de 2011 murió María Elena Walsh. Y todavía estaremos obligados a asentar el dato en las biografías, estudios críticos, exégesis, prólogos, historias de la literatura.

Será verdad de algún modo. Pero será una verdad a medias, discutible. Será, en todo caso, una interpretación, una simplificación del verbo “respirar”.

Entonces, y a la inversa, decir que María Elena Walsh ha muerto puede ser, según se mire, un desacierto, una miopía, una apreciación meramente biológica, cuando lo biológico es apenas un modo de la existencia. Un modo que nuestra gran poeta ha logrado trascender con holgura.

Sin intención ni posibilidad alguna de transformar este espacio en un artículo crítico voy a permitirme recordar y mencionar brevemente algunas características de su trabajo literario.

Creo que el dulce mestizaje de sangres que le dio vida, entre inglés y criollo, se evidenció en su escritura, donde junto a una estilística y una poética con claves europeas, y particularmente inglesas, surgió y fue creciendo la interioridad latinoamericana. Lenguaje, melodías, asuntos, personajes que no pudieron ser creados sino por una talentosa capaz de amalgamar las dos orillas para crear de un modo límpido y original.

Habría que agregar que el componente folklórico que atraviesa gran parte de su trabajo no es resultado exclusivo de los sentimientos sino, también, de la atención de una estudiosa puesta sobre la música y la lírica popular de nuestro país.

Ahora, este mestizaje del que hablamos se hace notar de otros modos. Por ejemplo, en la decisión poética de unir métricas y rimas estrictas con un lenguaje improbable. Digamos, ponerle corbata al caos. O casi en sus palabras: meter el viento en una cajita de fósforos.

Cuando dentro de los límites de una estrofa perfecta, en sílabas contadas y rima consonante, encontramos una dicción del disparate más una argumentación patas arriba, los lectores entramos de lleno al espacio de la maravilla.

Si el delirio tiene una lógica, ¡y la tiene! María Elena Walsh supo encontrarla.

Juego, humor, absurdo y música son conceptos que, con distintos grados de profundidad, aparecen en cada artículo o comentario, ensayo o investigación acerca de su obra. Y supongo que difícilmente puedan o deban obviarse. Incluso separarse, puesto que se presentan muy articulados en su escritura. Así es como, leyéndola y cantándola, el absurdo juego del humor, la música absurda de los juegos, y el juego musical de la risa nos pone, enseguida, a soñar.

El absurdo, el sinsentido y el disparate no son, en la obra de María Elena Walsh, una pura pátina formal ni tampoco un embeleso carente de sustancia. Por el contrario, la poética del absurdo se sostiene, cuanto menos, sobre dos sólidas columnas. Una de ellas es la metaforización del mundo humano, del ser y el quehacer de nuestras sociedades. Hablando absurdamente habla sobre el absurdo y pone en jaque la solidez de nuestra lógica. La misma lógica que da origen a la burocracia, al consumismo, a la guerra y a la tristeza.

Pero el absurdo tiene también, según creo, relación con una convicción estética: la de trabajar por fascinación, la de confiar en los argumentos de la melodía. En definitiva, la certeza de que el arte poético poco tiene que ver con la secuencia de la demostración y, en cambio, le adeuda sus mejores sentidos a la estética.

En cuanto al humor y a la sonrisa son, en ella, la más humana y eficiente herramienta para encarar el fracaso, los miedos (desde el miedo del niño a la vacuna hasta el miedo del adulto a la soledad). El humor, en la poesía de María Elena Walsh, es un modo de echarse la vida a las espaldas para seguir viaje hacia delante.

¿Y la música?

La música, tantas veces reconocible en formatos tradicionales, parece relacionada con la memoria. Lo que se canta, nos dice la obra de María Elena Walsh, mejor se recuerda. La memoria, como cualquier otra virtud humana, debe ejercitarse. En sus poemas y canciones, tanto las que priorizan al lector niño como las que priorizan al lector adulto, se fragua la memoria de nuestra historia, se recuerdan las deudas pendientes con la justicia, y hasta se potencia lo más jugoso de la nostalgia.

Nos falta el juego...

Porque juega, ¡y mucho!, la escritura de María Elena Walsh.

Brinca, adivina, vuelca y revuelca, esconde, encuentra y vuelve a esconder. El que juega, lo sabemos, invita a jugar. Por eso, abrimos sus libros y encontramos un sitio pendiente en la ronda. Pocas veces resulta tan cierto que la literatura requiere de un lector para completarse. En este caso, la poeta lo reclama y lo exige. ¡Ey, lector!, esto es entre dos.

Hay una instigación evidente al juego y, al cabo, resulta muy difícil ser sus lectores sin jugar con ella.

Todas estas marcas, que atraviesan su larga y profusa labor, la emparientan con la oralidad. Y nos permiten afirmar su condición de juglar.

Cantar para contar mejor y que no se olvide, que siga de boca en boca, que se meta por cualquier resquicio del alma y allí anide. Sus poesías y sus canciones andan de plaza en plaza y de pueblo en pueblo contando acá sobre los de allí, contando allí sobre los de acá.

Maravilloso carromato que llega para reunir a viejos y niños, enamorados y académicos, peces y pájaros, gatos y perros, al pueblo entero, sin que nadie se quede al margen, porque donde ella canta cabemos todos.

Ayer mismo, entre las muchas voces que la recordaron, escuché la de Mempo Giardinelli. El querido escritor, además de señalar aspectos de la trayectoria y el modo de ser artístico de María Elena Walsh, mencionó la moral que aparece vertebrando su obra. Sin duda, dio en la tecla. Apuntó a lo preciso.

Nunca la moral de un poeta es independiente de sus versos. Quizá sea esa la única imposibilidad del arte: deshacerse de la índole profunda de quien lo hace.

Claro, moral sin disfraces. Moral de la libertad, moral que es posición tomada y defendida.

Porque, me atrevo a decir, cada estrofa en sus poesías y cada línea en su prosa remiten, artísticamente, a su vigoroso compromiso con la justicia, con el humanismo. La educación y sus “campanas de palo”, la situación de las mujeres, los crímenes contra la libertad, las hipocresías sociales, la imaginación como arma y herramienta son algunos de los temas que, en mi opinión, merecieron un tratamiento reiterado en su trabajo literario. Y aquí vale la pena detenerse a señalar que lo hizo tan pero tan lejos de la diatriba, los sermones y las sentencias.

De entre los temas mencionados arriba, y que de ningún modo pretenden agotar la lista, hay uno en el que voy a detenerme un momento. Las mujeres.

Cuando aún no eran tantas las manos que alzaban las banderas de la igualdad de géneros, cuando no eran tantas las voces, ella hablaba a voz en cuello como denuncia y como militancia acerca de la situación de las mujeres en nuestra sociedad.

¿Recuerdan a aquella pobre mujer que se murió de cansada? “Aleluya, me mudo a un hogar donde nada se vuelve a ensuciar”, fueron sus últimas palabras.

Pero, al respecto, hay unos versos de fabulosa contundencia porque reúnen lo genérico y lo social.

“Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor.”

¡Bendita maestra!

Su obra es un ejemplo de cuánto necesita, el esqueleto de la estética, cubrirse con la carne del contenido para cobrar vida y caminar.

Y si de enseñanzas hablamos, hay una especialísima y determinante para quienes de un modo o de otro estamos ligados a la escritura para niños y jóvenes.

Nunca María Elena Walsh escribió para los niños con esa “piedad” odiosa que tan fácil se ve y tan poco enamora. Nunca escribió mirándolos desde lo alto ni, mucho menos, pensándolos como caricaturas. No tuvo temor a enfrentarlos con la parodia, el absurdo o la complejidad del disparate cuando el disparate tiene una lógica propia. Habló con los niños en frecuencia artística y por eso se hizo inolvidable.

La literatura para niños es en la pluma de María Elena Walsh literatura sin fronteras, que universaliza los sentimientos y los conflictos.

Por fin, voy a pedirles que nos detengamos en algunos de sus versos. Ni los mejores, ni los primeros ni los últimos. Algunos que elegí sólo porque me ponen la piel de gallina.

En su poema “Pena de Muerte” dice:

Cada vez que se alude a este escarmiento/
la humanidad retrocede en cuatro patas.
“Canción de cuna para un gobernante” dice:
Duerme mientras arriba lloran las aves/
Y el lucero trabaja para la cárcel.
Y dice “Serenata para la tierra de uno”:
Porque el idioma de infancia/
es un secreto entre los dos./
Porque le diste reparo/
Al desarraigo de mi corazón.

Con seguridad, cada uno de estos versos merece un minuto de poético silencio.

Dice María Elena Walsh, y seguirá diciendo. Vale y valdrá porque hay arte y verdad en lo suyo.

Seguramente en estos días, muchos vamos a descubrirnos tarareando “Manuelita”, “El Reino del Revés” o “La cigarra” sin haberlo decidido previamente.

Entonces cuando respiremos, del auténtico verbo respirar, cuando tomemos aire para el canto, ella va a respirar en nosotros.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-6255-2011-01-14.html

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JPII, la beatificación ideológica

Domingo Riorda


La beatificación de alguien se produce luego que se le comprueba  la dignidad (santidad) de su vida y que después de muerto realizó por lo menos una acción considerada milagrosa. Es decir, el milagro supera la dignidad de vida. Esta no tiene alcance para ser considerado beato por lo que la “santidad” queda en segundo lugar pospuesta por el pase mágico.

 El reconocido analista argentino Washington Uranga, en una nota publicada en el matutino Página 12 del 15 de enero, distingue entre argumentos “formales”, “procedimientos y razones canónicas”  y las “razones de orden político, institucional y cultura”.

Entre las primeras coloca como fundamental “la supuesta comprobación de acontecimientos milagrosos que según el juicio eclesiástico prueban que la persona es capaz de mediar ante Dios para generar hechos sobrenaturales”

En las segundas cusas se encuentra el accionar estratégico que en el caso de JPII se aceleraron los tiempos de proceso, al igual que con Teresa de Calcuta y José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, pero que “No ha ocurrido lo mismo, por ejemplo, con la causa por la cual se busca canonizar al obispo mártir salvadoreño Oscar Romero, asesinado en El Salvador el 24 de marzo de 1980 por su lucha a favor de los derechos humanos, y cuyo camino hacia la santidad institucional resulta mucho más difícil que el reconocimiento popular de la feligresía latinoamericana”  que en muchos casos lo nombra como “San Romero de América”

Esa diferencia de criterio se produce por la interpretación del estilo de vida de quienes son propuestos para la beatificación.  Esta es una actitud ideológica si tomamos en cuenta su definición como “un conjunto de ideas sobre el sistema general de una sociedad teniendo en cuenta los aspectos económicos, social, político, cultural, moral religioso”  es decir,  tener  una visión determinada sobre la vida.

Así es que la premura por la beatificación de JPII y  la demora en casos como el mártir Oscar Romero se debe a una cuestión ideológica, que se agrava si se tiene en cuenta que entre los criterios de beatificación el mártir no necesita el aval del milagro para ser declarado santo. Este aspecto explicaría porque el Vaticano no quiere reconocer como mártir a Oscar Romero ni a Enrique Angelelli, obispo asesinado en La Rioja durante la Dictadura del 76 en Argentina.

En el mencionado artículo Uranga entiende  que la decisión del Vaticano sobre JPII es una estrategia de reposicionamiento de la ICR y que “el papa Benedicto XVI se está reafirmando a sí mismo” ya que “no sólo es el sucesor de Wojtyla” sino que “fue su lugarteniente” y “ahora profundiza el rumbo conservador que le dejó como herencia su predecesor”

En esa óptica se desarrollan los argumentos de 13 teólogos que, junto a profesores católicos romanos de  Europa y América Latina, se oponen a la beatificación de JPII. En su manifiesto denominado “Llamada a la claridad” exponen siete cuestiones para fundamentar el rechazo  a la propuesta vaticana.

El texto, dado a conocer, entre otros,  por el Observatorio Eclesial de México, se afirma que Karol Wojtyla tuvo “tenaz oposición a considerar, a la luz del Evangelio, la ciencia y la historia, algunas normativas de ética sexual”; explicitó la “dura confirmación del celibato eclesiástico”; rechazó  “discutir en forma seria y profunda la condición de la mujer en la Iglesia”; la “no aplicación” de “normas establecidas por el Concilio Vaticano II para una mayor democracia interna” y practicó la “represión” de los teólogos de la liberación en América Latina.

Aseguran que encubrió a pederastas como Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, ejerció presión contra la Teología de la Liberación, bloqueó a las Comunidades de Base y se negó al diálogo con los fieles comprometidos con la justicia evangélica.

Entre los firmantes del manifiesto se encuentran el sacerdote Casimir Martí; el escolapio Ramón María Nogués, y el profesor de la Universitat de Barcelona Jaume Botey. También Juan José Tamayo, fundador de la Asociación de Teólogos Juan XXIII; Casiano Floristán, profesor emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca, y Rosa Cursach, teóloga mallorquina.

Es evidente que la oposición a la beatificación de JPII presenta un estilo de vida, una ideología, distinta a la que mantiene el Vaticano. Desde la perspectiva cristiana se puede afirmar que son dos concepciones de interpretar el evangelio pero esa afirmación deja el asunto circunscripto a una discusión dentro de una organización. Es necesario recalcar el aspecto ideológico porque esas interpretaciones tienen que ver con lo que se entiende debe ser la vida humana y la concreción de una sociedad determinada.

Recientemente en Malargüe, provincia de Mendoza, Argentina, un cura que estaba escuchando un recital en la Fiesta Nacional del Chivo, se levantó de su silla, avanzó sobre el escenario e interrumpió al conjunto coral que actuaba alegando que lo que interpretaban, una crítica al celibato,  estaba en contra de la fe católica. Luego, ese mismo cura, en declaraciones radiales dijo que ““La violación de la fe es diez mil veces peor que la violación de una hija” Como el obispo local estaba en Vaticano habló el vocero eclesial quien justificó al cura porque defendía la fe. (*)

Esa es una visión de la vida, una ideología de cómo tiene que ser la sociedad que en el caso de este cura, del vocero episcopal y la poquísima reacción en contra de esas declaraciones comprobaría que ese acto corresponde al estilo que impone actualmente la ICR.

Hay que reconocer que el Vaticano tiene todo el derecho de adoptar la ideología que crea que debe tener. Lo que no tiene derecho es vender espejitos de colores para esconder o desfigurar su postura ideológica. (PE) 

(*) Ver PreNot 9319 del 110121
PreNot 9318-110121

www.ecupres.com.ar


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miércoles, 19 de enero de 2011

BOLETÍN

LA HORA DEL GRILLO


Bienaventurados los pobres


Parece una burla esa aserción evangélica porque ¿qué clase de bienaventuranza es esa de la cual gozan los pobres? ¿No va acaso la pobreza acompañada de sufrimientos, hambre y enfermedades sin cuento? ¿Y podemos considerar bienaventurados a quienes tales desgracias padecen?

Se nos ocurre que poca gente hoy está de acuerdo en que la pobreza sea motivo de buenaventura. Quizá porque nadie explica que pobreza bienaventurada es la de quienes miran el mundo y la vida desde la perspectiva de la colaboración, del bien común y la justicia equitativa. Que pobreza bienaventurada es la de quienes están dispuestos a compartir cuanto la Madre Tierra nos da, sin reserva alguna. Que pobreza bienaventurada es la de quienes ponen en el primer plano de su vida la dimensión humana de la persona porque la estiman más que al dinero.

El mundo entero, manejado por los ricos, elogia de continuo la riqueza y omite que detrás de cada gran fortuna hay una historia de injusticias y crímenes; que la riqueza y la injusticia andan inseparablemente juntas desde los más remotos tiempos, porque nadie puede acumular riquezas sin despojar a otros de lo más necesario para su subsistencia.

El daño humano que conlleva esa manipulación intencionada de valores es lo que nos mueve a ofrecer periódicamente en “La hora del Grillo” artículos y noticias que contribuyan a despertar la conciencia, empezando por la propia, no fuese a ser que se nos adormeciese.

Con nuestros mejores deseos.

LHDG

http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/bienaventurados-los-pobres.html




También en portada


La Pena de Muerte
María Elena Walsh
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/la-pena-de-muerte.html

El dolor de la memoria
Rafael Fernando Navarro
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/el-dolor-de-la-memoria.html

La GAIA dijo: ¡BASTA!
Beatriz Paganini
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/la-gaia-dijo-basta.html

La mano izquierda de Dios
Carlos A. Valle
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/la-mano-izquierda-de-dios.html

Jon Sobrino, teólogo: 'En conjunto, la Iglesia suele distanciarse de Jesús para que no moleste'...
Asteko Elkarrizketa
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/jon-sobrino-teologo-en-conjunto-la.html

La Teología de la Muerte
Rubén Dri
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/la-teologia-de-la-muerte.html

El desafío de una alternativa global, fuera del sistema
Sergio  Ferrari entrevista a Eric Toussaint
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2011/01/el-desafio-de-una-alternativa-global.html


Acceder al sitio:
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/

Para contactar con la administración del blog, enviar correo a:
pde.lhdg@gmail.com

Si alguien desea que su dirección sea borrada de esta lista,
no tiene más que enviarnos un mensaje con el “asunto”
BORRAR.












La Pena de Muerte

María Elena Walsh


Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.

Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.

Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.

Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.

Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.

Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.

Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.

Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.

Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.

Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.

Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.

Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.

A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

Aparecido originalmente en Clarín, 12 de setiembre de 1991


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El dolor de la memoria

Rafael Fernando Navarro


La Iglesia llora todavía la viudedad que le sobrevino con la muerte de Franco. Para treinta y tantos años va su nostalgia, su dolor, su soledad. El matrimonio a veces es costumbre, sólo costumbre. Pero da calor, bienestar de inercia, anclaje vital. La ausencia de una parte conduce, aunque sólo sea por egoísmo y defensa propia, al llanto, al luto de autoprotección, a añoranza lastimera. Pero puede servir también como recuerdo autocrítico. La Iglesia se ha refugiado en lágrimas sembradas por las esquinas, en nostalgia del apoyo perdido, en vacío doliente de lo que fue y pudo haber sido para siempre. No se ha preguntado por aquel adulterio. Ha preferido, por comodidad, el velo de su tristeza.

La Jerarquía se encargó con rapidez de desmontar el empeño de Tarancón de empujar una nueva conciencia, respaldada por sacerdotes comprometidos con la libertad y muchos cristianos de base implicados en la lucha democrática. La Iglesia exigía seguir siendo quien vertebrara la legislación surgida de la Constitución y cuando la izquierda instaurada por voluntad de las urnas clarificó el lugar que debían ocupar una sociedad civil responsable de su propia trayectoria, independiente y autónoma revestida de aconfesionalidad, frente a una Iglesia desposeída de su autoritarismo, su dogmatismo y su exigencia de conformar la conducta vital del país, la Jerarquía optó por un nuevo maridaje con la derecha continuadora de aquel franquismo trasnochado.

La Ley de la Memoria Histórica,  imperfecta y  falta de coraje, fue la oportunidad que muchos explotaron, entre ellos la Iglesia, para proclamar que con su puesta en marcha se buscaba un nuevo enfrentamiento entre españoles, que significaba un obstáculo para la necesaria cicatrización de las llagas dolientes y un resurgimiento del odio fratricida. Era la postura cómoda de quienes preferían desligarse de la propia historia con el subterfugio de mirar al futuro.  Todos tenían miedo de tocar el dolor de la memoria. La Jerarquía, acostumbrada secularmente a no reconocer nunca su responsabilidad por acción u omisión en los acontecimientos de la historia, intentó también borrar su complicidad en el clima  derivado de una guerra, de una dictadura  y de una colaboración en muchos casos necesaria para el ejercicio de terror prolongado durante cuarenta años, ha preferido predicar el perdón, el olvido, la fraternidad, no como consecuencia de una paz auténticamente evangélica, sino como excusa para no ser investigada y que nadie pueda echarle en cara una participación explícita y condenable con la santa cruzada. La Iglesia sabe que le pesan demasiados cadáveres, demasiadas delaciones, demasiada conspiración que empotró a este país en las coordenadas del odio.

Galicia sabe de muertos. Por sus montes retumbaron tiros de gracia y sus olas se mancharon de sangre de libertad. Es invitado el Presidente de la Conferencia Episcopal española a participar en los homenajes a los “asesinados por defender la democracia” "Hemos invitado a Rouco de buena fe porque su participación sería un acto de dignidad" dicen en su carta enviada al Cardenal de Madrid. "Creemos que ya es hora que, en 2011, la Iglesia pida perdón públicamente por su apoyo a tantos actos de agravio".Lamentan los gallegos  el papel de la institución que bautizó como 'Santa Cruzada' los actos de represión ya que "fueron cómplices del golpe militar de 1936, en el que desempeñaron una importancia vital". La Iglesia debe arrepentirse de sus palios encubridores, de sus saludos fascistas. Cinco mil nombres sembrados en tierras gallegas y sepultados en cunetas de odio y olvido exigen el sudario del recuerdo más íntimo y agradecido.

Se fue hace poco el año. No sabemos a dónde. No sabemos con quién. Se fue. Se despeñó, tal vez. Se hizo añicos al fondo. ¿O nos explotó en las manos y nos voló la cara como si hubiera sido un atentado del tiempo?  Se fue hace poco.  Pero el tiempo nunca se va solo. Si se lleva la memoria, nos convierte en olvido, sólo olvido para siempre.

http://marpalabra.blogspot.com



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La GAIA dijo: ¡BASTA!

Beatriz Paganini


“Mi tesis de que la Naturaleza constituye una entidad perfectamente dotada para ser reconocida como un sujeto de derecho capaz  de actuar en su propio nombre, por medio de representantes, en todos los casos en que, sus intereses que son los de todos los integrantes del mundo natural, son violados por el hombre” LAWRENCE E. JOSEPH. ”GAIA, la tierra viviente”

Han pasado décadas, desde que Mosanto con su mandato sangriento, nefasto, sustentado en un andamiaje de patentes, contratos leoninos y genocidios encubiertos, asola las tierras del mundo.

Desde suicidios provocados, como en los campos de la India cuando no se pudieron afronta los vencimientos de los contratos que hipotecaban de por vida, hasta los nacimientos de niños con malformaciones espantosas provocadas por los pesticidas de Mosanto. Todo estaba regido, ordenado y dispuesto por Mosanto quien a su paso sembraba devastación y muerte. Sólo aumentaban sus cuantiosos ingresos, lo demás, era desolación y muerte.

Los campos seguían y siguen quedando yermos porque la soja transgénica patentada bajo su exclusividad pero eludiendo toda responsabilidad, arruina la tierra dejándola estéril. Y así, años tras años, con juicios que paralizaban la producción y el progreso.
Pero la GAIA dijo: ¡Basta! Y abrazó unas semillas nacidas de unas hermosas flores del Amaranto, las sopló con sus  potentes pulmones de vientos andinos y las semillitas llegaron hasta donde estaban las desnaturalizadas transgénicas creciendo y a la vez matando.

Y la vida eludió a la muerte provocada.

Y sucedió que, los productores  del imperio en  Carolina del Sur y del Norte, Arkansas, Tennessee y Missouri empezaron a darse cuenta que otra semilla arruinaba sus sembrados no obstante de ser transgénicos y rociados con los potentes pesticidas que Mosanto producía.(1)

Se llegó al extremo de tener que abandonar los sembrados porque esa semilla invasora crecía sana, hermosa, con sus flores tapizando los campos. Con su Amaranto venciendo a la sofisticada y artificial semilla del lucro.

Ya en tiempos de la colonización española que fue brutal, despótica y carente de espíritu cristiano, no obstante la cruz y el evangelio, desde su web: ohlistica 2000.com.ar, nos cuenta refiriéndose al Amaranto:

 ”Sus plantaciones fueron quemadas y su consumo fue prohibido, dándosele el rotulo despectivo de “alimentos para salvajes”. Es más, pocos saben que la aún utilizada expresión “me importa un bledo” refleja el sentimiento de desprecio de los españoles respecto al grano de amaranto. Si buscamos la palabra bledo en un moderno diccionario de la RAE, encontramos “planta anual comestible de la familia de las quenopodiáceas; cosa insignificante….”

¡ Pero   no contaban con la GAIA ¡

Que es más fuerte, más sabia, más antigua, madre universal contenedora y generosa, heredera y heredada de los mayas y aztecas.

Y comparando :

¿ Qué sembró la colonización española?

Exterminio, atraso, muerte y persecución.

¿Que es Mosanto?

Un bicho malo que muere por su propio veneno exterminador.

¡Gracias Gaia!

¡Gracias Pacha Mama! Te necesitamos más que nunca sin armas, sin guerras, sin hambre, sin hipotecas. Sólo vida, amor y  con flores de Amaranto.

Beatriz Paganini


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La mano izquierda de Dios

Carlos A. Valle


Las desafortunadas palabras pronunciadas en la Nochebuena de 1975 por el entonces Arzobispo de Córdoba: “La mano izquierda de Dios es paternal, pero puede ser pesada”, son recogidas por Verbitsky  para describir el drama de la última dictadura (1976-1983) y cerrar, con este cuarto volumen, el desarrollo de su “historia política de la Iglesia Católica” que inició a partir del 1880.

Será difícil encuadrar en un singular estilo narrativo este minucioso registro histórico que desnuda tanto horror. Verbitsky despliega su genio periodístico de investigación, el que se caracteriza por un sostenido e implacable empeño  por proveer la mayor cantidad de información fidedigna junto a la certificación de su fuente.

Los incesantes testimonios de acciones y afirmaciones por parte de dignatarios de la Iglesia Católica sacuden hasta el estremecimiento por el grado de complicidad, encubrimiento y creciente silencio ante el dolor de las madres y familiares que reclamaban por sus seres queridos secuestrados y desaparecidos. Todo eso, de alguna manera, pone de manifiesto el aislamiento en que quedó un reducido número de obispos y una cantidad llamativa de sacerdotes y monjas que sufrieron, cárcel, tortura y hasta la muerte al asumir su rechazo a la dictadura.

La fragmentación del episcopado en su relación con la dictadura resultó una constante durante todo el proceso militar. Verbitsky marca claramente esta situación porque es evidente que su intención es evitar parcialidades. Esta historia tiene su fuerza en el relato de una cruda realidad cuya difusión resulta insoportable de asumir a las autoridades religiosas. De manera que, si se la quiere entender, no se trata de embarcarse en una piadosa narración que distinga a los buenos de los malos, para arribar a una conclusión que condicione la gravedad de la responsabilidad de los obispos. La historia registra que muchos obispos no solo sabían qué es lo que ocurría sino que lo aprobaban. “Algunos obispos funcionaban como espontáneos asesores de los jefes militares.” (p.259)  ¿Cómo se puede sino entender los crímenes silenciados, el robo de bebes, la disposición a recibir dones en propiedades, salarios y otros beneficios en medio de un clima de terror y aniquilamiento?

Al mismo tiempo, sería un desatino dejar de reconocer la valentía y el coraje de cierto clérigos cuyo compromiso y coraje fueron un genuino testimonio de fe. Basta, al menos, mencionar un ejemplo: el asesinato del Obispo Angelelli a quien el Episcopado argentino ha evitado reconocer como mártir. “Una vez más, Hesayne enfrentó esta hipocresía: “Tenemos más pruebas de su martirio que del de muchos mártires de los primeros siglos del cristianismo.” (p.109)

Pero un intento relativista de lo sucedido llevaría a no poner de manifiesto el trasfondo de una particular posición teológica que afloró tanto entre los militares como entre los religiosos proveyendo elementos para estructurar no solo la justificación de sus acciones sino para articular el futuro del país. Pedía Tortolo: “Démonos a nosotros mismos y a los militares los motivos teológicos que nos hagan obrar sin temor y en conciencia.”(p. 44)

Esta historia política debe ser leída como una historia de la implementación de una cosmovisión dominada por una definida teología. La interpretación de los hechos, las decisiones y acciones que se iban sucediendo y la visión del futuro del país tenían un determinado marco interpretativo. Todo daba a entender que aquella vieja teología, que subyace desde siglos y alimentaba los sueños medievales de una civilización cristiana, parecía reverdecer. Es conocido que para esta cosmovisión la soberanía viene de Dios hasta el punto de establecer cómo y quién ha de gobernar la sociedad. Los poderes terrenales se someterán a la autoridad religiosa que será la encargada de garantizarlos y controlarlos. Actualmente, destellos de esa búsqueda por imponer el poder clerical siguen perdurando, especialmente en aquellos países en los cuales este mantiene una relación privilegiada con el Estado. La Iglesia Católica Romana ha asumido desde siempre que goza de un lugar privilegiado en su relación con el Estado y sucesivos gobiernos se han encargado de suscribirlo, proveyéndole beneficios económicos y legales. Actualmente estos privilegios están siendo cuestionados por una sociedad que promueve la separación de la Iglesia y el Estado y que, como en el caso de la ley del Matrimonio Igualitario, toma distancia de las determinaciones eclesiásticas.  Verbitsky cree ver que en las discusiones sobre el Documento de Puebla (1979), por ejemplo, Carmelo Giaquinta, al rechazar que se busque establecer una pastoral de la cristiandad, pareció referirse indirectamente a la situación argentina cuando afirmó: “No la de los Reyes Católicos. No la de España franquista. No ninguna otra que una el trono y el altar con peligro de hacer del segundo el capellán del régimen.” (p.283)  

La Iglesia Católica Romana comienza a tejer una relación con la dictadura militar basada en la cosmovisión de cristiandad. Una cosmovisión goza de los atributos de los fundamentalismos: una resistencia al cambio, intransigencia y autoritarismo Para ello actúa, por un lado, ignorando que se hubiesen producido cambios particularmente en la articulación de la relación entre Iglesia y Estado y, por otro lado, haciendo caso omiso de la historia que vio el paso del Renacimiento, la Reforma Protestante, la Revolución Francesa, el marxismo y todas los posteriores hechos históricos que fueron produciendo la independencia entre los poderes divinos y terrenales, Todo esto se va desplegando a partir de la relación que se establece entre los obispos y los militares.”La simbiosis llegó a tal punto que los generales imploraban a Dios en sus homilías y los obispos arengaban a la tropa a librar la guerra justa.” (p.20).

La irrupción de la cruel dictadura fue justificada porque se estaba ante una guerra santa, afirmación que venían sosteniendo los capellanes castrenses.  “Tortolo parangonó la intervención castrense con la resurrección de Cristo y proclamó que “la Nación es libre.” (p.16) Luego, llegaron a afirmar Tortolo y Bonamín –a los que curiosamente se los menciona sin su título eclesiástico-: “Tenemos que reconocer que el gobierno también tiene gracia de estado. Es decir: Dios asiste a nuestros gobernantes.” (p.54)  En una carta pastoral de fines de 1978 se “califica a la dictadura y sus crímenes ‘como un triste destino necesario para la propia defensa.” (p.268) Sabiendo que los procedimientos que emplean los militares son ilegales y la represión es enormemente cruel, solo puede entenderse su aceptación porque hay un trasfondo de rechazo a la búsqueda de un cambio social y la necesidad de reafirmar el papel central que se adjudica la Iglesia Católica Romana. Para ello se desarrolla una ingeniería   diplomática que une al Episcopado local con las políticas que se sustentaban desde el Vaticano por medio de sus representantes locales.

Las referencias a las actuaciones de otros credos durante el período dictatorial  y sus relaciones con la Iglesia Católica son escasamente mencionadas en este trabajo. La tarea llevada a cabo por el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) es indicada solo marginalmente, aunque contó con la participación activa de algunos prelados, entre ellos, el Obispo Novak. Es cierto que esa participación era marginal. La Asamblea Plenaria del Episcopado (1978) rechazó una invitación a integrar el MEDH (p.267). Igualmente hay una mención de un pedido del MEDH para la liberación de Adolfo Pérez Esquivel, preso hacía más un año, que registra la revista Cabildo (p.223). Hay que recordar que no bien recibió Pérez Esquivel el Premio Nobel de la Paz, fue una institución protestante, el Instituto Superior de Estudios Teológicos, fue uno de los primeros que lo acogió y celebró tan alta distinción.

En su momento, el Obispo Novak, un baluarte de los derechos humanos y del compromiso ecuménico, escribe al Papa indicándole que la ayuda que recibe para el auxilio a los familiares de los desaparecidos proviene de las iglesias protestantes “porque ninguna organización católica internacional o nacional apoyaba su tarea” (p.203). Estas breves menciones en el libro son un claro reflejo de la falta de reconocimiento al trabajo y compromiso de otras iglesias, por parte del Episcopado Católico sumergido en la complicidad y la estructuración de su relación más estable con el poder.

Entre las muchas otras cosas que podrían mencionarse de esta obra hay dos que es valioso rescatar. Ambas forman parte del epílogo de esta trágica historia y ayudan a comprender este presente. Primero,  después de todo el infierno vivido, “La preocupación episcopal era impedir que los militares fueran sometidos a la justicia” (p. 350) y “Cuando la dictadura ingresaba en cuarto menguante, la Iglesia confundía justicia con venganza y minimizaba la política sistemática de desaparición de personas como si se tratara de una cuestión de bandos enfrentados.” (p. 388) Habría que preguntarse hasta qué punto esta preocupación episcopal coadyuvó para tratar de impedir muchos de los juicios que hoy se están llevando a cabo.

Segundo, para Verbitsky la Iglesia Católica Romana debería dejar de lado su sueño de cristiandad, que es un sueño de poder y volver a los postulados de Concilio Vaticano II, porque es el único camino que tiene “para frenar su lento pero constante descenso hacia la irrelevancia.” (p.418) La declinación de las religiones institucionalizadas es una constante en los países occidentales. Pero la gente no logra encontrar el camino hacia una auténtica espiritualidad en las estructuras tradicionales. Porque, para defender su status y poder, estas terminan dándole la espalda a la gente, negando sus necesidades, desoyendo su dolor. De esta manera no solo afectan la dignidad de las personas sino reniegan de su propia razón de ser.

Estos son solo unos pocos de los muchos aportes que una obra que, junto a lo que ha venido ofreciendo en los primeros tres volúmenes, constituyen un testimonio insustituible para comprender la historia de la Iglesia Católica en Argentina con todas su virtudes, claudicaciones y enigmas. Merece ser reconocida y estudiada como una contribución lúcida a la comprensión de nuestra historia nacional. +  (PE)

 (*) Carlos Valle, pastor de la Iglesia Metodista Argentina. Actualmente reside en Buenos Aires. Desde 1986 al 2001 - quince años-  fue Secretario General de la WACC (Asociación Mundial para las Comunicación Cristiana). En ese período, junto a su esposa Elba, residió en Londres.

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