lunes, 28 de diciembre de 2009

Navidad ¿secuestrada?


Domingo Riorda

“Nos han secuestrado la Navidad” fue la frase acuñada por José María Arancedo, obispo católico romano de Santa Fe, que repitió el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica Romana de Argentina y fue titular en los medios argentinos.

Junto a la dudosa validez de utilizar la Navidad para arrojar diatribas sobre los males de la sociedad, practica no exclusiva del catolicismo romano, ahora se agrega la suposición de que la festividad diciembrina fue secuestrada y que debe restaurarse su sentido religioso, sin especificar el contenido de ese reclamo.

La observación viene al caso porque hay datos históricos que no deberían obviarse. El 25 de diciembre, como Nacimiento de Jesús, es una fecha convencional, ya que el día exacto de ese nacimiento es imposible de especificar, y en los primeros tiempos del cristianismo no se celebraba. Recién alrededor del 200  comenzó a ser reconocida en Alejandría y desde entonces adquirió cierta popularidad. En el 325, cuando se realiza el Concilio de Nicea, Constantino aprovecha esa circunstancia para promover el nacimiento de Jesús como una fiesta de unidad para todo el imperio.

Desde tiempos ignotos existían celebraciones relacionadas a Saturno, que se realizaban durante la semana del solsticio -invierno europeo- y culminaban el 25 de diciembre. Como elemento facilitador para que los romanos aceptasen el cristianismo y continuaran con sus festividades, el papa Julio I pidió, en el 350, que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha. A veinticinco años de Nicea, se asimilaba a la propuesta de Constantino, pero ahora con argumentos religiosos.

Sobre la Fiesta del Sol circulaban dos creencias. Una, que el dios Sol había nacido el 21 de diciembre, el día más corto del año, y que los días se hacían más largos a medida que el dios se hacía más viejo. La otra, que el dios Sol murió ese día y luego comenzaba otro ciclo. Esta versión es la que se encuentra en el siempre nacido Niño.

En otras culturas hubo fiestas similares. En Persia el Natalicio del dios solar Mitra. En Roma, Saturnalia, en honor a Saturno, cuando los romanos dejaban de hacer negocios y las guerras, intercambiaban regalos -algo que se cree que es propio de la Navidad- y liberaban temporalmente a sus esclavos.

En el norte de Europa, el 26 de diciembre se recordaba el nacimiento de Frey -el dios de la lluvia, del sol naciente y de la fertilidad- y  adornaban un árbol perenne, que representaba al  árbol del Universo, costumbre que se transformó en el árbol de Navidad. Los aztecas, desde el 7 al 26 de diciembre, celebraban el advenimiento de Tonatiuh, dios del sol y de la guerra.

Ireneo y Tertuliano, dos “Padres” de la Iglesia, no mencionan la Navidad como fiesta cristiana. Orígenes, otro “Padre”,  se oponía celebrarla porque en el Antiguo Testamento no hay celebración de nacimientos y si lo hacen “los pecadores”, como el Faraón y Herodes.

Después de ocurrido con Martín Lutero, algunas Iglesias Protestantes prohibían la Navidad por su relación con el catolicismo romano. Actualmente los Testigos de Jehová rechazan esa fiesta.

En Estados Unidos había divergencias sobre el particular. La primera Fiesta de Navidad se celebró en 1607, en acuerdo entre católicos y protestantes. Luego, en el proceso de su comercialización,  introdujeron a Santa Claus con su roja vestimenta, color de la Coca Cola. Y la proyectaron mundialmente acompañada del arbolito.

San Francisco de Asís, molesto porque las estilizadas imágenes artísticas navideñas lucían ropajes de gente rica y poderosa, promueve el  Pesebre de Navidad, el de la “pobreza” y “carencia”, signos indispensables para el amigo de los animales y la naturaleza.  Las hoy abusivas  Tarjetas Navideñas, que ahora van por internet, fueron introducidas en 1843 por el londinense John Callcott Horsley.

Desde hace décadas las Iglesia Cristianas se preocupan por la pérdida del “sentido” de Navidad que, como se denuncia en el presente, se dice que es “consumista”. Sin embargo el encuadre actual del recuerdo del nacimiento de Jesucristo es similar al que estuvo en su origen oficial y masivo, ya que el intento fue incorporar una conocida y masiva festividad “pagana” al “cristianismo”. Una metodología similar a los conquistadores españoles que levantaron templos “cristianos” sobre los lugares donde estaban los de los aborígenes o al incorporar la festividad de la Pacha Mama a la de la Virgen María.

El interrogante se fortalece si se observa el poco lugar del nacimiento de Jesús en los Evangelios –reducido a breves relatos de Mateo y Lucas- y el gran espacio, sustancial, a la creencia clave del cristianismo, que es la Resurrección de Cristo. Más aún si se tiene en cuenta que ese acontecimiento  esta circundado por la tristeza de Semana Santa con un fugaz destello de la alegría del Domingo de Resurrección, que alcanza buena concurrencia a los templos, pero ni comparación con la de Navidad.

Las declaraciones de los mencionados obispos católicos romanos argentinos enredan la respuesta al interrogante. Ladinamente utilizan variantes del verbo “secuestrar” que, en nuestros países, está asociado a “desaparición” de personas de quienes se ignoran su morada final. Sugestivo es que este “mal” que no se encuentra en la lista de los actuales “males” de la sociedad según la jerarquía eclesiástica,  y no solo católica romana.

Desde esta perspectiva es válida la pregunta sobre cual es el “sentido” de la festividad navideña que se quiere rescatar. ¿Es el rescate mítico de las festividades sobre la cual se apoyó la Navidad donde el niño siempre nace pero nunca crece? ¿Es la vuelta a la obediencia debida  la Iglesia Institución? ¿Es el sostener la Navidad  como instrumento del sistema socio-político de turno como fue en su origen?

Por otra parte esa malsana costumbre de proclamar males en la fecha que anuncia buenas nuevas, es un atropello para las miles y miles de personas que, con devoción y sencillez, recuerdan que Dios cumple su promesa de promover “bienes” mediante alguien que nació como cualquier otro hijo de mortal y que, crecidito, se jugó por la instauración de un mundo nuevo.+ (PE)


Domingo Riorda
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4225



jueves, 24 de diciembre de 2009

Santa Claus y la paz mundial

Pepcastelló

Cuento moral navideño

Sucedió la víspera de Navidad. Preparaba el tradicional mensaje navideño que como presidente de la nación más poderosa del mundo debía pronunciar. Su misión consistía en infundir esperanza e ilusión a su pueblo, pues para eso había sido elegido. Lo principal era dejar bien clara la hegemonía de su nación. Con eso demostraría su capacidad para liderarla. De las decisiones políticas ya se encargaban otros.

Sabía bien que hasta el presente esa clase de mensajes se basaron siempre en la repetición machacona de los deseos profundos de felicidad que anidan en el alma de todo ser humano. Era necesario que así fuese para que millones de personas estuviesen dispuestas a creerlos. Lo de menos era que fuesen razonablemente creíbles. Bastaba con que fuesen deseables para que se escuchasen con deleite y fuesen dados por válidos y verdaderos. A menos, claro está, que algo muy evidente los desmintiera.

Navidad es sinónimo de esperanza, pero la situación real en la que el mundo se encontraba no era esperanzadora. La gente de su país quería paz, por supuesto, pero quería por encima de todo seguir gozando de un nivel de confort igual o superior al del presente. Y la paz cristiana, basada en el amor y la justicia equitativa, es incompatible con ese deseo. Sin pueblos sometidos bajo férreos regímenes policiales y sin millones de personas trabajando por salarios de miseria no pueden tener las clases acomodadas de ningún país del mundo el privilegiado bienestar de que gozan. Luego no era esa paz lo que su pueblo quería sino la pax romana de los ejércitos, impuesta por la brutalidad, la crueldad, la violencia de las armas...

Su mensaje no podía defraudar a quienes le habían elegido. Debía ser un mensaje de paz, pero según la entendían sus adeptos. Él era el presidente de una nación que adora el triunfo, la derrota del adversario. Su grandeza se constituyó a partir del genocidio y del expolio, como la de todos los grandes imperios. La guerra era la base de esa democracia de la que tan ufanos estaban. Luego, ¿para qué andarse con rodeos?

Lo tenía ya. Tan sólo le faltaba darle un toque navideño. Y para ello, ¿qué mejor que referirse a Santa Claus, ese mágico personaje que tanto hace soñar a niños y a mayores?

Y así lo hizo. De pie en su tribuna, ante las cámaras de televisión de todas las grandes cadenas, dijo:

«Queridos y queridas compatriotas. Estamos en tiempo de Navidad. Dentro de unas horas Santa Claus traerá los regalos navideños a los niños y las niñas de nuestra gran nación. Como cada año, habrá delegado antes en los padres de cada criatura la responsabilidad de proveer los recursos necesarios para adquirir los regalos que luego él les dejará al pie del árbol. Os animo a quienes tenéis hijos a trabajar firme, tan duro como haga falta para cumplir lo mejor posible con la responsabilidad que se os ha asignado. Si así lo hacéis, si os entregáis sin reserva al destino que la vida os impuso, veremos resplandecer esta Navidad los miles de ojos ilusionados de tantos niños y niñas que son nuestra esperanza de futuro».

«Ese futuro que todos anhelamos exige que en el mundo reine la paz. Nuestros ejércitos son los encargados de hacerla posible. Como presidente de la nación más poderosa del mundo, garantizo la paz de los pueblos que acepten el orden que establece nuestra democracia y me comprometo a disponer cuanto sea necesario para que nadie pueda alterarlo».

El atronador aplauso de quienes se habían reunido para escuchar presencialmente el esperanzador discurso de su presidente puso punto final a sus palabras. El himno de la nación resonó solemne y poderoso mientras las pantallas de todos los televisores se llenaban de panzudos Santa Claus rodeados de montañas de regalos. El mensaje de esperanza a propios y de aviso a extraños había quedado claro. El mundo entero sabría de ahora en adelante a qué atenerse.

Sólo que... Hasta el más tonto sabe ya que una democracia capitalista es aquella en la cual las clases acomodadas imponen por la fuerza leyes que sumen al pueblo en la miseria, que someten a las gentes y las mantienen hambrientas y obligadas a trabajar por casi nada. Y así, el viento de guerra con el cual el arrogante presidente pretendía atemorizar al mundo entero, más que temores era conciencias lo que agitaba en otros pagos no tan privilegiados como los que le daban soporte. Y allí sí que la Navidad estaba presente. Pero no una Navidad de festejos banales sino de afirmación y confianza en la dignidad del ser humano; una Navidad de solidaridad y de esperanza. Pues cuanto más fuerte redoblan los tambores de la guerra, más enardecen a quienes se oponen a ella.

Pepcastelló



martes, 22 de diciembre de 2009

Carta de Navidad

Hola,

Una vez más les agradezco la invitación a participar de sus “fiestas” pero debo admitir que estoy muy cansado, después de casi 2010 años, de que usen mi nombre para patrocinar tales eventos.

Al que le encanta todo esto es a Claus, que cada día está más gordo y tiene la risa más siniestra. Le ha ido muy bien, especialmente en los últimos años en que lo han nombrado miembro del directorio de varias corporaciones por su participación en el aumento de ventas y ganancias.

Pero yo nada tengo que ver con este despliegue de abundancias. Donde yo nací no había pinos, así que jamás vi. uno, ni nieve, ni luces de colores y mucho menos paquetes con regalos suntuosos llenos de moños.

Nunca fui “popular” en ninguna universidad, ni practiqué deportes de competencia, salvo mis largas caminatas tratando de hablar con la gente, jamás tuve empleo fijo, ni seguro social, no participé en política, ni tuve guardarropas, ni títulos de propiedad, ni acumulé nada salvo compasión.

No usé cosméticos, ni desodorantes, por mi aspecto personal con pelo y barba desgreñados no me permitirían la entrada a ningún mall ni me invitarían a ningún programa de televisión.

Jamás me perdonaron que tratara de echar a los mercaderes del templo, o que dijera que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que un rico entraría al reino de los cielos.

Pero como había hombres y mujeres que parecían fascinados con mi prédica, organizaron religiones, reinos y países encargados de diluir mis palabras y usar sólo algunas para plasmar organizaciones donde predomina el poder y el dinero y que se dedican a predicar el temor entre los más pobres y más débiles.

Hasta se crearon ejércitos pertrechados de armas cada vez más letales y se inventaron motivos para cruentas guerras una y otra vez, se contaminó al planeta, se arrasó con sus recursos y se creó un sistema cada vez más injusto y alienante, la ciencia se prostituyó y a pocos les importó el prójimo.

Últimamente, hordas de “pastores” entrenados en el norte, recorren las casas asegurando que ellos saben interpretar lo que el Señor espera de cada uno (ofrenda y diezmo de por medio) y prometen prosperidad a cambio de “hacerse socio” de El. Curiosamente, el sermón que di en el Monte parece haber sido sepultado en el olvido.

Así que no me esperen este año. Estaré muy ocupado consolando a los enfermos, plantando semillas para reponer los árboles talados, tratando de ahuyentar las emisiones de dióxido de carbono e intentando multiplicar los panes y los peces para saciar el hambre de millones de desposeídos.”

¡Feliz Claus!

J. de N. (Jesús de Nazareth)

* Texto de María Luisa Etchart, argentina, residente en Costa Rica.

http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4139



lunes, 21 de diciembre de 2009

El robo de la gran tienda

Pepcastelló

Cuento de Navidad

Es mitad de diciembre, casi ya Navidad, tiempo de esperanza según la tradición cristiana. El público acude a los comercios a proveerse de regalos. Estamos en una tienda de gran superficie, perteneciente a una cadena de ámbito internacional especializada en útiles y vestimenta para diversas actividades deportivas. La gran nave está abarrotada de mercancía y de gente. Las dependientas no dan abasto a atender lo que les piden, por lo que el público se las arregla como puede para encontrar lo que busca. Todo el mundo remueve las estanterías repletas de género, aunque sin demasiada idea de donde tiene que buscar.

Quien vigila a través de las cámaras ve un cliente que por su aspecto le parece sospechoso y decide observar atentamente sus movimientos, en previsión de que pudiese ser un ladrón. La gran densidad de gente hace difícil ver lo que en realidad hace cada cual, pero aun así el vigilante concentra su atención en ese joven, dispuesto a evitar que hurte nada.

Al cabo de un rato, después de recorrer diversas zonas de la tienda sin que aparentemente haya encontrado lo que buscaba, el joven sale por la puerta de “salida sin compra” y se dirige a la “salida al exterior”. El encargado de las cámaras, persistiendo en su sospecha, activa el cierre de las puertas y avisa a un guardia de seguridad, quien se acerca al joven y tras un breve intercambio de palabras trata de hacerlo entrar en un cuarto contiguo. El joven se niega. Discuten, forcejean... y el guardia va a parar al suelo. En aquel momento un espontáneo surge de entre el público y arremete contra el joven, lo que da tiempo al guardia a incorporarse y volver a la pelea. Entretanto ha sido alertado otro guardia de seguridad de la empresa y entre ambos y el espontáneo sujetan y maniatan al “sospechoso”. Lo arrastran hacia el cuarto, se encierran dentro y a poco aparece una patrulla de policía que entra también en el cuarto y cierra tras de sí la puerta.

Todo ha concluido. El orden ha sido restablecido. Alguien apunta que una buena paliza y un tiempo entre rejas enseñarán a ese desgraciado a respetar a los agentes de seguridad. La paz es un bien estimable. El orden y las fuerzas que lo garantizan merecen todo nuestro apoyo. Los atentados a la propiedad privada de las grandes cadenas de tiendas debieran ser considerados acciones terroristas, por cuanto que alteran la paz y subvierten el orden establecido.

Pasado ya el susto, la gente vuelve a entregarse a la grata tarea de comprar sus regalos navideños, puesto que sin ellos no se concibe hoy la Navidad en nuestra “civilización occidental cristiana”.

Tiendas como la presente contribuyen a mantener la ilusión navideña un año tras otro en nuestra opulenta sociedad sin que nos lleguen los pesares de quienes dejan su vida en jornadas agotadoras de trabajo para ganar un mísero sustento. Lejos nos quedan las maquilas y la miseria de quienes en ellas trabajan en régimen de explotación, de esclavitud casi, sin derechos laborales, donde el menor reclamo conlleva el despido inmediato y las reivindicaciones colectivas son tenidas por alteraciones del orden público y reprimidas como tales por la policía.

Cierto que, si bien se mira, ese orden que impone la pobreza a millones de seres humanos equivale a robarles la vida en beneficio nuestro. Pero desde la perspectiva de la moral capitalista que nos rige no hay que tener por ello cargos de conciencia, porque el robo de esas vidas no es robar sino “crear riqueza”.

Entonemos pues aleluyas y gocemos de los beneficios que el “sagrado” orden establecido nos reporta. ¡Qué duda cabe de que vivimos en el mejor mundo posible!

¡FELIZ NAVIDAD!

Pepcastelló

Este artículo ha sido publicado también en:
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4211
http://www.kaosenlared.net/noticia/el-robo-de-la-gran-tienda
http://www.mercosurnoticias.com/index.php?option=com_content&task=view&id=34219&Itemid=30




La niña Alegría

Rafael Fernando Navarro

Con el cariño de hoy y desde la honradez de la palabra, a los seguidores de mi blog.

Hay que cuidar la alegría. Como hay que cuidar los geranios, la nostalgia, o el amor encontrado de repente en los labios calientes de la vida. Ahora la venden envuelta en celofán, elegante como un río diminuto, envasada al vacío, pura, sin conservantes ni colorantes. Así está en las tiendas de lujo, en los escaparates soberbios del consumo. Alegría a granel, por encargo, alta de precio, que bajará en enero, porque en enero ya no será última moda.

En diciembre se impone la alegría. Se iluminan las noches de los pueblos. Luces breves en cestitos pequeños, como si la gente llevara un amanecer entre las manos. Las grandes ciudades, no. Ellas necesitan demostrar su prepotencia. La luz chorrea desde los árboles, por las paredes. Hay aceras de luz, asfalto de luz, tejados de luz. Se diferencia el centro urbano de los suburbios de chabolas. La luz es patrimonio de los ricos, de las clases medias altas, nunca de los pobres. Los pobres tienen sólo derecho a la oscuridad, a enganchar la pena al generador de penas grandes, sin que se entere la guardia civil, porque a los pobres se les multa incluso por tener penas.

Hay que cuidar la alegría. Caduca pronto. “Consumir preferentemente antes del seis de enero”. Después intoxica, amarga. Se mueren los ángeles que lleva dentro. Y una alegría sin ángeles es como un puñado de jazmines sin tuétanos de aroma. Qué triste la alegría. Tan deseada. Tan manoseada. Tan impuesta. Tan prostituida. Con la fecha de su muerte ciñéndole la cintura. Cinta negra en el pelo de la alegría.

Hay que cuidar la alegría. Como a una especie protegida. Pero sólo en diciembre. Lo ordena un real decreto de las estrellas. Firmado por Belén. Ternura de niño testigo. Pastores. Camellos. Vírgenes azules y trabajadores de garlopa. Asombro de Reyes Magos. Pudor de mujer parida. Primeriza. Con cruces pequeñitas por la sangre. Ríos papel cobrizo. Plateros humildes por los caminos de corcho. Vacas chorreando cariño caliente. Gitanitos paseando las noches, noches nocheras.

Pero a nadie le importa el misterio del hombre. Sólo la alegría. Porque se acaba pronto. Seis de enero. Caballitos de cartón y pelotas de plástico en el chabolerío del suburbio. Trenes electrónicos, universo digital por Gran Vía y Velázquez. Porque la alegría no es igual a la alegría. No confundir el barrio de Salamanca con el cartón piedra de las afueras.

Navidad es el hombre. Naciendo de sí mismo. Creándose. Proyectando futuro. El hombre inaugurando su propia humanidad. Poeta de día séptimo. Sin descanso. Abriendo el vientre de la luz. Indagando la propia identidad para poseerse y entregarse. Dándole a cada hombre su ración de hombre. Dignidad igualada. Sin primacía posible. Creyendo en el tú adorable, en el belén del otro. Dólares al margen, guantánamos clausurados, petróleos blancos de azucenas, entrega de cuerpos abrazados. Crucecitas cicatrizadas en las venas de la virgen primeriza. Madera honrada para la gubia de tanto josé obrero.

Porque Navidad es el hombre, hay que cuidar la alegría. Que no se acabe en enero. Hay que ponerle pañales de mugidos tibios y burritos pequeños y peludos.


Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com/2009/12/la-nina-alegria.html



Curas vascos: ¿escándalo o ejemplaridad?

José M. Castillo

El vigente Código de Derecho Canónico estable que el papa es quien libremente nombra a los obispos (c. 377). El mismo canon indica también que, cuando se trata de hacer un nombramiento episcopal, el Nuncio ha de elaborar una terna que envía a Roma, previa consulta a los obispos de la provincia eclesiástica y al presidente de la Conferencia Episcopal. Es de suponer que, para el nombramiento del nuevo obispo de San Sebastián, se han tenido en cuenta estos requisitos, si bien es cierto que existe la fundada sospecha de que, en este caso, ha debido pesar más la opinión del cardenal Rouco que el punto de vista de los obispos de Bilbao y Vitoria.  No sabemos si el Nuncio, como también dice el citado canon, ha oído el parecer de algunos clérigos o “laicos que destaquen por su sabiduría”. En cualquier caso, el mismo Código señala que, si se hacen estas consultas, eso se haga “en secreto”. Sin duda, esta prevención se toma para que el papa se sienta libre al hacer el nombramiento. Es decir, se asegura así la plena libertad del papa para designar al que prefiera. Lo cual se consigue a costa de ocultar el nombre del obispo elegido al clero y a los fieles laicos a los que va a gobernar ese obispo. Por tanto, resulta evidente que la Iglesia está organizada de manera que lo que en ella interesa sobre todo es afirmar el poder libre del papa. Lo que puedan pensar o cómo puedan reaccionar los sacerdotes y los fieles es algo que en la Curia Vaticana interesa tan poco, que ni se les consulta a los interesados. Y hasta se les oculta la decisión. Como es lógico (y es humano), en un ambiente así, de ocultamiento, la situación se presta a que haya manejos ocultos, al servicio de intereses inconfesables.

Este sistema de nombramientos episcopales hace daño a la Iglesia. Porque lo que con ello se quiere asegurar a toda costa es la sumisión a Roma, por más que el obispo que se nombra no sea la persona que necesita la diócesis a la que va destinado. Es decir, en esta Iglesia, lo primero es asegurar el principio del poder papal, aunque para garantizar eso sea necesario desatender o incluso dañar las necesidades del clero y de los fieles.

Al decir esto, estamos tocando un punto muy sensible para los cristianos. Y también vital para la Iglesia. Por eso, durante todo el primer milenio, el principio organizativo de la Iglesia fue radicalmente distinto. Lo que importó en el cristianismo, durante más de diez siglos, fue la “participación comunitaria”, no el ejercicio del “poder soberano”. Lo sorprendente es que, en aquellos siglos, fueron los papas los primeros que defendieron la participación de los fieles en el nombramiento de sus pastores. Es programática la afirmación del papa san León Magno: “El que debe ser puesto a la cabeza de todos, debe ser elegido por todos” (Epist. X, 6). Es más, se tenía el convencimiento de que el obispo no debía ser impuesto a quienes no lo aceptaban. Se requería el consentimiento del clero y del pueblo. Así lo dispuso el papa Celestino I (Epist. IV, 5), en un texto famoso que quedó recogido, en el s. XI, por el Decreto de Graciano (c. 13, D. LXI): “No se imponga un obispo a quienes lo rechazan. Se requiere el consentimiento y el deseo del pueblo y de los sacerdotes”.

Yo no soy quién para enjuiciar al obispo Munilla. Ni a los curas de San Sebastían. Lo que quiero dejar claro aquí es que, con este sistema de nombramiento de obispos y con los criterios que se siguen en muchos de esos nombramientos, se le está haciendo daño a la Iglesia. Su pérdida de autoridad y de credibilidad es creciente. Porque raro es el día que no nos enteramos de nuevas intervenciones episcopales que extrañan a unos, irritan a otros, escandalizan a muchos, por no hablar de los que ya no quieren saber nada de un colectivo (el episcopal) que resulta extraño hasta en su imagen pública, en su forma de hablar y, sobre todo, en las cosas que dicen no pocos prelados. Esto es lo que piensa mucha gente. Con frecuencia, gente honrada y de buena voluntad.

Al hablar de esta manera, no pretendo dar la razón a los curas vascos. Pero tampoco se la puedo dar a quienes echan mano de la relación que todos estos curas tienen con ETA. No sé si algunos de ellos han sido pro-etarras. Pero decir que todos ellos lo son, es una calumnia.  Además, si algunos lo han sido o lo son, el remedio no es mandarles un obispo que, por lo que se sabe de  él, crispa más la situación. Insisto en que no afirmo que los curas vascos sean escandalosos o ejemplares.  Lo que digo es que, a veces, las cosas se ponen de manera que es necesario el escándalo, para que empiece a verse la ejemplaridad. Porque fue precisamente Jesús el primero que hizo eso ante los dirigentes religiosos de su pueblo y de su tiempo.    

José M. Castillo


domingo, 20 de diciembre de 2009

La movilidad social ya no es ascendente, sino descendente

Esteban Hernández

La conclusión de expertos de toda Europa es clara: “vivimos peor que nuestros padres y nuestros hijos vivirán peor que nosotros”. El descenso social está amenazando a unas clases medias airadas y desorientadas que no saben cómo afrontar su futuro. Como subraya José Félix Tezanos, catedrático de sociología de la UNED y director de la Fundación Sistema, “nos hallamos ante un cambio de consecuencias imprevisibles”. El declive de las clases medias tiene que ver con la crisis (“quien posee mayores recursos siempre tiene reservas para los malos momentos, mientras que las capas medias se caracterizan por vivir al límite de sus posibilidades”), pero también forma parte de un panorama más amplio, el de una movilidad social descendente que resulta novedosa en las sociedades occidentales.

Según Tezanos, hemos entrado en una época en la que los hijos tienen menos oportunidades que sus padres y donde las situaciones de necesidad actuales son paliadas gracias a los recursos familiares, “pero cuando éstos se agoten (porque los padres se jubilen, por ejemplo) vamos a encontrarnos con un fenómeno de gran complejidad y de imprevisibles consecuencias”.

Reyes Calderón, vicedecana de la facultad de Económicas de la Universidad de Navarra, coincide en el diagnóstico sobre el declive que está viviendo el estrato social intermedio en la Vieja Europa. “La consultora Mckinsey publicó un informe intitulado Alemania en el año 2020, en el que aseguraba que la clase media alemana (el 53% de la población) estaba amenazada y caería en la pobreza si no se alcanzaban sostenidamente tasas de crecimiento del PIB superiores al 3%. El ejemplo de Alemania se puede extender a otros países”.

Esa sensación de inseguridad, junto con el deterioro del nivel de vida en el que crecieron, está provocando sentimientos contradictorios en las capas medias. El más frecuente, el del resentimiento: en tanto las promesas en las que se criaron (en esencia, la conservación de un nivel económico a cambio de un esfuerzo formativo) ya no están operativas, y en tanto cumplieron su parte obteniendo los diplomas que se les exigían, buena parte de la clase media vive con una sensación de haber sido estafada. Y se trata de una clase de actitudes que irán en aumento, en parte por la ausencia de mecanismos sociales que las contengan. Como asegura Tezanos, “vivíamos en un mundo con grandes agarraderas vitales, como eran el trabajo y la familia, y con un sistema de identidades fuertes (patria, religión, clase social).

Hoy, por el contrario, las tasas de nupcialidad han caído enormemente, mucha gente no tiene familia a la que recurrir, la mitad de las parroquias en España ya no tienen ni siquiera cura y se descree profundamente de las ideas políticas”. Ese mundo de convicciones firmes ha sido sustituido, afirma Tezanos, por sistemas microscópicos de identidad, “donde imperan pareceres, impresiones y tendencias que proporcionan las tres g: generación, gusto y género. La gente se relaciona con personas de su misma edad, con aficiones similares y de su mismo sexo”. Todos estos factores, pues, hacen que estemos a las puertas de “un cambio de una hondura espectacular”.


Pérdida de valores

Esa debilidad de las grandes ideas se manifiesta, asegura Calderón, en dos terrenos. La pérdida de valores es uno de ellos. “La clase media ha sido tradicionalmente identificada con el esfuerzo, la austeridad, la palabra dada, los lazos familiares. Esos valores no han caído en desuso con la crisis económica sino con la larga etapa de prosperidad artificial que hemos vivido. La riqueza, las metas, el éxito parecían estar siempre al alcance de la mano, se lograban sin esfuerzo y producían altos rendimientos”. La consecuencia de este nuevo contexto fue que la clase media cambió su patrón de consumo, su comportamiento económico y su educación en valores, con consecuencias muy negativas: “Enseña  ahora a tus hijos, que han vivido accediendo a todos los bienes al instante, que tienen que ser felices con muy poco y, ese poco, obtenido con mucho trabajo”.

El segundo aspecto que explicaría la debilidad de las capas medias, según Calderón, son las deficientes acciones institucionales: “si bien los Estados sabían que eran su principal fuente de ingresos fiscales, no han ajustado sus instituciones para fomentar un desarrollo sostenido de sus clases medias. Ser tendero, autónomo, tener una pequeña empresa o un despacho profesional está tan mal tratado en España que más pareciera que fueran enemigos y no amigos”. Y ese entorno de pérdida de poder adquisitivo, “el mal tratamiento fiscal y la dura competencia global (muchas veces sin las mismas reglas de juego) están haciendo que se desplome un sector de la clase media, lo que puede ser una amenaza política, económica y social. Si no alcanzan unos mínimos, nuestra forma de vivir peligrará”.

Las consecuencias políticas de una situación en la que se mezclan el declive económico con el debilitamiento de los lazos sociales y con un resentimiento creciente están todavía por explorar. Es cierto que tenemos experiencias que nos pueden servir de guía, pero también lo es que este contexto tiene componentes nuevos que pueden producir movimientos inesperados. Históricamente, el resentimiento suele traducirse, según Andrew Richards, profesor de ciencia política en el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales de la Fundación Juan March, “en apatía política; es decir, en la tendencia de rechazar los partidos políticos con el argumento que ninguno de ellos representa o defiende sus intereses, que todos los políticos son iguales, etc. El resultado de este tipo de sentimiento es la decisión de no votar, generando así mayores niveles de abstención en las elecciones, y también un declive en la proporción del electorado que se identifica fuertemente con un partido político u otro”.

El segundo efecto del resentimiento consiste “en el apoyo (explícito o implícito) para las fuerzas políticas extremas, de izquierda o – sobre todo, en los últimos años – de derecha, y actitudes cada vez más intolerantes y menos liberales sobre temas como la inmigración, el estado de bienestar y la delincuencia. Y quizás menos confianza (por parte de la clase media) en los sistemas públicos de educación y salud que ofrecen, aparentemente, menos beneficios, y funcionan peor que antes”.

En ese sentido, y dado que la irritación con la política y con sus actores principales está creciendo, bien puede sentenciarse, y así lo significa Richards, que “quienes mejor canalicen ese descontento serán los triunfadores electorales”. El tema clave es cómo dirigir, y hacia dónde, ese caudal de emociones negativas. “En muchos países europeos la izquierda ha adoptado posiciones cada vez más derechistas para mantener la lealtad de sus bases tradicionales, disminuyendo así la amenaza electoral de la derecha. Pero eso significa, a largo plazo por lo menos, la derrota de cualquier agenda política progresista e inclusiva”. En este orden, el contexto español es pertinente, según Richards, en la medida en que en él pelean dos discursos opuestos: mientras el PSOE intenta resaltar los aspectos positivos, el PP hace lo mismo con los negativos. Y, en ese combate, las perspectivas negativas están ganando terreno. “Es verdad que el gobierno consiguió la reelección, pero llama la atención el colapso del apoyo para los socialistas en sus baluartes tradicionales de Madrid, por ejemplo”.

Para Calderón, sin embargo, la debilidad de las formaciones políticas no es más que el reflejo “de una clase media atocinada, que produce partidos sin garra, sin programa, casi sin ideología. Eso tendrá que cambiar. Estimo que la secuencia será, más o menos, la siguiente: las clases  medias dejarán de votar y la socialdemocracia pagará las consecuencias de su aburguesamiento estéril. Entonces surgirán nuevos partidos con ideología y bandera”.  

Pero, asegura Tezanos, el problema va mucho más allá de lo meramente político, puesto que avanzamos hacia un mundo lleno de incertidumbres laborales, económicas y vitales. “Estamos entrando en una nueva era. Se acabó lo conocido”.


Esteban Hernández
http://www.cotizalia.com/en-exclusiva/movilidad-social-ascendente-descendente-20091212.html


sábado, 19 de diciembre de 2009

El efecto Lucifer

Según Phillip Zimbardo

Con la Inquisición empezó el uso por parte del Estado y la Iglesia de aparatos y métodos de tortura utilizados para obtener un bien, aunque con métodos perversos y crueles, buscando quebrar voluntades. Desde entonces es una práctica habitual.

Tres elementos son muy importantes en el análisis de Zimbardo: la Persona (aquel que utiliza su libertad en base a su modo de ser y sus características genéticas, biológicas, físicas y psicológicas), la Situación (contexto conductual que tiene el poder de otorgar identidad y significado a los roles y al estatus de la persona, basándose en recompensas y normas) y el Sistema (agentes y agencias que crean situaciones y determinan roles y conductas de las personas, por medio de su ideología, valores y poder).

Instituciones e ideología

Las instituciones establecen mecanismos para que una ideología se lleve a la práctica de manera operativa. El poder crea un sistema, unas “condiciones situacionales” (Sistema), que permite y facilita la acción llevada a cabo por las personas según su conformación individual (Disposición) y el contexto específico (Situación). Prácticas como la tortura no se dan necesariamente por la presencia de personas con condiciones especiales (enfermas, particularmente malvadas). Pero si la tortura es descubierta es este el argumento que se utiliza para explicarla y que así no afectar a quienes dirigen (son presentados como excepciones, “malos elementos”, “delincuentes disfrazados de policía”, “casos aislados” ).

A causa de la ideología las personas pueden reiniciar a sus principios humanitarios y morales, siguiendo a autoridades carismáticas. La ideología es la norma suprema incuestionable que sustenta y valida un determinado actuar y se convierte en el referente ético de actuación. La ideología se apoya en políticas, programas y procedimientos, los cuales fundamentan al Sistema, dándole a éste cada vez más credibilidad a causa de la costumbre y la práctica. Así, la tortura ha sido justificada y legitimada por regímenes que esgrimen una ideología de un bien común y supremo, que es nombrado como la lucha por la seguridad nacional (y así se permite el combate a los comunistas o a los terroristas, la limitación de derechos fundamentales o realizar guerras).

El entorno social es de importancia para la predisposición al mal actuar: existen alrededor de las personas ideas y patrones que muestran lo que se espera de la gente en ciertas circunstancias (por ejemplo, el papel fuerte que se supone deben jugar los hombres, la subordinación que se exige a las mujeres, el modo de actuar que debe tener un guardia penitenciario según las películas). Esto se evidencia luego en la forma en que la gente puede comportarse en una situación que promueve la aparición de estas ideas preconcebidas y prejuiciadas. Esto también muestra el ejercicio de poder en el medio, el cual determina en gran medida el actuar de las personas.

Poder

Quien crea las condiciones para que se puedan llevar a cabo ilícitos es una “elite de poder”, quien organiza las condiciones de vida y marcos institucionales dentro de los cuales actuar:

“La élite de poder está formada por hombres cuya posición les permite trascender lo entornos ordinarios de las personas ordinarias; están en la posición de tomar decisiones que tienen repercusiones vitales. Que tomen o no esas decisiones es menos importante que la posición que ocupan; el hecho de que no actúen, de que no tomen decisiones, es en sí mismo un acto que suele ser más importante que las decisiones que puedan tomar. Y es que están al mando de las principales jerarquías y organizaciones de la sociedad moderna. Dirigen las grandes empresas. Dirigen la maquinaria del Estado y reclaman sus prerrogativas. Dirigen a la clase militar. Ocupan puestos de mando estratégicos en la estructura social que les ofrecen el medio para conseguir el poder, la riqueza y la fama de que gozan.”

El poder mueve a las personas; ya sea para obtenerlo (al ver las prerrogativas que proporciona) o para mantenerlo. Esto posibilita el surgimiento de conductas aberrantes.

Creación del enemigo

Esta elite, al ser una jerarquía de dominio, crea condiciones que permiten que la ciudadanía tenga un enemigo común, un enemigo creado que al ser tal, es permitido hacerle cualquier cosa sin importar consecuencias, pues se justifica el daño en base a la evitación de otro mayor que podría hacer dicho enemigo. Mediante labor de propaganda se crea este enemigo al cual se teme y se le odia. Con palabras e imágenes se crea un estereotipo abstracto y deshumanizado (animalizado o cosificado) del otro, con atributos de maldad completa, que atenta contra los valores del grupo. Esta imagen se fija muy dentro de las personas y así se instituye el miedo y como reacción puede actuarse de manera obediente, irracional y agresivamente. Esta imagen negativa y distorsionada del otro puede verse reforzada en las personas por prejuicios raciales, conveniencias políticas, presión grupal, culpar al otro de los problemas propios.

La propaganda es importante para logar la deshumanización del enemigo (y por consiguiente justificar el ataque que se le hace). Se inculca en la sociedad el odio a la imagen del enemigo, con el cual se avala el actuar del Estado (o de actores privados, en tanto sus víctimas sean los enemigos). El arquetipo de enemigo crea una paranoia social que lo visualiza como destructor de todo lo preciado (valores, Dios, mujeres, niños, hogares, creencias). Así se justifica también el agredir a inocentes, pues sólo por el hecho de pertenecer al enemigo se ve en ellos el potencial de un futuro peligro.

El miedo es un arma de la cual dispone un Estado para lograr el apoyo ciudadano a la renuncia de libertades y garantías básicas, con tal de lograr la protección que éste ofrece. El miedo impide pensar de manera racional, hace que se vea al enemigo como algo abstracto y digno de ser eliminado. El enemigo como abstracción genera el impulso de torturarlo y matarlo, aún en personas pacíficas.

Conducta antisocial

La conducta prosocial se fomenta al suponer que hay altruismo recíproco con los semejantes. Pero la sensación de anonimato, de no ser conocido o de no importar a los demás, puede fomentar la conducta antisocial. El desorden público es un estímulo situacional que fomenta la delincuencia; si las personas están en un entorno que fomenta el anonimato se reduce la responsabilidad personal y cívica. Esto puede suceder tanto en ámbitos institucionales (escuelas, empresas, ejército, prisiones) como en públicos (linchamientos en plazas).

Sistema

El sistema “está formado por personas, sus expectativas, sus normas, sus políticas y, quizá, sus leyes” . Adquieren base histórica, una estructura de poder político y económico, modelando la conducta de quienes están bajo su influencia. Con el tiempo adquiere autonomía, independiente de quines lo crearon. Tiene una cultura propia y junto a otros sistemas contribuye a la creación de la cultura de la sociedad.

Las Situaciones crean Sistemas. A la vez, los Sistemas sustentan a las Situaciones al darles institucionalidad, autoridad y recursos para que actúen. El Sistema autoriza institucionalmente el comportamiento prescrito para los roles, castigando también la trasgresión. Se convierte en la autoridad máxima que valida los roles, el cumplimiento de las normas y la realización de actos reñidos con leyes, valores y principios fuera de la Situación. La validación toma forma de ideología.

Papel y responsabilidad de los individuos

Inmersos en determinados sistemas que promueven conductas dañinas, las personas actúan según el poder que puedan ejercer en la situación, no tanto por patologías preexistentes. Ciertos contextos facilitan que surjan comportamientos dañinos.

Las personas pueden actuar con maldad cuando su rol tiene límites estrictos que delimitan lo apropiado, lo esperado y lo que refuerza el entrono. Esta forma de desempeñar el papel desconecta a la persona de la moralidad y los valores que normalmente aplica en su vida. Los roles requieren de un sistema que los apoya, los define y los limita, dejando fuera cualquier otra realidad (como la conducta ejemplar que el torturador pueda mostrar en su casa, la cual no puede ni debe influir en el lugar de tortura).

Hay que resaltar que entender los mecanismos que llevan a las personas a actuar mal (como un torturador) no justifica su actuar.

Mecanismos que permiten la transformación de gente normal en “malvada”

Compartimentación: ubicar mentalmente separados aspectos que contradicen las creencias y moral propia en posiciones separadas para evitar la contradicción.

Roles y distanciamiento: el asumirse como sólo cumpliendo un rol, permite distanciarse de éste cuando surja algún impedimento moral, además que permite a la persona liberarse de su responsabilidad al cumplirlo. El rol no es visto como parte de la normalidad o naturalidad de la persona, sino algo así como un disfraz que se viste según la ocasión (y de hecho el rol en cierta medida es diseñado para ser tal y permitir así a los sujetos actuar aún en contra de lo que habitualmente creen o hacen).

Anonimato: se da cuando la persona percibe que su identidad personal no puede ser identificada, puede ser inducida a un actuar antisocial, principalmente si es estimulada u ordenada a actuar así. Cualquier cosa o situación (uniforme, nombre supuesto, tumulto) que oculte el aspecto habitual, haciendo sentir a la persona que nadie sabe quién es o que a nadie le importa, fomenta el anonimato y reduce la responsabilidad personal. La capacidad de hacer daño en estos casos se aumenta si alguna autoridad le concede permiso para actuar antisocialmente.

Desindividuación: el malvado es anónimo, reduciendo su responsabilidad personal y autocontrol, actuando sin límites que le inhiban. Se vive un presente extendido en el que no importan pasado ni futuro. Dominan los sentimientos a la razón y hay más acción que reflexión. Se pierde el actuar regido por convenciones sociales y se actúa como por instinto. La conducta se somete a las exigencias de la situación y de los deseos hormonales. No hay sentido de bien ni de mal, ni culpa. La conducta está bajo el control externo de la situación.

Disonancia cognitiva: surge al hacerse a las personas actuar en contra de lo que creen, se detecta una discrepancia entre lo que se hace y las creencias o valores. Se provoca una tensión interna que para ser reducida, hace que cambie la conducta manifiesta o las creencias y así lograr una coherencia en medio de ese actuar y creer contradictorio. Si la discrepancia es grande, mayor será la motivación para lograr el equilibrio y mayores serán los cambios que se logren. De esta manera, se justifica el daño pues se crean en la mente razones poderosas para infligirlo (órdenes superiores, amenaza contra la integridad personal, ser buen funcionario, hay buena recompensa, se evitará un castigo fuerte). Generalmente el cambio se da en el plano de las creencias, ya que en ellas no hay sanción pública pues no son notorias más que para la persona, mientras que la conducta es más susceptible de ser presionada. Se recurre entonces a racionalizaciones, más que a razonamientos (o sea, a justificar las discrepancias internas). Con esto se logra un convencimiento público y personal de que se está actuando correctamente.

Respaldo social: existe en las personas la necesidad de tener aprobación o respaldo social. Ser aceptado o admitido como uno más del grupo puede mover a realizar cualquier acto, aún si es moralmente tachable, siempre y cuando implique poder ser parte y no quedar fuera del grupo. Esto puede degenerar en conformidad y obediencia excesivas y en hostilidad del grupo hacia los que no son parte de él. La autonomía y el control se ejercen no hacia objetivos personales, sino en función de las directrices del grupo, dominando a otros o mostrando indefensión aprendida.

Deshumanización: privar al otro de su humanidad y valor personal, ya que se piensa que no tiene los mismos atributos personales que los del propio grupo. De esta manera no se ve como un semejante en características y valía. Al cosificar al otro se facilita el destruirle; los objetos pierden su condición humana y así se suspende en quien deshumaniza la moralidad que le impediría en otras circunstancias hacer el daño. Entonces se facilita realizar actos inhumanos. Se logra usando la intelectualización, la negación y el aislamiento de emociones. Crea un tipo de relación no entre iguales, sino como con un objeto, sin empatía ni emocionalidad. Este proceso está muy ligado a la propaganda y la estereotipación que infunden imaginarios que desvirtúan al otro, facilitando así, dándole argumentos, a la deshumanización.

Necesidades positivas que se transforman. La necesidad de coherencia y racionalidad, que da una dirección significativa a la vida, puede convertirse en la presencia de compromisos disonantes en la aceptación y racionalización de decisiones desatinadas. La necesidad de conocer y entender el entorno y la relación con él lleva a la curiosidad y al descubrimiento, pero en un entorno sin sentido lleva a la frustración y al aislamiento, pues no puede desarrollarse. La necesidad de estímulos permite explorar y asumir riesgos, pero deriva en aburrimiento en un entorno estático, y el aburrimiento puede motivar actos despiadados.

Conformidad con el grupo: los grupos influyen indirectamente ofreciendo un modelo de conducta a imitar. En la conformidad influyen dos mecanismos: necesidades informativas y necesidades normativas. Las informativas constituyen los datos de otras personas que ayudan a orientarse en situaciones desconocidas. Las normativas constituyen en estar de acuerdo con otros debido al deseo de aceptación.

Desconexión moral

Las personas desarrollan controles de pensamientos y actos que impiden actuar inhumanamente y también fomentan actos humanitarios. Estos controles no son fijos ni estáticos, sino guiados por un proceso dinámico en el que la censura moral se activa de manera selectiva para actuar aceptablemente según las circunstancias. Incluso esta censura se puede desconectar de conductas reprobables en ciertas ocasiones o situaciones o para ciertos fines.

Esta desconexión se logra al activar alguno o todos los siguientes mecanismos. Puede redefinirse la conducta dañina como honorable (creando justificaciones morales para la violencia, comparar favorablemente la conducta propia en contraste con otra peor, usando eufemismos para describir los actos crueles). Se puede minimizar la sensación de que hay relación directa entre los propios actos y sus resultados perjudiciales (se difumina o se desplaza la responsabilidad personal, por ejemplo al nombrarse como colaborador o subordinado). Se puede modificar la manera de evaluar el verdadero daño que se ha causado (se le minimiza, se ignora, se distorsiona o se niega el daño). Por último, se crea una imagen de la víctima como merecedora del castigo (culpándolas de lo que han sufrido y deshumanizándolas).

Experimento de prisión de Stanford (EPS)

En el experimento participaron personas normales según las evaluaciones psicológicas. No había indicios de patologías previas al EPS; éstas surgieron como producto de las “fuerzas situacionales” que actuaban en ellos durante el tiempo del EPS. Finalizado el experimento, tras muy breve tiempo, las personas volvieron a la condición que tenían antes del EPS. Actuaron sobre ellos los roles, las normas y las reglas, el anonimato de persona y lugar, los procesos de deshumanización, las presiones para buscar conformidad, la identidad colectiva, principalmente.

Indefensión aprendida

Estado de resignación pasiva y depresión que surge tras unos fracasos o castigos continuos, sobre todo si estos fracasos y castigos parecen arbitrarios y no dependen de los propios actos. (pág. 272)

La situación

Actuar con maldad puede inducirse intencionadamente en personas normales (“buenas”), puede lograrse que “actúen de manera irracional, estúpida, autodestructiva, antisocial e irreflexiva” –como en el caso de los torturadores– si se introducen en una situación total. Esta consiste en un encierro físico y psicológico que termina restringiendo en márgenes muy estrechos las estructuras de recompensa e información. Impacta de tal manera que afecta la sensación de estabilidad y coherencia de la personalidad, del carácter y la moralidad. Una idea básica es la creencia en bien y mal absolutos y se piensa que las personas están situadas en el Bien o en el Mal, de manera completa (se es bueno o se es malo). Sin embargo, existe el potencial de “crear monstruos” a partir de gente normal, según las fuerzas sociales en que le afecten. Debido a éstas, puede renunciarse “a la humanidad y la compasión ante el poder social y las ideologías abstractas de la conquista y la seguridad nacional”. Así, la posibilidad de actuar con maldad está en cualquiera, en personas comunes, no sólo en personas identificadas como malvadas.

Estas situaciones totales son tan nuevas que las personas no pueden recurrir a sus patrones anteriores de actuación. Las recompensas cuentan más que la personalidad (pues sus reacciones anteriores no son de mucha utilidad en esta nueva situación). Pero también tienen mucho valor las normas, ya que determinan la realidad de la situación. Son “un medio simplificado y formal de controlar conductas complejas e informales”. Son el marco que determina “lo necesario, aceptable y recompensado” y lo que es inaceptable y punible. Se tornan autónomas y arbitrarias, dependientes de la autoridad que las ejerce, más que de su sentido o necesidad. Son instrumento de dominio para quienes detentan el poder, ya sea quienes hacen las normas o quienes las hacen cumplir. Son inherentes a la Situación, pero es el Sistema quien se encarga de contratar a quienes deben hacerlas cumplir o crea correctivos para los infractores. La naturaleza de la situación y no los rasgos personales, llevan a actuar de determinada manera.

Según la manera en que las personas perciben la situación, activa procesos psicológicos que brindan significado a lo que sucede en ella, creando así la realidad social. Se producen creencias que modifican la forma de percibir una situación y asimilarla a las expectativas y valores de la persona.

Las personas pueden aprender a practicar actos malvados si son impuestos por sistemas de autoridad superior que recompensan la adhesión y dificultan la separación de la tarea. El apoyo institucional a la violencia hay adherencia mediante cambio de valores (adaptación al rol exigido), a pesar de la repulsión que la conducta signifique para la persona. Además se rodea de “circunstancias que le impiden saber o intuir que realiza actos de maldad”.

También si las situaciones ubican a las personas en situaciones de bloqueo, suspensión o distorsión de controles cognitivos que guían la conducta. Se suspende la conciencia de uno mismo, de la responsabilidad, de moralidad, de compromiso, de miedo, de culpa, entre otros. Esto se logra la reducir la responsabilidad social de la persona y la preocupación por la evaluación social (a través del anonimato y desindividuación) y al reducir el interés de la persona en autoevaluarse, eliminando el autocontrol y la coherencia (con alteración de conciencia por sustancias, por emociones fuertes, realizar actos muy intensos, vivir un presente expandido o proyectar la responsabilidad hacia los demás).

Ética absoluta y relativa

La ética absoluta es aquella cuyos principios morales no varían en relación con las condiciones, situaciones, personas y conveniencias de su aplicación. La ética relativa tiene principios que se aplican según la situación, son relativos y juzgan según criterios pragmáticos con principios utilitarios.

Espectadores

El aval social de las atrocidades viene muchas veces de los espectadores quienes juegan un rol pasivo. Con su aceptación de la situación no ven la realidad de ésta. Se intelectualiza, logrando con ello distanciarse del sufrimiento real que se está produciendo. La maldad por inacción o pasividad hace que quienes dañan crean que los demás aceptan y aprueban lo que hacen debido a su silencio o indiferencia. En masa, el actuar correcto se inhibe, por la tendencia a pensar que hay otros que van a ayudar, impidiendo que alguien tome la iniciativa, diluyendo la sensación de responsabilidad personal. No es insensibilidad ni sólo el temor a ser dañados, sino pesa mucho el temor a hacer el ridículo, a equivocarse o a tener consecuencias por meterse en asuntos que no son propios. Esta pasividad puede instalarse en los Estados, permitiendo así actos atroces, no sólo tortura, sino genocidio, asesinatos, violaciones, secuestros. Esto se da tanto a lo interno de un Estado, como a aquellos que minimizan, niegan o ignoran voluntariamente la magnitud de lo que puede estar sucediendo en algún país vecino.

Tiene relación con esto la interiorización que muchas veces se hace de la pasividad ante las autoridades. Entran en juego “restricciones autoimpuestas” en su actuar, con tal de estar acorde a lo que se espera de la persona y evitar cualquier reacción desfavorable del entorno. Se rompen los lazos de relación humana, viendo a los otros como amenaza.

Pero también existe la maldad administrativa, que es la base de la complicidad en la cadena de mando política y militar de los maltratos y torturas. Es toda la serie de métodos correctos y pasos para lograr una máxima eficiencia, sin reconocer que ciertos medios son inmorales, ilegales o carentes de ética, sin reconocer la realidad de los maltratos. Estos actos son presentados como necesarios para defender la seguridad nacional (o la propiedad privada). Los responsables de dicha maldad “pueden ser grandes empresas, cuerpos de seguridad, instituciones penitenciarias, fuerzas armadas, centros gubernamentales y también grupos revolucionarios radicales”. Existe una base legal, no necesariamente ética, que posibilita provocar sufrimiento y aún la muerte, con el fin de alcanzar los objetivos de una ideología (las leyes derivadas de la solución final hitleriana, la doctrina de seguridad nacional institucionalizada, el acta patriótica [Patriot Act] en Estados Unidos para combatir el terrorismo). Maquiavélicamente se busca un supuesto beneficio mayor a cualquier costo o medio. Para lograrlo, aún se ha llegado a redefinir la tortura a fin de hacerla viable de manera legal y con la excusa de la protección de la seguridad nacional.

Denuncia relativa a la tortura

Un programa del ejército estadounidense (SERE: supervivencia, evasión, resistencia y fuga) ha sido enseñado a las fuerzas armadas originalmente para soportar maltratos e interrogatorios extremos por parte de algún enemigo. Presenta la situación física y psicológica que se da durante estas situaciones y les prepara en caso de que se dé. Pero se acusa a las altas autoridades de estar usando este programa no para aumentar la resistencia de los soldados, sino para desarrollar técnicas más efectivas para interrogar a sus enemigos. Esto convierte a los maltratos y a la tortura en una política estatal estadounidense (no en práctica de algunos miembros aislados que actúan por sí mismos). Sus técnicas buscan lograr doblegar al interrogado, principalmente con técnicas de tortura psicológica. Sus tácticas básicas son humillación y degradación personal, humillación basada en prácticas religiosas y culturales, privación de sueño, privación sensorial y sobrecarga sensorial, tormentos físicos para crear miedo y ansiedad (inmersión en agua, hipotermia). Según pudo constatarse en las prisiones iraquíes administradas por Estados Unidos, las situaciones que distan del ideal (sobrepoblación carcelaria, poco personal, cansancio, peligro, ausencia de controles) y aliento para torturar (sin mediar instrucciones explícitas pero no por eso ingenuas ni menos influyentes), permitían que los guardias torturaran. La ausencia de órdenes directas produce una salida a los altos mandos ante cualquier posible denuncia (lleva luego a culpar a los individuos que son descubiertos –pese a la impunidad que puede rodearles– y nunca a mandos superiores). Se crean situaciones patológicas (no necesariamente con personas patológicas, sino con las condiciones ya mencionadas) que reorientan la conducta de las personas; “la anormalidad radicaba en la naturaleza psicológica de la situación y no en quienes pasaron por ella”.

Suele haber un doble discurso que por un lado condena prácticas como tortura y brutalidad cuando la cometen otros países, pero son justificadas cuando son usadas por ellos mismos (y se recurre a eufemismos para nombrarlas y a artilugios legales para permitirlas).

Torturadores

Para poder operar deben tener una concepción clara del enemigo. Este es aquel que el Sistema considera una amenaza, aún siendo ciudadanos de su Estado. Son etiquetados (guerrilleros, comunistas, ladrones, terroristas).

Surge en estas personas la maldad creativa, que es la capacidad de imaginar, producir o mejorar formas de tormento.

Ser torturador es considerado sólo un trabajo, un bien para la patria. Pero no es algo simple, pues la tortura implica una relación personal; “es esencial que el torturador tenga claro qué clase de tortura debe emplear, con qué intensidad debe torturar a una persona dada en cada momento”. Debe lograrse la confesión antes de la muerte, pues esto es lo que le requieren sus superiores y si lo hace recibe recompensas –o la ira si no lo hace.

Respecto al perfil del torturador, Zimbardo y otros estudiaron la tortura en Brasil y en base a sus entrevistas pudieron determinar que durante el adiestramiento se eliminan las personalidades sádicas, pues el disfrute de causar dolor les desenfoca de la tarea de obtener información. Así que los torturadores (así como miembros de escuadrones de la muerte) eran personas normales y no desarrollaron alguna patología después de dedicarse a esas tareas. Se había conseguido que lo hicieran debido al adiestramiento recibido para tal fin, el espíritu de grupo, la aceptación de la ideología de seguridad nacional y el ver a los opositores como enemigos de la patria. Influía también el que se sintieran como empleados públicos especiales y superiores al resto debido a la índole de su misión, la secretividad y la presión que recibían para obtener resultados.

La escalada de daño que puede producirse en la tortura parece producir una excitación emocional que no es que motive la parte sádica, sino más bien produce una sensación de dominio y control sobre los demás, la cual es placentera, especialmente si se cree que las otras personas merecen recibir ese daño.

No se necesitan órdenes expresas para realizar la tortura, esta no se alienta directamente. Pero hay un clima de permisividad derivado de la exigencia de resultados a cualquier costo, de la sensación de laissez faire, de no personalizar la responsabilidad de lo que ocurre y la impunidad. Se reduce el razonamiento moral y se produce la desconexión moral que posibilita la tortura.

La impunidad es un factor necesario para posibilitar la situación. Esta protege principalmente a quienes diseñan las políticas que promueven la tortura y el maltrato, así como a sus perpetradores.


Publicado por ARGENPRESS
http://cultural.argenpress.info/2009/12/el-efecto-lucifer.html


viernes, 18 de diciembre de 2009

Semblanza de Pedro Casaldáliga

Berta Iglesias, Luis y María González Reyes

"La esperanza debe ser creíble, activa, justificable y que actúe"

El pasado verano, un grupo de militantes de Ecologistas en Acción, ¿Quién debe a quién? y OMAL conocimos al poeta y obispo emérito Pedro Casaldáliga. Es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más destacadas de la Teología de la Liberación.

Hace más de cuarenta años llegó a la región de Sao Félix de Araguaia, en Matto Grosso, Brasil. Había recibido educación franquista y había tenido contacto con la pobreza, primero en zonas obreras de Cataluña y luego en una breve experiencia en Guinea. Sin embargo, fue lo que encontró en Brasil lo que le hizo comprender que la lucha contra la injusticia suponía ponerse al lado de las personas empobrecidas y, por lo tanto, enfrentarse a los ricos terratenientes. Su primera carta pastoral se tituló "Una Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social". Esto, en una región de selva como aquella, significa apoyar al pequeño campesinado, a la población indígena y a la gente que sobrevivía de la pesca en los ríos, frente a los abusos de los terratenientes y, hoy en día, de las grandes transnacionales del agronegocio.

Esta actitud vital y política combativa le ha valido ser objetivo de numerosos atentados. Aún hoy, enfermo de parkinson y con 81 años, continúa amenazado de muerte por defender el derecho de los indios xavante a recuperar su tierra, robada hace más de cuarenta años.

Nos sorprendió por su lucidez y su determinación pero, sobre todo, por su compromiso y la coherencia radical con la que vive, por convertir sus palabras en actos que se multiplican. Su análisis de la coyuntura internacional y nacional brasileira le ha llevado a complementar la Teología de la Liberación acercándola a la “Ecoteología”. Esta vertiente de la teología cristiana sostiene que, para vivir verdaderamente el compromiso, debemos defender del expolio a la naturaleza y a la gente más desfavorecida. Según sus propias palabras: ”A día de hoy, hay diferentes teologías de la liberación. Lo que se ha hecho es incorporar más explícitamente temas, sectores de la sociedad, de la vida, que antes no eran tan considerados. Han ido surgiendo las cuestiones asociadas a los indígenas, las mujeres, la ecología, los niños de la calle... Ahora, se trata de una teología enriquecida por las reivindicaciones de esos grupos emergentes, y por eso, la Teología de la Liberación ya es muy plural en sus objetivos, siempre dentro de la reivindicación de la liberación”.

Uno de los hechos que más ha denunciado a lo largo de su vida es la estrategia del gran capital brasileño, y por ende, mundial, que fomenta que las clases desfavorecidas se enfrenten entre sí, olvidando así quién es el verdadero enemigo. De este modo, pareciera que la lucha por la tierra que mantienen los indígenas colisionase con los intereses del campesinado, de las poblaciones descendientes de los esclavos, y todos ellos, a su vez, con el ambientalismo.

Casaldáliga sostiene que las luchas sociales deben acompañar a las ecologistas, puesto que no son más que una única lucha contra el capitalismo, que arrasa la naturaleza del mismo modo que las culturas y los derechos de los pueblos: “ Dentro de esta visión de globalidad, descubrí por fin que el planeta es nuestra única casa. Y no hay modo de salvarnos nosotros si no salvamos el planeta. Mejor aún: es bueno recordar que podemos desaparecer completamente los hombres y el planeta seguirá. Hasta por egoísmo, diríamos, ahora nosotros sólo nos salvamos si es con el planeta ” . Su visión integradora tiene fuertes semejanzas con la ecología social: no se puede luchar por el medio ambiente olvidando a las personas que en él habitan y, del mismo modo, es un error metodológico y de fondo luchar por la humanidad sin proteger los distintos ecosistemas. Todo ello está entrelazado dentro del actual sistema económico y político que se sustenta en la destrucción de la vida.

Casaldáliga se ha caracterizado por el compromiso y por la austeridad. Cuentan quienes lo conocen desde hace tiempo que nunca ha aceptado “lujos”, ni comodidades tecnológicas que no pudieran usar también las brasileñas y brasileños más pobres. Siempre viajó en autobús, horas y horas, incluso días de viaje para acudir a sus compromisos. Nunca en avioneta. Su casa, con la puerta abierta y acogedora, ha sido una de las últimas de Sao Félix en tener nevera. Y es que, para Casaldáliga, el consumismo es el gran “demonio” de nuestro tiempo. Con él, además de devorar el planeta y enfermarlo con nuestras basuras, nos hacemos cómplices del capitalismo y de su crueldad. Si tenemos algo de sobra, se lo estamos robando a alguien. “Mientras creamos que podemos tener todo lo que queramos, no hay solución”. “ Hasta ahora el consumismo se ha visto como un exceso de vanidades, que si hay que tener cuarenta pares de zapatos, dos televisiones, etc. Pero esto es mucho más serio: se consumen derechos, se consumen necesidades. Si hay un 20 por ciento de personas y familias que viven bien, que viven en la civilización del bienestar, hay un 80 por ciento que no tiene lo fundamental. El consumismo es capitalista, y todo lo malo que tiene el capitalismo lo tiene el consumismo”. De alguna forma, su apuesta por vivir austeramente, de vivir con menos, plasma la propuesta ecologista del decrecimiento. Vivir con menos quienes tenemos demasiado, para que podamos vivir mejor todas las personas.

Menudo, sonriente, cariñoso, muy cariñoso, contagia esperanza. “La utopía es hija de la esperanza. Y la esperanza es el ADN de la raza humana. Pueden quitárnoslo todo menos la fiel esperanza, como digo en un poema. Ahora bien, ha de ser una esperanza creíble, activa, justificable y que actúe”.

En sus 40 años en Sao Félix, algunas cosas han mejorado o, al menos, han empeorado más lentamente, gracias a su labor de denuncia. El obispo emérito y las personas con las que ha formado durante tanto tiempo equipo son los más potentes agentes de transformación social de la zona y están entre los actores clave de la lucha sociopolítica en Brasil. No en vano estuvieron al frente de las primeras denuncias a la dictadura, apoyaron activamente el nacimiento de movimientos como el MST, o se colocaron del lado de la revolución sandinista. Sus logros son patentes: “Cuando yo vine a América Latina, hace 41 años, los negros, en su inmensa mayoría, no se reconocían como tales. Incluso, se estiraban el pelo para que no pareciera cabello de negro. Ahora están recuperando su orgullo, su identidad. Algo parecido ha ocurrido con la población indígena. Cuando llegué a Brasil se decía que había 150.000 indios, mientras hoy hay un millón. En esta región, por ejemplo, los indígenas tapirapé reconquistaron su territorio, los karajá han reconquistado asimismo una parte de sus territorios, los xavante también... y todo eso tiene espíritu de Teología de la Liberación”. Y esto de hacer justicia tiene mucho que ver con la conservación de los últimos restos de selva que quedan en la región No en vano los mejores espacios conservados son los territorios indígenas. Ha sido una verdadera suerte poder conocerlo ahora que su vida va llegando al final. En chancletas, como el resto de los habitantes del Araguaia, con paso tembloroso, bien dirigido, continúa el camino activo hacia un mundo más justo, más ecológico. En resumen, más humano.


Berta Iglesias, Luis y María González Reyes
Ecologista
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97232



miércoles, 16 de diciembre de 2009

Democracia

Jaime Richart

Como decíamos ayer… la democracia es de derechas. Al menos y desde luego la democracia capitalista.   Porque hay otras democracias pese a que el premier británico Winston Churchill dijera que la democracia es el menos malo de los sistemas posibles.   Churchill  dijo exactamente: “la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han probado de tiempo en tiempo”. (Cámara de los Comunes, 1947)”.

Según él y según eso, parece que solo haya una… Pero “democracia” es un concepto anfibológico, equívoco, impreciso en cuanto a su significado final. No extrañe, la realidad es un poliedro con numerosos ángulos, aristas y planos geométricos. De aquí viene que bajo la misma bandera los pueblos y los individuos emprendan debates, confrontaciones, dialécticas y guerras. Se enarbolan palabras como justicia, dios y libertad tanto para prometer una vida mejor como para matar, tanto para justificar un golpe de Estado de un signo como para implantar un Estado totalitario, tanto para justificar la hacienda propia como para defender la ajena. Al final no es el total de las mayorías sociales las que deciden, sino el total de las mayorías sociales de estamentos o clase por más que los que disponen, de uno u otro modo, de nuestro destino quieran a toda costa suprimir el concepto de clase porque eso les pone en evidencia y les denuncia.

Ahora no voy a permitirme un discurso didáctico sobre formas de democracia, ni sobre los sistemas en los que quien gobierna es verdaderamente el pueblo, la colectividad, el conjunto de los individuos que “se” pertene¬cen a un mismo territorio, y no uno solo (monarquía) o unos pocos (aristocracia). Y no lo intento, porque es de sobra conocido y cualquiera puede documentarse incluso en Google…

Pero lo que sí me parece preciso remover es otro asunto, otro sesgo de la idea. Me refiero a la semántica, a la constatación de que todos los conceptos morales por definición abstractos (dios, virtud, bien, justicia, libertad filosófica, amor humano, amor divino etc.), y todos los conceptos además de abstractos, políticos (patria, libertad formal, justicia social, fidelidad, democracia, etc.) son en sí mismos cajones vacíos que hay que rellenar o muñecos desnudos que hay que vestir. Rellenar o vestir con otros conceptos o nociones o vocablos que están distribuidos por los distintos niveles de pensamiento de que es capaz todo mortal.
 
Podemos elegir entre definiciones y reflexiones, pero yo, hoy, me quedo con ésta de Tocqueville porque me parece de toda actualidad: “Un estado democrático de la sociedad, similar al de los americanos, puede ofrecer singulares facilidades para establecer el despotismo”. En el socialismo real los países con sistemas políticos inspirados en el comunismo marxista, como China o Cuba, también poseen sistemas de gobierno que las otras llaman  "democracias populares”. Las “democracias populares” están organizadas sobre la base de un sistema de partido político único o hegemónico, íntimamente vinculado al Estado, en el que puede participar toda la población y dentro del cual se organiza la representación de las diferentes posiciones políticas, o al menos de la mayor parte de las mismas. Por otra parte en la “democracia popular” la  libertad de expresión  y de prensa están restringidas y controladas por el Estado. Pero la “democracia popular” es la única democracia en la cual se puede garantizar la igualdad económica, la social y la cultural de los ciudadanos, ya que los poderes económicos privados y de hecho no pueden influir en el sistema de representación.
 
Por consiguiente, no nos equivoquemos, la izquierda real, pese a que también luego discrepemos en lo accesorio porque tenemos una cultura perversa en la que el solo discrepar ya nos hace sentirnos estúpidamente libres, soportamos unas democracias organizadas por ordenamientos jurídicos a la medida y conveniencia de los patricios; unos tinglados manejadas realmente por las derechas, por la plutocracia o gobierno del dinero, por las instituciones religiosas, por el poder policíaco y por el poder militar.
 
No nos extrañe pues que en el pueblo llano cunda el desaliento y el desinterés por la política aunque le preste atención. Y no nos extrañe tampoco que desde este “nimio” detalle ganen las mayorías activas siempre y por definición desahogadas, aunque sea a costa en buena medida de las minorías pasivas. Pero la eventual atención que prestan estas es morbosa, curiosidad por ver hasta dónde llegan el cinismo, la contradicción, el chanchullo y el abuso consustanciales a la democracia capitalista. No es, en todo caso, una atención positiva y constructiva, ni quieren contribuir a que lo sea, pues viven al margen virtual de ésta y a pesar de ésta. El pueblo “real” está en manos de esas mayorías, en manos de gente que no hace sino demagogia, que mide sus palabras por la demagogia y que por la demagogia guían sus hechos. (No es necesario tampoco recordar que demagogia es la fórmula de los políticos comunes por la que halagan los sentimientos de las masas, para hacerlas instrumento de dominio). No se asombre la Comunidad Europea, seriamente preocupada por el debilitamiento de la democracia en Turquía. Ese debilitamiento de la democracia capitalista, no ha hecho más que empezar en Europa y en América Latina. Sencillamente porque poco a poco todo el mundo va viendo el truco del ilusionista.
 
Aguantemos, pues, mientras tanto la democracia que nos toca, pero no olvidemos que, pese a los cantos excluyentes a la democracia del capital infame, existen otras democracias posibles y liberadoras a condición de que se las deje desarrollar en paz. Por ahora baste el apunte. La cuestión está en saber si queremos ser manejados por la clase tan adinerada como depravada y su cohorte, o por el pueblo con sus espontaneidades y sus vicios naturales.


Jaime Richart
16 Diciembre 2009


martes, 15 de diciembre de 2009

Distintas formas de entender el mundo

Domingo Riorda

“Solamente con el discurso de mañana por la noche usted transformará en cínicos y desilusionados a multitud de jóvenes que fueron la columna vertebral de su campaña. Les va a demostrar que lo que siempre escucharon es verdad – que todos los políticos son así. No puedo creer sencillamente que usted va a hacer lo que se dice que va a hacer. Diga que no es cierto, por favor.”

Ese párrafo se encuentra en la “Carta abierta al Presidente Obama” de Michael Moore. La dio a conocer el día antes que el Presidente de Estados Unidos comunicara la decisión de incrementar la cantidad de tropas estadounidense en Afganistán.

Moore, dirigiéndose a Obama le explicitó cual debiera ser la actitud del Presidente.
“Su trabajo no es hacer lo que los generales le dicen que debe hacer. SOMOS un gobierno civil. Somos NOSOTROS los que debemos decirles a los jefes militares lo que deben hacer.  Es como el General Washington insistía en que debe ser. Es lo que le dijo el Presidente Truman al general Mac Arthur cuando este quería invadir China. “¡Usted está despedido!”

Obama, además de enviar más tropas a Afganistán, se hizo presente en Oslo para recibir el Nobel de la Paz. En la nota “Una manera de entender el mundo”, en Página 12 del domingo 13 de diciembre, el periodista Washington Uranga comenta:
“….Barack Obama desairó a quienes lo premiaron (a cuenta y por supuestos futuros méritos) con el Nobel de la Paz, haciendo una reivindicación de la guerra “justificada” (¿?). En la misma ocasión, el presidente norteamericano, que cada día se parece más a sus antecesores salvo por el color de su tez, dejó en claro que por encima de todo es el mandatario de la primera potencia del mundo y –mientras ordenaba enviar más fuerzas a Afganistán– pretendió sacarse de encima el adjetivo de cínico con el que sabía que le apuntarían porque “hacer uso de la fuerza es apenas reconocer la historia y las imperfecciones del hombre”. Le faltó decir que para corregir el rumbo de la historia y poner a raya las imperfecciones está, precisamente, el poder económico y bélico de los Estados Unidos”

Decisiones, como la de incrementar el número de tropas en Afganistán, se promocionan afirmando que esta es la realidad de la vida. Al respecto, en su Carta a Obama, Moore disiente y aporta datos probatorios,  con un buen uso de la ironía.
“Hace treinta años, un Día de Acción de Gracias, los generales soviéticos tuvieron la ¨brillante¨ idea de invadir Afganistán y ese fue el golpe final que sepultó a la URSS.
Es lógico que no puedan llamar a Afganistán el “Estado Jardín” (aunque podrían ver como el corrupto presidente Karzai, con nosotros detrás, tiene un hermano que  comercio con la heroína extraída de las amapolas) El apodo de Afaganistán es la “Tumba de los Imperios” Si no lo cree llame a los británicos, le daría en todo caso el número del Gengis Khan, pero lo he perdido. Tengo sí el de Gorbachov. Creo que es +1 22 789 1662. Estoy seguro de que él podrá hacerle  una atendible confidencia sobre el histórico error que está por comete”.

En el país que se encuentra hacia el final de  una de las dos grandes secciones que aparecen en el mapamundi construido por los países supuestamente desarrollados, ocurre algo parecido.

Tomando el caso de que en la ciudad Autónoma de Buenos Aires fue designado a cargo de la cartera de Educación Abel Posse, defensor del asesino y torturador Luciano Benjamín Menéndez,  Washington Uranga, siguiendo lo de Obama, detalla que
“Con lógica similar, pero en el ámbito local, Abel Posse asumió la cartera de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, reivindicando a los militares golpistas y violadores de los derechos humanos, la ¨mano dura¨ y acusando al gobierno nacional de ¨troskoleninista¨. Tampoco es nuevo lo de Posse. Con la diferencia de que el ahora ministro de Educación de la Ciudad se parece a sí mismo y a quienes, como él, siguen haciendo apología de los desmanes de la dictadura militar. Así como Obama dice representar el sentir de los norteamericanos, Posse asegura ser vocero de mayorías al sostener que lo que él expresa ¨lo siente todo el mundo¨. Si bien se puede discrepar con esta afirmación (basta preguntarse cuántos votos obtendría Posse como candidato a cualquier cargo electivo), es evidente que el ahora ministro es un vocero del sector más fascista e intolerante de la sociedad argentina”.

Mencionado a otros personajes “locales”, Uranga analiza que ellos
“forman parte de la misma manera de entender el mundo, según la cual la única verdad es la propia y, ¨por el bien de todos¨ y por encima de cualquier argumento, hay que imponerla así sea por la fuerza y la violencia, también por sobre las instituciones, cuando éstas no son funcionales a lo que ellos pretenden”

En ese país, que en un poco difundido mapamundi visto desde el Sur dejaría de estar en el último lugar para aparecer en  el primero,  funcionan instituciones que están enjuiciando y condenando a militares y civiles actuantes activos en torturas, asesinatos y  desapariciones durante la Dictadura del 76.

Esa es otra manera de ver el mundo, como también propone Moore a Obama en la mencionada carta.
“¿Qué hubiera hecho Martín Luther Kinf, Jr? ¿Qué hubiera hecho su abuela? No mande más pobres a matar a otros pobres que no los amenazan, eso es lo que hubiera hecho No gaste billones y trillones para sostener una guerra mientras que los chicos de este país duermen en las calles y viven al borde de la pobreza"

Una lectura ágil los medios de comunicación “locales”, habilita para distinguir el enorme esfuerzo que hacen los presuntos comunicadores para que la sociedad siga embalada en creer que cunde el pánico y olvide que la dirigencia política formateada para conseguir votos mediante el compromiso de  terminar con la inseguridad y la corrupción, utiliza sus primeras sesiones de flamantes diputados para discutir sobre quienes ocupan las sillas preferenciales de las Comisiones Parlamentarias y acuerdan aprobar leyes donde el tema de la corrupción y la inseguridad desaparecen.

Es una forma de ver el mundo desde la dirigencia. No desde la gente.

Resulta aleccionador que entre los pasajes bíblicos del domingo pasado, leídos en la mayoría de las iglesias, se encuentre el de Lucas 3 que relata lo ocurrido con  un ignoto desconocido, de ruda vestimenta, sin acreditaciones oficiales, un tipo del desierto, que tiene un gran poder de convocatoria.

La gente lo buscaba para recibir orientación. Lucas, un historiador, cuenta que fueron los soldados, los recaudadores de impuestos y los de un pasar económico relativamente bueno que tenía para la ropa y la comida. Ellos preguntan que deben hacer y obtienen las respuestas adecuadas para su rol en la sociedad.

Los de los sectores religioso y políticos ausentes sin aviso. Ellos, siempre, están convencidos que no necesitan reformatear sus conductas. Eso si, tienen habilidad y dinero para estar en el tope de las noticias como los salvadores de la gente. Lo de Lucas es un interesante método de entender el mundo.+ (PE)

PreNot 8617 - 091214
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4197

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