miércoles, 30 de julio de 2008

Hombre

Soy simplemente un hombre.
Un puñado de tierra con tres partes de agua.
Un cerebro asombrado,
unas ingles que buscan otras ingles
para apretar la vida
y fundar otro puñado de tierra con tres partes de agua.

Un hombre simplemente.
Sin mayor aspiración que olvidarse a sí mismo
y morirse de pena con el asco en los ojos.

Deja el hombre un recuerdo estremecido
en el barro de otro,
en las ingles del otro,
en el asombro cerebral de quien lo quiso?.

Finaliza el hombre con el hombre,
como una calle cortada, sin salida,
coincidiendo con la nada,
empotrado con la nada sin un mar adyacente?.

Soy simplemente un hombre, una pregunta.
Barro, cerebro, ingles.
Pero olvido de mí mismo,
olvido ante todo,
olvidado ante todo.

Rafael Fernando Navarro
Enero 2003

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La crisis

Ha sido necesario el escándalo

No sabemos lo que va a durar la crisis económica. Ni sabemos las consecuencias que puede tener. Lo que sí sabemos es que han sido tantos y tales los escándalos, que las cosas han llegado a donde tenían que llegar. Exactamente a donde estamos: a una situación de inseguridad y miedo que nadie sabe en qué puede terminar.

No es bueno que, en estas condiciones, cunda el pánico. Mal servicio nos hacen los políticos y los medios que se dedican a asustar a la gente, anunciando que el apocalipsis definitivo está a la vuelta de la esquina. Cuando el miedo invade a la población, pueden ocurrir cosas que no imaginamos, que a todos nos hacen daño. Porque, en situaciones así, no manda la cabeza, sino los fantasmas que cada cual se imagina. No es bueno que cunda el pánico.

Sin embargo, lo que a todos nos conviene es pensar muy en serio por qué hemos llegado a esta situación. No me refiero a las explicaciones que nos pueden dar los economistas, los empresarios y los políticos. Todo lo que nos puedan decir los que saben de verdad de qué va el asunto, por supuesto nos conviene. Pero yo me refiero a algo más sencillo y, al mismo tiempo, más hondo. El conocido antropólogo René Girard ha explicado acertadamente la importancia que tiene el deseo en la vida de los humanos. El último de los diez mandamientos no prohíbe una “acción”, sino un “deseo”. No prohíbe los “deseos impuros”, como dicen algunos catecismos. El texto bíblico dice literalmente: “No desearás la casa de tu prójimo; no desearás su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece” (Ex 20, 17). Lo que se prohíbe, por tanto, no es algo relacionado con el sexo, sino con la justicia. Pero no sólo con la justicia, sino con algo que va más al fondo de las cosas. Como dice Girard, el legislador que prohíbe el deseo de los bienes del prójimo se esfuerza por resolver el problema número uno de toca comunidad humana: la violencia interna.

Pues bien, al llegar aquí, estamos tocando el fondo. España ha vivido asustada, durante muchos años, por la amenaza del terrorismo de ETA y de otros terrorismos. Pero ahora empezamos a darnos cuenta de que, dentro de cada uno de nosotros, todos, absolutamente todos, llevamos una fuerza y una fuente de violencia que es más destructiva de cuanto podíamos imaginar. Y, puesto que hablar de víctimas está de moda, vamos a hablar de ese asunto, pero sin hacer trampas. Por eso, vamos a recordar a las víctimas del terrorismo, a las mujeres maltratadas y asesinadas, a los muertos y heridos en las carreteras, a los inmigrantes ahogados en cayucos y pateras, a los niños abandonados, a los ancianos que se mueren solos, a las familias que para tener una vivienda han hipotecado sus escasos ingresos hasta dentro de 20 o 30 años, a los trabajadores que en estos días se están quedando en paro, etc, etc. Y si es que sinceramente no queramos hacer trampa al hablar de las víctimas, vamos a empezar por reconocer que la verdadera causa de tanto dolor y tanta desgracia radica en el deseo. Todos llevamos el deseo inoculado en la sangre que mueve nuestras vidas. Lo que pasa es que cuando el deseo dispone de medios eficaces para apoderarse de lo ajeno, entonces no se contenta con la casa del prójimo, ni con su toro o su asno, ni siquiera con su mujer, sino que organiza empresas gigantescas de construcción de viviendas con las que obtiene hasta el 150 por cien de beneficios; o monta proyectos de publicidad con los que le mete a la gente en la cabeza que tienen que comprarse las ropas de marca, los coches de marca, los relojes de marca, cosas todas que han sido fabricadas por esclavos, por niños, que ganan un dólar al día, trabajando durante horas interminables, para que nuestro deseo se vea satisfecho. Y así, cada día más y más. Hasta que hemos llegado a donde estamos. Y lo peor de todo es que no se trata sólo del deseo sin más, sino del “deseo mimético”, es decir, se trata de que el “el prójimo es el modelo de nuestros deseos”. De donde brota inevitablemente la rivalidad. Si mi vecino se ha comprado tal coche, tal casa o usa tal marca de ropa, yo no voy a ser menos. Y entonces nos encontramos con este proceso: si la imitación del deseo del prójimo crea la rivalidad, ésta, a su vez, origina la imitación. Con lo que el círculo de la violencia se estrecha y termina por ahogarnos a todos.

Es lo que ha ocurrido en los últimos años. Ha ocurrido en Estados Unidos y en Europa por causas que nos son conocidas. Pero lo que nadie dice es que detrás de esas causas (las hipotecas basura, los pelotazos urbanísticos, la voracidad empresarial....) está el motor del deseo mimético, que ha desencadenado la violencia más brutal. Por supuesto, la violencia de los terroristas y de las guerras. Pero, ¡por favor!, seamos serios: si nos ponemos a hablar de violencias, hablemos también de la violencia de quienes nos manipulan desde mercados asombrosamente ambiciosos. Y también de la violencia mimética descontrolada que se ha desatado en todos y por todas partes.

Ha sido necesario el escándalo. Para que todos “tropecemos”, para que todos “caigamos” (eso significa el “skándalon” griego). Y así, empecemos a pensar que la solución vendrá, no el día que bajen los impuestos, ya que eso a quien favorece es a los ricos, ni el día que se controlen los salarios porque eso a quien perjudica es a los pobres, sino el día en que todos nos pongamos a controlar el deseo, para que nos movilice, no para imitar a los más afortunados, sino para resolver las necesidades de todos.

José M. Castillo

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viernes, 25 de julio de 2008

"Si nos vienen a sojizar, les arrancamos las muelas"

José “Pepe” Mujica, presidenciable del Uruguay a los 73 años

Su leyenda hace tiempo trascendió hacia la Argentina. Histórico dirigente tupamaro, ex ministro de Agricultura de Tabaré Vázquez y actual senador, es el político más popular del Uruguay, con un 59% de imagen positiva. En esta entrevista habla de algo que conoce mucho: campo, retenciones, ganancias extraordinarias. Y con la soja, que grupos argentinos siembran en su país, no se anda con chiquitas: “Es abusiva e invasora”. “No hay quien la pare.”

Diego Genoud

“A veces la vida, te juega esas pasadas. Y te encontrás tarde con una chica a la que nunca te animaste a decirle nada o no pudiste conquistar cuando quisiste”, dice el senador uruguayo José “Pepe” Mujica, con su conocido estilo llano, entrador, tirando a campero. A los 73 años, el hombre, con un 59% de imagen positiva, es el político más popular de su país y tiene la oportunidad de ser presidente del Uruguay. Pero el histórico dirigente tupamaro, ex ministro de Agricultura y Ganadería con Tabaré, da a entender que su tiempo ya pasó. Aun cuando el sector mayoritario del Frente Amplio –el Movimiento de Participación Popular– no piense lo mismo.

Mujica, que estuvo preso durante 13 años bajo la última dictadura uruguaya, llegó a Buenos Aires por invitación de Enrique Iglesias, un compatriota suyo que fue presidente del BID y ahora preside la Sociedad Internacional del Desarrollo. Esta noche a las 20 dará una charla en el auditorio de la Facultad de Derecho. Dice que, si puede, se va a encontrar con Néstor Kirchner; pero niega que le traiga reclamos en torno de las retenciones por el gas argentino que paga el Uruguay. “Esas son cosas que agregaron”, aclara. “Vengo para hablar de la integración y de los problemas que tenemos en el Mercosur porque o nos juntamos o nos van a hacer trizas. Los latinoamericanos, todos juntos, debemos ser el 5 o el 6% de la economía mundial. Separados, somos una hoja al viento en el concierto mundial. Incluso Brasil y Argentina aislados no pesan. Tienen una flor de responsabilidad, porque liderar significa tener en cuenta las asimetrías, las diferencias y los defectos”.

Mujica siente que estos días de agitación política en el país no son los mejores para su visita: “Dada la convulsión que ha habido acá en los últimos tiempos es el momento menos oportuno para venir porque inevitablemente tienden a mezclarnos. Es lo que menos queremos. Hemos tratado de mantener la mayor distancia. Quisieron usar al Uruguay como modelo de comparaciones que son inconcebibles. Comparar un paisito pequeñito de tres millones de habitantes con los desafíos que tiene un país como Argentina. Nosotros no tenemos petróleo y no tenemos gas. Todo lo que sacamos de vender la carne nos lo gastamos en la cuenta petrolera”.

–¿Entonces no va a opinar sobre lo que sucede en Argentina?

–No, porque sería de muy mal vecino. Yo he visto mucha grosería de carácter intelectual. No entiendo ese término que usan ustedes: “El campo”. No sé cómo pueden comparar a un paisano que vive con cincuenta ovejas a un hombre que planta 15 mil hectáreas de soja. No me cabe en la cabeza que se pueda poner todo en la misma bolsa.

–El conflicto se disparó por una resolución que impuso las retenciones móviles para la soja...

–En las sociedades hay intereses. Cuando usted le mete la mano en el bolsillo a alguien, ése patea. Y no hay que asustarse. Todos somos así, los obreros, los patrones, todos. Algunos tienen más y otros menos. Ahora gobernar es cortar el tocino: si usted corta más fino para un lado, tiene bronca para el otro.

–Dicen que usted plantea un impuesto a la soja en Uruguay...

–Debe haber habido una confusión. Nosotros vamos a poner severas multas, eso es casi seguro. Tenemos que obligar a una rotación agrícola y si nos vienen a plantar soja dos, tres años seguidos en la misma tierra, les vamos a arrancar las muelas. ¿Por qué? Porque tenemos que preservar el suelo. Y tenemos una ley de suelos que tiene como veinte años, que nunca se aplicó, que ahora va a regir. Nunca le encajamos una multa a nadie. En las condiciones del Uruguay, de penillanura, de mucha ondulación, la soja es un cultivo que no deja rastrojo orgánico, queda como un polvillo. Es peligrosamente erosiva si se insiste. Queremos que se alterne con otro cultivo, como el sorgo, por ejemplo. No abandonar el sistema que nos dio resultado en el Uruguay. Tres o cuatro años de agricultura y dos o tres años de pradera y ganado. Buscar cuidar el suelo y mantenerlo sustentable.

–Pero eso implica resignar una parte de la ganancia para el que elige sembrar soja...

–Y sí. Van a tener que resignar. Pero nosotros tenemos que preservar el recurso del suelo, que es lo único que tenemos. En el largo plazo, es el valor de una nación. Si no, ¿qué les vamos a dejar a las generaciones que vienen? Nosotros hicimos una reforma tributaria, estamos bajando el IVA, pero si ganás mucho te vamos a aumentar los impuestos a la renta. Está franjeado. Un senador gana 90 mil pesos (casi cien mil uruguayos) y se le descuentan como 40 mil. Quiere decir que un señor sojero al que le vaya bien va a tener que pagar su platita.

–¿Y la ley de sociedades anónimas de la tierra?

–Ésa la impulsamos nosotros cuando yo era ministro. Estamos blanqueando la propiedad de la tierra obligando a que las sociedades anónimas que existen se hagan nominativas. Queremos conocerles la identidad a los tipos. Tuvimos casos de plata que no se sabía de dónde venía ni de quién era, que se asentaba en tierra. El Estado tendrá más presencia y capacidad de control desde el punto de vista ecológico y de medio ambiente. Ésa es la primera ley porque Uruguay es un país históricamente rentívoro.

–¿Qué quiere decir con “rentívoro”?

–Siempre fuimos un país con una ganadería que daba para tirar manteca al techo. Trabajaban el pasto, el sol y las vacas. Muy poco hacía el hombre. Eso sirvió para mantener al pueblo hasta 1940 o 1950. El excedente agropecuario sirvió para fomentar una industria liviana hasta que se agotó. Creció la población y ahí nos quedamos. Parecido a lo que les pasó a ustedes. Ahora, somos el país del tango, de la nostalgia; nos quedó esa mentalidad de vivir de rentas. El concepto de renta es distinto al concepto de ganancia. El de ganancia supone ahorrar, invertir, trabajar y volver a hacer lo mismo; el de renta es me la gasto toda porque mañana tengo más renta y le doy pelota a todo lo superfluo, el viaje a Miami. Así se crea esa clase media que no labura ni por orden del juez, pero se queja de todo y gastamos más de lo que podemos. Cambiar la mentalidad de una sociedad es mucho más difícil. Reconocer el problema no es resolverlo pero tampoco hay que callárselo.

–¿Y qué pasó con la ley de promoción a la forestación?

–La fuimos modificando. Cuando llegamos al gobierno, se podía plantar eucaliptus. Pero hicimos una recalificación del suelo y los eucaliptus tienen que ir en tierras que no sirven para otra cosa. Tenemos unas 500 mil hectáreas de eucaliptus y unas 250 mil de pinos. Pero ahora estamos procurando aplicar esta filosofía: reconciliar el árbol con la vaca y con la oveja, es decir, más bien caminar hacia lo que se llama silvopastoreo. Para eso, hemos dado facilidades para que un tipo no tenga que vender la tierra, pueda plantar un poquito de eucaliptus, pero siga manteniendo el ganado.

–¿Para subsidiar el tambo, por ejemplo?

–Claro, para que no pongan todos los huevos en la misma canasta porque dependemos de los precios internacionales.

–¿La soja tiene una presencia incipiente todavía en el Uruguay?

–La soja ha significado una pequeña revolución agrícola en el Uruguay porque estiró la frontera agrícola, llevó el cultivo a todos lados, masificó la siembra directa, el uso del glifosato y eso, si lo sabemos aprovechar y no nos pasamos de rosca, va a favorecer a la ganadería porque va a aumentar las pasturas cultivadas, complementarias, la pradera y todo lo demás. No queremos que se pierda la rotación, ganado y agricultura, porque si no, no sostenemos el suelo. A los herbicidas hay que darles un afloje.

–¿Cómo llegaron a la soja en el Uruguay?

–No, no. La soja llegó a nosotros. Es abusiva e invasora. No hay quien la pare. Nosotros no la teníamos autorizada a la transgénica y se coló por todos lados. Llegaron grupos de acá, como los Grobo, que cayeron por allá. Pero nos ha aumentado el área de trigo también y eso es bueno. El problema es que nos está acorralando un poco el tambo, que a nosotros sociológicamente nos interesa mucho más que la soja. ¿Por qué? Porque en mil hectáreas de soja trabajan tres tipos y con mil hectáreas trabajan 20, 22 o 24 y nos mantiene un tejido social. El tambo es familiar y nos mantiene a la gente arraigada en el campo, nos obliga a mejorar infraestructura, a poner electricidad, coloniza, y sobre todo crea un tipo de trabajador más diversificado, más complementario. El otro es un especialista medio golondrina. Yo lucho por el Uruguay lechero.

“Botnia no bostea arriba de la mesa”

–En su momento usted cuestionó el corte del cruce fronterizo en Gualeguaychú

–Yo no tenía duda de que Botnia no iba a pudrir el agua. Estaba en el hospital, pero mandé a Finlandia a un hombre de mi confianza, que es ingeniero forestal. No son angelitos. Vienen a ganar guita, pero no bostean arriba de la mesa. El problema de fabricar pasta de papel y papel sin atacar el medio ambiente lo han resuelto desde el punto de vista técnico. El problema es hacerle cumplir porque eso es caro. Eso lo reconozco. Pero tienen la tecnología, saben cómo hacerlo. Tienen ciudades que están al lado de las fábricas con lago y todo. Manejamos mal las cosas. Tendríamos que estar peleando por otra cosa.

–¿Qué dificultades concretas le trae a Uruguay que esté clausurado el cruce?

–Nosotros tenemos una dependencia importante del comercio con ustedes, que son un país grande y se cagan de risa. Pero a nosotros nos cuesta. De alguna manera, se va a arreglar.

Diego Genoud

25.07.2008

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Sombra que llama una vez

El sol extendido a sus anchas en la mañana se iría apagando en nubarrones. Caprichos de Buenos Aires, si al rato la lluvia tenaz y repetida encubría los perfiles de la calle y desde una cama en la clínica médica, un hombre inconsciente acaso presintiera ese cuadro borroneado de insólita tormenta.

Llueve detrás de la ventana. Sus proyectiles húmedos atraviesan la luz tenue y a golpes restallante. Imbatible, la lluvia no anda a ciegas y conoce sabiamente los vacíos que nos cruzan el alma. No hay lluvia que no acierte cuando rompe su cristal cantarino en el insomnio de la madrugada. Y en ese instante exacto, quizá el hombre inmóvil y lejano aún imaginara algún diseño extraño en el vidrio empañado.

Acaso por algo tan inexplicable como la misma vida, aquel pastor de una congregación mística, desahuciado y ausente sobre una cama hace horas, sienta caer esas balas de agua en el centro de sus ayeres. La bienhechora lluvia alumbrando su tiempo adolescente; pájaros rompiendo el aire inmóvil y celeste de un verano, muy lejos, aún la voz perdida de su madre y los ojos de aquella muchacha sin memoria que jamás olvidara. Reflujos de una estación con dioses todavía flamantes y él pronto desecharía; ‘no estos monarcas desgastados con barbas de trapo y obedientes al mandato de juntar posesiones. No más los adoradores de amontonar riquezas encandilados en abatir el tiempo incontenible y el destino impiadoso de animal mortal. Esa actitud, hermanos míos, sostiene la ingenuidad de postergar el tiempo de las cirugías femeninas, como si nuestro cuerpo no fuera una batalla perdida de antemano’.

Y esas arengas sobre el alma que ese pastor repitiera por años en púlpitos ‘tan impuros y estrafalarios como en las otras iglesias’, desleía la culpa de los codiciosos que por esas contradicciones de la fé, lo convirtieron simplemente en millonario. En apenas esa perseguida inmortalidad, hasta la feroz mordedura que desgarró su pecho y luego los momentos indóciles y amotinados ante el eslabón inevitable. Ya enmudecida la lluvia en la ventana vislumbró la sombra del después. Y la voz de su madre, la misma que volvió a recordar pronunciando su nombre.

Eduardo Pérsico (*)

(*) Escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos _Aires, Argentina.

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jueves, 24 de julio de 2008

A veces alguien vuelve

I

(APe).- La noticia dice: “Misiones: Repatrían a una adolescente que ejercía la prostitución en Brasil”. La palabra “repatriar” me lleva a pensar en restos. Aunque también se aplique a las personas, no sé por qué, creo que lo que vuelve siempre es mucho menos que lo que se fue.

En el titular menciona también que la chica “ejercía la prostitución” como si se tratara de una profesión estudiada y elegida. Como si fuera una arquitecta que se fue a instalar su estudio a Puerto Madero.

Después nos enteramos que la que se fue y volvió es una nena de quince años que a los doce había entrado a Brasil, en canoa, por un paso no habilitado. No nos dicen quiénes, cómo ni por qué se la llevaron.

Pasaron tres años, es decir tres siglos.

Tenía once hermanos. La familia no denunció su desaparición. Al menos ésa es la versión oficial, y así parece que la hubiesen dejado ir con tristeza y alivio, sin saber muy bien dónde terminaba una y empezaba el otro.

Indocumentada, la detuvieron en Crissiumal, Rio Grande do Sul. Intervinieron dos jueces, un cónsul y la gendarmería para mandarla de vuelta. Ahora su familia no la recibe. No quieren o no pueden. O ya todos se han gastado tanto que ni siquiera saben reconocerse entre ellos.

No podemos permitirnos el asombro. Mordida por la vergüenza y el hambre, esa familia también somos nosotros. La hemos repatriado, decimos, pero ¿a qué patria? Sólo la hemos trasladado de un exilio a otro.

¿Y para qué?

Para obligarla a arder en la noche con esa lucecita húmeda de los quince años que muy pronto se le irá en cenizas.

II

600 chicas de 13 a 24 años desaparecen desde enero de 2007 hasta hoy y casi no se habla. En la cifra no están incluidas las dominicanas ni las paraguayas, porque no hay parientes que hagan la denuncia y porque además no existen. El reclamo de los amigos, los conocidos o los desconocidos no se toma en cuenta.

Tampoco hay datos oficiales. El Estado, impenetrable y adusto, como la frente de algunos de sus ministros, no se ocupa de ciertos temas. Celoso guardián de las libertades individuales, el poder no se mete con los gustos de sus ciudadanos de primera, aún cuando para satisfacerlos sea necesaria la esclavitud de los de segunda.

Además de la red criminal que conoce las vulnerabilidades sociales como la palma de la mano, existe otra telaraña, la de los hombres comunes, que recibe mujeres, las fagocita y las deshace con la complicidad de un silencio que se expande como la niebla por comisarías, despachos, plazas y prostíbulos.

El hombre de hoy, tal vez el de siempre, parece que siente debilidad por las prostitutas niñas. El estereotipo que demanda el “hombre argentino” (estas comillas son nuestras), dice el sociólogo Esteban De Gori, en Clarín del 4 de junio de 2008, son las “colegialas”. Colegialas sin colegio, por supuesto, sin libros ni maestras. Chicas talladas a pura falta de caricias, que en muchos casos, apenas saben dibujar su nombre.

A veces, de tarde en tarde, alguna vuelve del exilio. Nos mira y descubre con horror que ella ya no es ella, ni nosotros, nosotros.

Miguel A. Semán

agenciapelota@pelotadetrapo.org.ar

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El cuerpo del otro

(APe).- En un operativo mundial denominado Last Chance (Última Oportunidad), el centro Simon Wiesenthal de Viena se ha lanzado a la caza de criminales de guerra nazis que lograron ocultarse al fin de la segunda guerra, aprovechando la falta de control o bien la complicidad de algunos gobiernos de América del Sur.

Uno de esos criminales, con título de médico, se llama Aribert Heim, alias “Doctor Muerte”, y ya habría sido localizado en pueblos cordilleranos del sur de Chile y la Argentina.

Otro criminal, fallecido impune en el Brasil, se llamaba Josef Mengele y era conocido por los prisioneros de Auschwitz como el Ángel de la Muerte.

¿Cómo puede un médico, alguien formado para curar o para aliviar el sufrimiento de la criatura humana, convertirse en asesino?

A esa y otras preguntas trataron de responderse Charles Bettelheim, Emanuel Levinas, Hanna Arendt y Primo Levi, entre otros. Y la respuesta invariable es que la conducta criminal, la conducta de un asesino serial de Estado, es siempre precedida por una doctrina perversa, una doctrina que niega (en su discurso) la condición humana a la víctima, y que le brinda una coartada al verdugo.

En la posguerra, acaso como una prolongación de la doctrina nazi, para los tiempos de paz, ciertos provectos ciudadanos llegaron a sostener que gracias a las guerras pudo avanzar la ciencia, y se descubrieron nuevos medicamentos y vacunas para curar a la humanidad.

El citado Heim, lo mismo que Mengele -según los testimonios- inoculaban virus en mujeres embarazadas y niños; les restringían el alimento o los dejaban morir de hambre, para estudiar las reacciones somáticas; les amputaban miembros y les extraían órganos en vida, observando la evolución de esos cuerpos en agonía.

Aquellas mujeres y niños de los experimentos, eran seres humanos. Aquellos médicos nazis lo sabían. Sólo que esos Otros, ese Otro, pertenecía a la “raza” de los vencidos. A ese Otro no le cabía el derecho ni el respeto ni la piedad.

Nazis del siglo XXI

Los inadvertidos nazis de este siglo XXI, para quienes no hay operativo Last Chance, a quienes ninguna policía busca y ninguna ley prohíbe, se dedican a experimentar vacunas y nuevos medicamentos con seres humanos en situación de pobreza y de extrema pobreza, en países del África, del Asia y de América latina.

“Al menos doce bebés incluidos en protocolos de investigación clínica para probar la eficacia de una vacuna -leemos publicado en el diario Crítica- murieron durante el último año”.

“El estudio de fase 3 (experimentación en humanos) es patrocinado por el laboratorio multinacional Glaxo Smith Kline y utiliza niños de familias carenciadas a las que ‘se presiona y obliga para que firmen los consentimientos legales’, según lo denunció la Federación de Profesionales de la Salud de la República Argentina”.

“Desde 2007 -leemos en Crítica- 15 mil niños menores de un año de Mendoza, San Juan y Santiago del Estero ingresaron en el protocolo de investigación. ‘Sólo murieron doce en todo el país, lo que representa una cifra mínima si la comparamos con las muertes que se producen por enfermedades respiratorias causadas por el neumococo’, aseguró el pediatra santiagueño Enrique Smith, uno de los investigadores principales del estudio”.

“‘Mucha gente quiere salirse del protocolo y se lo prohíben, los obligan a continuar con la amenaza de que si dejan no se les aplica ninguna otra vacuna’, explicó Julieta Ovejero, tía abuela de uno de los seis bebés fallecidos en Santiago del Estero. ‘Hay madres a las que las obligan a firmar diciéndoles que si no aceptan les van a quitar los chicos con la policía, les niegan los remedios o directamente no los atienden’, detalló Ovejero”.

“‘En su gran mayoría, se trata de personas carenciadas, muchas de ellas no saben ni leer ni escribir, a las que presionan para que autoricen la inclusión de sus hijos’, relató Juan Carlos Palomares, integrante de Fesprosa, la entidad que nacionalizó la denuncia en una conferencia de prensa. Según la denuncia, ‘el laboratorio paga 8.000 dólares por cada niño incluido en el estudio, pero no queda nada en la provincia que presta las instalaciones públicas y el personal de salud para una investigación privada’”.

Los sofismas y coartadas nada tienen que envidiar a las que esgrimían los médicos nazis: que el porcentaje de muertes ocasionadas es mínimo, que el sagrado fin de la vacuna justifica los medios y que parte de los honorarios pagados por los laboratorios “quedan en la provincia”.

¿Experimentaría el doctor Smith con su propio cuerpo, como algunos valientes médicos que conoció la historia? ¿Sería capaz de probar la vacuna con sus hijos y familiares?

No, seguro que no. Porque antes que poner el propio cuerpo, mejor es poner el cuerpo del otro.

Si ese otro no sabe leer ni escribir, si acepta por una propina o una limosna desprenderse de un niño, de un órgano, de una parte de sí, mejor.

Los nazis del siglo XXI trabajan para importantes corporaciones; cumplen con la ley; cobran suculentos honorarios por desarrollar vacunas y medicinas que utilizarán sus clientes, perdón, sus pacientes, es decir, aquellos que puedan pagarlas. Y todo a la sombra de un Estado ausente. O de un Estado cómplice. O ambas cosas.

Oscar Taffetani

agenciapelota@pelotadetrapo.org.ar

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Un mismo rezo

Un recorrido fotográfico por las religiones del mundo

El libro de fotografías "Un mismo rezo", de Lucio Boschi, refleja distintas manifestaciones en las que el ser humano manifiesta a través del rezo su necesidad de comunicarse con "lo que nos excede, con algo que dice de un orden superior", sintetiza el autor.

Publicado por el Editorial Del Nuevo Extremo, el libro está conformado con fotografías en blanco y negro tomadas en distintas partes del mundo, divididas en seis capítulos: budismo, hinduismo, judaísmo, Islam, cristianismo y costumbres andinas.

Radicado en la provincia de Jujuy, donde pasa su tiempo en una comunidad de gente originaria de los Andes, Boschi viajó por los cinco continentes y fue registrando en imágenes una búsqueda espiritual, sin pensar entonces, que esta se iba a reflejar en un libro.

"De los viajes que hice me llamó mucho la atención la diversidad cultural que se manifiesta en distintas celebraciones y creencias, siempre a partir de la necesidad de los humanos de relacionarse con Dios, con la existencia o el universo", dijo el fotógrafo en diálogo con Télam.

Esa necesidad de comunicarse "con algo que dice de un orden superior, con lo inexplicable, es para mí el rezo. Y siento que hoy en día no le estamos prestando mucha atención".

Las imágenes abarcan todo el imaginario posible sobre el tema: sobresalen unas manos curtidas, que toman cuentas recordatorias utilizadas por los musulmanes en sus rezos o unas manos celebratorias, alzadas a orillas del Ganges, pero también el perfil de una mezquita, alzada en la nada o alguna ceremonia indígena que da gracias a la Pachamama, a la madre tierra.

"Lo que tienen en común todas las fotografías es esa necesidad de comunicación: algunas religiones lo ponen en la imagen de Dios, de Ala, o de Buda y hay otras que no tienen esas imágenes sino que simplemente creen en la totalidad o en la existencia como es el caso del budismo", apuntó.

Para Boschi, la fe es "estar en contacto con ese orden superior, no tangible y no verificable, es confiar y creer en eso que te excede".

Abocado en los últimos años, a las manifestaciones de los pueblos andinos, el fotógrafo dice que "están relacionadas con la tierra, con los espíritus protectores de los cerros o de los ojos del agua -por ejemplo- y después son creencias que muestran un sincretismo donde por ahí se ofrece un rosario y al mismo tiempo la sangre de un animal".

Las expresiones religiosas pueden ser violentas cuando se trata de imponer una creencia. "Pero eso no se refleja hoy en las imágenes. También a veces esto implica una actitud pasiva difícil de ilustrar. Era más fácil cuando se tomaba por la fuerza a los indígenas", ejemplificó.

"Lo que más me llama la atención y me emociona son las ceremonias y los rituales donde hay mucho júbilo, mucho gozo, mucha algarabía -señaló-.

En algunas manifestaciones uno percibe un esquema demasiado rígido, no da lugar para que se vean situaciones espontáneas".

"Es muy lindo y emocionante ver en muchas partes cuando la gente en medio de los rezos hace chistes o se festeja o se ríe a carcajadas", comentó el fotógrafo.

La característica de los pueblos originarios, destacó Boschi, "está basada en un respeto y en un reconocimiento a la naturaleza y a todo lo que lo rodea. Todo tiene que ver con cosas cercanas".

"Celebran la Pachamama, celebran ’la señalada’ donde se le agradece a los animales por darles lana, comida, cuero, la sangre para bendecir la casa; se agradece el fuego, fuente de calor, se agradece el agua, el tigre.

Suben a la cima del cerro a agradecer la protección de los seres que habitan allí", describió.

"Hay algo muy lógico, muy primario, que es el reconocimiento a las otras especies. Entender que una forma parte de todo ese universo, que la montaña esta ahí muchísimo antes que uno. Y esto va más allá de contemplar un bello amanecer, hay que intuir la magnitud de lo que realmente significa", concluyó. + (PE/Telam)

08/07/23 - PreNot 7516
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598 2 619 2518 Espinosa 1493.
Montevideo. Uruguay
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Tierra de nadie

Pepcastelló

Perdí al Dios de mi infancia, mi Dios materno, de un modo parecido a como perdí Los Reyes Magos: atando cabos, viendo que algo no cuadra, abriendo los ojos, despertando... Más o menos como cualquier hijo de madre cristiana que al crecer abandonó una idea de Dios tan contraria a la evidencia y a la conducta de quienes la predicaban. Y del mismo modo que tras quedarme sin los míticos magos me quedé sin el gozo que esa ilusión me daba, con la pérdida de Dios perdí también el consuelo de orar y a la vez el de sentirme parte de ese pueblo que se llama a sí mismo escogido y cristiano.

Perder los Reyes Magos no es una gran pérdida. La leve desconfianza hacia los padres y mayores que el descubrimiento de esa pequeña mentira conlleva no es un trauma sino un suave zarandeo que nos ayuda a rechazar inocencias insostenibles y nos lleva a madurar. Pero perder al Dios materno puede ser ya algo más grave, sobretodo para quien ha llevado en su niñez y juventud una vida interior profundamente religiosa. Porque el Dios materno será lo que será según opinen unas u otras mentes más o menos creyentes y eruditas, pero para quien cree es una referencia básica, un refugio emocional en todos los momentos de la vida, especialmente en los áridos. Y su pérdida puede ser, desde este punto de vista, mucho más dura que la perdida del padre o de la madre.

Tal vez por este motivo, por el recuerdo de esa pérdida que tan dolorosa pudo habernos resultado, muchas de las personas que habíamos hecho el paso de creyentes a no creyentes decidimos no educar a nuestros hijos religiosamente. Tratamos, eso sí, de transmitirles cuantos valores humanos teníamos acumulados en el alma mediante nuestro amor y nuestro propio ejemplo, pero nos encontramos sin lo más importante: la tribu. Una tribu, un entorno humano con el cual compartir nuestro modo de pensar y de sentir, con el cual construir en la mente y en la realidad esa forma de vida que queríamos darnos y darles.

Todo ser humano tiene en su realidad su dios o sus dioses, su tribu y su mundo. Todo ser humano sin excepción es fruto de cuanto ha mamado, pero también de cuanto lo nutre día a día, tanto en lo material como en lo afectivo; y esta realidad es ineludible, por más que cada cual vaya eligiendo su propio rumbo y trazando su camino en la vida. Y así, quienes abandonamos una patria espiritual que no nos acogía y nos lanzamos a la aventura en busca de una nueva nos encontramos de la noche a la mañana «sin padre ni madre ni perro que nos ladre», en una situación parecida a la de quienes tras la decepción causada por los partidos “de izquierdas” abandonaron toda ideología política y se lanzaron a vivir “sin ideario alguno”. ¡Qué gran engaño! Nadie vive sin ideario, porque aun pensando distinto en lo abstracto asumimos en lo real el que profesa nuestro entorno, pues querámoslo o no pensamos y sentimos según vivimos y lo que transmitimos a nuestros hijos es lo que vivimos.

Emigrantes de un mundo religioso que vivía con la mirada fija en lo alto del cielo, quemando incienso y cera, entonando cantos de alabanza al Dios eterno y esperando una felicidad inacabable tras la muerte, fuimos a parar a otro que negaba a ese dios mientras que sin saberlo rendía culto a ídolos sanguinarios con sus actos, con su forma de vida, con sus afanes de aquí y ahora. Tenían en común ambos, el mundo religioso y el profano, su forma de vivir individualista regida por la siguiente regla de oro: primero yo, después yo y siempre yo; ayudar si se puede y si conviene; caridad sí o no según nos venga en gana o nos convenga. Para las gentes creyentes el Reino de Dios no es de este mundo; la justicia divina compensará, en el más allá, de la injusticia humana a los desheredados; los ricos se salvarán por la caridad y los pobres por la resignación. Para las no creyentes el más allá no cuenta, luego no necesitan este discurso “justiciero” para tranquilizar su conciencia. Y para creyentes y no creyentes, a cada cual lo suyo según las leyes. Discernir qué es lo suyo y cuestionar las leyes queda fuera de juego para ambos.

Ese fue el mundo que encontramos y, salvando honrosas excepciones que siempre las hay en todo colectivo humano, esta es la realidad actual si bien se mira.

Desde esta perspectiva que acabamos de ver resulta fácil entender que quienes no profesamos creencias religiosas pero sentimos viva la necesidad de poner en el primer plano de nuestra vida la dimensión espiritual de la persona nos hallamos en una incómoda situación de “tierra de nadie”, fuera de toda demarcación creyente y no creyente. Tal vez no sea así en un marco territorial amplio; tal vez no lo sea a través de internet, un medio frecuentado por gentes muy diversas; pero sí que lo es en nuestro entorno real, en un área extensa de muy amplio perímetro.

Claro que para no confundirnos hay que poner en claro qué se entiende aquí por «dimensión espiritual de la persona». Pues bien, entendemos por ello esa determinada configuración de la mente que nos hace sentirnos parte del cosmos y miembros de la gran familia humana, que nos lleva a sentir y pensar de forma solidaria, respetuosa y compasiva, y a vivir y obrar en consecuencia. Un modo de sentir y de pensar al cual puede llegarse sin duda por mil rutas distintas, por mil caminos religiosos y humanos, pero siempre por sendas de verdad, de compasión, de respeto y de equitativa justicia. Nunca a través de engaños, imposiciones y mentiras ni de formas de vida egoístas adobadas o no con creencias excluyentes y soberbias.

¡Qué lejos están de estas sendas las religiones que conozco! Tan lejos como lo está el modo de vivir de esta «civilización occidental cristiana» centrada en el bienestar material, en el bien propio, en la propia complacencia, en la ignorancia expresa del sufrimiento ajeno que nuestro bienestar conlleva. ¡Qué importa si profesamos o no consensuadas ideologías y creencias! ¡Qué importa si avanzamos o no por la vida en muchedumbre lanzando proclamas y enarbolando victoriosos estandartes! ¡Qué importa si adoramos o no con ritos y plegarias a un ser supremo, justiciero y eterno! Lo que importa, a mi ver, es si somos conscientes del fuego que atizamos creyentes y no creyentes en este infierno que estamos creando aquí en la tierra con el modo como estamos viviendo.

Pepcastelló

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martes, 22 de julio de 2008

Deepak Chopra

Endocrinólogo, escritor, lider espiritual, pionero de las terapias alternativas, explorador de la conciencia... Aunque el escapa a todas las etiquetas posibles. Hoy llega a España con nuevo libro y un mensaje apremiante: «Nos quedan menos de 100 años para cambiar de rumbo o la especie humana pasará a la Historia»

Lugar de nacimiento: Nueva Delhi (India)

Edad: 61 años

Credo: No cree en las religiones

Deepak Chopra es un hombre de proporciones muy cercanas y dimensiones casi míticas. Se acerca uno a él con la veneración que despierta todo gran maestro; pronto nos damos cuenta de que no lleva vara de gurú, ni aureola de santo. Le tratamos pues como doctor, en un angosto despacho que tiene algo de consulta, y adonde llega el eco lejano de un mantra y las vibraciones de la sala de meditación.

El autor de bestsellers mundiales como Las siete leyes espirituales del éxito, Viaje hacia el bienestar o Curación cuántica anda últimamente embarcado en la tarea del «viaje interior» como la única vía posible para darle la vuelta al mundo.

“No hay más solución que la transformación personal: no puedes tener un mundo pacífico sin gente pacífica... En palabras de Gandhi: «Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo». Es una verdad simple que sigue estando vigente.”

P.- Usted escribió un libro titulado "Conocer a Dios". Nos puede dar alguna pista...

R.- Dios es algo infinito, eterno, más allá del espacio y del tiempo. Lo podemos experimentar dentro de nosotros, cuando tenemos esa sensación de unidad con el universo.

P.- Suena parecido a lo que dicen algunas religiones...

R.- Sí, pero las religiones desvirtúan la idea de Dios, la revisten de dogmas y atributos más o menos humanos... Yo no creo en las religiones.

P.- En España, espiritualidad y religión han caminado siempre juntas y han provocado un éxodo de no creyentes. Europa es cada vez más secular. ¿Cómo se puede atraer a tanta gente que ha dejado atrás la religión?

R.- No tenemos que atraer a nadie. No se trata de adoctrinar, de hacer proselitismo. Esa ha sido siempre la estrategia de las religiones, y estamos hablando de algo muy distinto... A este tipo de espiritualidad se llega por sí mismo, por simple evolución, porque se alcanza un desarrollo en la conciencia que busca otro tipo de respuestas... No hay que convencer a nadie. Hay que dejar que las cosas sigan su curso natural. La naturaleza decide por sí misma, no es rígida.

P.- ¿La meditación es para todos?

R.- Sí, sin duda. La gente tiene aún dos errores de percepción: los hay que piensan que meditar es simplemente relajarse, y los hay que creen que hay que practicar una religión para poder meditar. La meditación es simplemente una herramienta para entrar en contacto con la auténtica naturaleza interior, una manera de desarrollar la consciencia y reconocer que todos estamos conectados.

P.- ¿Medita usted?

R.- Todos los días, unas dos horas y media.

P.- Con tanto trajín, ¿le queda tiempo?

R.- El tiempo es algo muy subjetivo, el tiempo es una actitud. Si tienes la actitud de no tener tiempo entonces vas corriendo a todos los lados. Si decides tomártelo de otra manera, fluir con la vida y destilar el momento presente, te da tiempo a todo. Al fin y al cabo, no llevo una vida tan ajetreada: medito, hago ejercicio, doy charlas y escribo. Eso es casi todo lo que hago: cuando viajo tengo todo el tiempo del mundo en los aviones.

P.- En su último libro “El tercer Jesús: el Cristo que no podemos ignorar” (Ed. Grijalbo)usted sostiene que las enseñanzas de Cristo han sido desvirtuadas y secuestradas por la Iglesia que lleva su nombre. ¿No puede resultar ofensivo para los cristianos?

R.- Creo que para entender a Jesús no hay ninguna necesidad de abrazar los dogmas del cristianismo. Es más, no creo que Jesús fuera cristiano si viviera hoy en día. Tampoco creo que Buda fuera budista, ni Mahoma musulmán.

Las religiones son instituciones que se crean mucho tiempo después, e interpretan a su manera las enseñazas originales, las convierten en dogmas. ¿Cuándo surge el cristianismo como institución? Unos 300 años después de Cristo, y en ese momento ya no tiene nada que ver con Jesús.

Lo digo con todos mis respetos, pues yo mismo me eduqué en una escuela católica y en su momento me atrajeron todos sus rituales. Pero aquella idea de Dios como una figura todopoderosa a la que hay que tener miedo es muy distinta a la idea de Dios que tengo ahora.

Y también la idea de Jesús: yo reivindico un 'Cristo cósmico', un guía espiritual que puede valer por igual a toda la humanidad sin necesidad de abrazar un credo.

Carlos Fresneda - El Mundo, 12-07.08 (extracto de una larga entrevista)

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El renacer del idiota social

Hay voces en la academia, la política, y los medios de comunicación que tergiversan los hechos del continente. Son parte de una propuesta de la derecha por imponer relatos maniqueos tendentes a despojar al sujeto de su memoria histórica republicana. Manipulan la realidad según convenga a sus intereses.

En este horizonte dirigentes, estadistas, sindicalistas o representantes de movimientos sociales caerán en el saco de lobos con piel de corderos. El mundo se presenta dualmente.

El orden y el caos. La luz y la oscuridad. La economía de mercado y el estatismo comunista. La globalización y la autarquía. Paz y seguridad versus terrorismo e inseguridad. Se construye un lenguaje para atacar a las “hordas” antisistémicas y un itinerario cuya hoja de ruta es el aniquilamiento y la destrucción del diferente. Las armas utilizadas son el liberalismo doctrinal, el pensamiento conservador, la sociobiología, la desarticulación de la teoría, la pérdida de la centralidad política y el desánimo de la razón.

Se presentan como un frente único para conquistar un nuevo edén. Sus imágenes son las buenaventuras del capitalismo y sus megaproyectos. Obras faraónicas de adoración y procesión transformadas en tótems para la satisfacción de los nuevos dueños del planeta. Urbanizaciones de lujo, campos de golf, torres de cientos de metros, etcétera. La felicidad completa, cuya máxima expresión se dibuja en levantar centros comerciales donde las personas puedan vivir en ellos. Son los auténticos nichos de la virtud del mercado. Extensiones donde encontramos hoteles, restaurantes, cines, entidades financieras, gimnasios, joyerías, agencias de viaje, supermercados…

La imagen perfecta para la actual era del consumidor que vive en su interior adaptándose a sus códigos. Su personalidad se flexibiliza para adorar marcas comerciales de comida basura, prendas de vestir, coches, etcétera. En su interior se consolida la mutación del ciudadano al idiota social. Es el proceso de atomización y pérdida de identidad colectiva. La sustitución de la memoria social por el deseo de compra y autismo individualista. El retorno del Idión aristotélico.

En tal lógica, los políticos adscritos a este orden tratan de producir el mayor número de idiotas sociales posibles. Buscan dar continuidad al proceso. Los consumidores deben sentirse en un paraíso terrenal. En dicho mundo, las expectativas, los deseos, las esperanzas, los objetivos de cambio, y las depresiones se superan individualmente. El remedio es satisfacer la angustia por medio de la compra y venta de objetos disponibles en tiendas y en la imaginación. Si le acosan en el trabajo, si le despiden, si violencia de genero, si explotación de clase, si alienación social, no actúe colectivamente. No se proponga un proyecto alternativo de liberación, no critique el sistema. No aluda a los mecanismos de dominación. Solucione el problema por la vía individual. Presente una queja en la oficina del consumidor o vaya al centro comercial más próximo, cómprese una camisa, una corbata, tíñase el pelo y cambie de peinado. Dese algún gusto culinario y machaque el cuerpo. Chocolate, helados, una hamburguesa.

Si está muy agobiado y necesita desfogarse termine haciendo yoga en el mismo centro comercial. Y en el medio plazo contrate allí unas vacaciones en playas exclusivas, con todo incluido, la fuente de la juventud. Tratamientos de última generación a precio de oro, en cómodas cuotas mensuales. Si tiene necesidades erótico-festivas piense en turismo sexual. África, Asia, Europa del este, América Latina, Oceanía. Los cinco continentes. No existe como ciudadano.

No posee dignidad, ni memoria histórica, ni voluntad, es un consumidor. En definitiva su cuerpo es todo un amasijo para el mercado. Lo posee de manera integral, de los pies a la cabeza. Lo dicho también incluye a los pobres, recuerden a Hernando de Soto, el autor de Otro sendero y El Misterio del capital, el individuo más preocupado por ellos. Según su propuesta, pueden participar de la bacanal a su manera. Deben capitalizar su miseria. Su buenaventura consiste en pasear por los centros comerciales y proyectar su frustración deseando cambiar de estatus. Deben transformar su ahorro en bienes de capital.

Sus céntimos conseguidos en los semáforos vendiendo baratijas Los vendedores de baratijas los convertirán en empresarios del mañana y los niños tragafuegos serán los dueños del Circo de Moscú. Deben proyectar su optimismo bajo el discurso de la igualdad de oportunidades y la movilidad social ascendente. Es el discurso ideológico de la perseverancia, acompañado de iniciativa y preparación, factores suficientes para romper el círculo de la pobreza. El gran mito del capitalismo que tan buenos resultados brinda a sus ideólogos y acólitos. En esta situación se deben soltar lastres. No piense, déjese llevar por la ola del consumo y transfórmese en un consumidor responsable, obtendrá dividendos y vivirá relajado. Acepte con gusto los mensajes del mercado de las ideas.

Créase a pies juntillas que un gobernante corrupto y mentiroso como el actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe, es un demócrata ejemplar a pesar de las pruebas que lo vinculan con los narcotraficantes, los paramilitares y lo reconocen como responsable de la muerte de decenas de compatriotas. Piense en la inmaculada acción de gobierno de Salinas de Gortari y Zedillo en México y no en sus vínculos con la mafia y su participación en la represión en Chiapas o Acteal. Tampoco crea la verdad del origen espurio del poder del actual presidente Felipe Calderón.

Acepte que hubo irregularidades, no fraude, eufemismo para no caer en la degradación mas absoluta. Sólo superada por la designación del secretario de Gobernación, que usó pasaporte español, urdió la trama para manipular la partida de nacimiento de sus padres, pero continúa en el cargo. Sin embargo, se definen portadores de la moral del mercado, que no es otra que la del idiota social, por ello han perdido la dignidad y la condición de ciudadanos. Han decidido borrar su conciencia. Proyectan el paraíso del consumo como la nueva solución final. La actual política consiste en fundar un orden con gobernantes mediocres de pensamiento sistémico.

Plutócratas manipulables por quienes manejan los hilos del poder real se muestran sumisos ante el fuerte y acaban humillados y sodomizados en el mercado. El imperialismo lo sabe, transformados en idiotas sociales son presidentes o líderes de la oposición de la política de arriba.

Marcos Roitman Rosenmann (La Jornada 3 06 2008)

http://chamosaurio.com/2008/06/03/el-renacer-del-idiota-social/

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Totalitarismo y dignidad

Rafael Fernando Navarro

Cuando preguntamos qué es el hombre, estamos sitiándolo, amurallándolo hasta tal punto que termina destruido. Porque el hombre no es, sino que deviene. Lo humano siempre está llegando a serlo. El hombre pregunta por sí mismo, es siempre el dato penúltimo, y se hace en la medida que tiene conciencia clara de estar llegando a ser.

Este quehacerse con los demás es la tarea política en el sentido noble del término, en cuanto construye la ciudad habitable para todos.

Este dinamismo existencial lo ignora el Arzobispo de Valencia, Agustín Gascó, cuando con una simpleza absoluta nos previene que si la política pretende ocupar el lugar de Dios, genera una práctica social monstruosa y termina en totalitarismo. En su visión cosificada de lo humano no cabe realmente el hombre ni la política. Tal vez eso explique el totalitarismo (ahora sí) dogmático en el que se mueve con la proclamación de una ley natural que vincula la conciencia humana a Dios, sin permitirle una iniciativa en libertad y convirtiendo la existencia en una determinista respuesta a los designios de un Dios, no prójimo, sino dominador.

Todo totalitarismo aplasta la dignidad. No registra la historia reciente esa lucha antitotalitaria durante los cuarenta años de dictadura última. En la manifestación de Cibeles ya nos avisó este esforzado valedor de la democracia que estaba amenazada por los divorcios exprés y la homosexualidad. Los homosexuales y los separados son los grandes peligros para el sistema de libertades que hemos conseguido. Es admirable esta conversión que le ha permitido a Gascó transitar de la connivencia más repudiable con los golpistas a la preocupación por una dictadura impuesta por Zapatero. Parece ser que el actual gobierno, no sólo ataca a la familia, sino que arremete contra una Constitución, una democracia y unos derechos humanos que tanto le costó conquistar a la Jerarquía católica enfrentándose al general.

¿Se ha dado cuenta este Cardenal libertador de la imposibilidad de desarrollar iniciativas intelectuales dentro de la Iglesia? ¿Habrá que recordarle, sin necesidad de acudir a la Inquisición, nombres como Congar, Rhaner, Küng, Häring? ¿Habrá que mencionar a los teólogos de la liberación? ¿Será necesario dictar una orden de alejamiento por el maltrato dispensado a la mujer? ¿No será totalitarismo la elección de los Papas -Jefes de un Estado piramidal-- la designación de los Obispos sin intervención alguna de los que van a estar bajo su jurisdicción canónica? ¿No será el celibato una imposición inapelable emanada de una distorsionada concepción de la sexualidad? Responsabilizar de todo a los designios de Dios sobre el ser humano es manipular el evangelio y contribuir a la destrucción del hombre como misterio para sí mismo.

Urge un diálogo de la Iglesia con el siglo XXI. Pero es imprescindible para ello que renuncie al totalitarismo ejercido sobre Dios y sobre el hombre. Sólo desde la pobreza de un vaciamiento (kénosis) brota la palabra como oferta creadora.

Rafael Fernando Navarro

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