lunes, 31 de marzo de 2008

¿Cuál será el próximo paso?

La situación actual de la Tierra y de la Humanidad nos hace pensar. La aldea global se ha consolidado. Ocupamos prácticamente todo el espacio terrestre y explotamos el capital natural hasta los confines de la materia y de la vida, a través de la razón instrumental-analítica.

La pregunta que se plantea ahora es: ¿cuál será el próximo paso?, ¿más de lo mismo? Pero eso es muy arriesgado porque el paradigma actual está asentado sobre el poder como dominación de la naturaleza y de los seres humanos. No debemos olvidar que el ser humano ha creado la máquina de muerte que puede destruirnos a todos y destruir la vida de Gaia. Ese camino parece haberse agotado. Del capital material tenemos que pasar al capital espiritual. El capital material tiene límites y se agota. El espiritual es ilimitado, inagotable. No hay límites para el amor, la compasión, el cuidado, la creatividad, realidades intangibles que configuran el capital espiritual.

Éste ha sido bastante poco explorado por nosotros, pero puede representar la gran alternativa. La centralidad del capital espiritual reside en la vida, la alegría, en la relación inclusiva, en el amor incondicional y en la capacidad de trascendencia. No significa que tengamos que prescindir de la tecnociencia. Sin ella no atenderíamos las necesidades humanas, pero ella ya no destruiría la vida. Si en el capital material la razón instrumental era su motor, en el capital espiritual es la razón cordial y sensible la que organizará la vida social y la producción. En la razón cordial están radicados los valores; de ella se alimenta la vida espiritual pues produce las obras del espíritu que mencionamos antes: el amor, la solidaridad y la trascendencia.

Si en el tiempo de los dinosaurios hubiera habido un observador hipotético que se hubiera preguntado por el próximo paso de la evolución probablemente habría dicho: la aparición de especies de dinos todavía mayores y más voraces. Pero se habría engañado. Nunca habría podido imaginar que de un pequeño mamífero que vivía en la copa de los árboles más altos, alimentándose de flores y de brotes y temblando de miedo de ser devorado por los dinosaurios irrumpiría, millones de años más tarde, algo absolutamente impensado: un ser de conciencia y de inteligencia −el ser humano− con una cualidad de vida totalmente distinta a la de los dinosaurios. Fue un paso diferente.

Creemos que ahora, de otro paso, podrá surgir un ser humano marcado por el inagotable capital espiritual inagotable. Ahora será el mundo del ser más que el mundo del tener.

El próximo paso, entonces, sería exactamente éste: descubrir este capital espiritual inagotable y empezar a organizar la vida, la producción, la sociedad y la cotidianidad a partir de él. Entonces la economía estará al servicio de la vida y la vida se empapará de los valores de la alegría y la autorrealización, una verdadera alternativa al paradigma vigente.

Pero este paso no es mecánico. Es voluntario, es decir, es algo que se ofrece a nuestra libertad. Podemos acogerlo o podemos rechazarlo. No se identifica con ninguna religión Es algo anterior, que emerge de las virtualidades de la evolución consciente. Quien lo acoge vivirá otro sentido de vida, vivenciará también un nuevo futuro. Los otros seguirán sufriendo los impases del actual modo de ser y se preguntarán angustiados por su futuro y hasta por la eventual desaparición de la especie humana.

Estimo que la actual crisis mundial nos abre la posibilidad de un paso nuevo rumbo a este modo de ser más alto. Se dice que Jesús, Francisco de Asís, Gandhi y tantos otros maestros del pasado y del presente habrían dado ya anticipadamente este paso.

Leonardo Boff

http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=269

Comentarios y FORO…

Balthus: pintar es dirigirse cada día hacia la fuente...

"Pintar es dirigirse cada día hacia la fuente a buscar el agua: la luz. (270). Pintar es salir de sí mismo, olvidarse, preferir el anonimato y arriesgarse a no estar d’acuerdo con el siglo, con las modas y con los semejantes. (283) Pintar es, principalmente, querer conocer y hacer todo lo posible por conseguirlo. (284)"

Os ofrecemos una selección de reflexiones del pintor polaco Balthus (1904-2001), palabras recogidas por Vircondelet pocos meses antes de la muerte del pintor. Son textos sobre el proceso de creación artística y la actitud interior que la posibilita. Para Balthus, el arte es camino espiritual, polarización interior hacia la búsqueda, veneración frente el esplendor, silencio, plegaria, olvido de sí mismo...

Pintar del mismo modo que se reza: camino de silencio, acceso a lo invisible en el mundo (...) Atrapar lo que te puede ofrecer, como una gracia. Cuando hablo de pintura, no me puedo apartar del lenguaje religioso, es el que más se aproxima a aquello que quiero expresar, cuando me quiero referir a la sacralidad del mundo, a aquella actitud de ponerse uno mismo como en disposición, humildemente, modestamente, como en una ofrenda, queriendo encontrar lo esencial. Para pintar, haría falta estar siempre en esta desnudez (22)

Tengo gran admiración y respeto, un gran afecto por Giacometti. Era un hermano, un amigo. Por esto conservo esta fotografía suya en el taller, no sé de dónde me vino. Trabajo a su sombra, bajo su mirada atenta, benevolente. Haría falta explicar a los pintores de hoy, que todo se juega en el taller, en la lentitud de su tiempo. Amo estas horas pasadas mirando la tela, meditando ante ella. Contemplando. Horas incomparables en su silencio. (17) Ofrecerle todo el tiempo, predisponiéndose a la posible revelación. En estado de espera. Polarizado en esta disposición. (…) La pintura es un medio de acceso al misterio de Dios. Medio para atrapar algunos vislumbres de su Reino. No hay vanidad en esto, más bien humildad. Ponerse en situación de poder capturar un fragmento de luz. (19)

... aprecio mucho la pintura de los primitivos italianos, y la de los maestros chinos y japoneses. Es una pintura sagrada, que busca más allá de las apariencias, más allá de las formas visibles, lo invisible, el secreto que anima la realidad. En esto no hay ninguna diferencia entre Piero della Francesca y un maestro del lejano Oriente [...] el mismo movimiento de eternidad. (24)

Empiezo a pintar cada día rezando: un gesto ritual que me da fuerzas para cruzar, para salir de mí mismo. Tengo el convencimiento de que la pintura es una forma de plegaria, una vía de acceso a Dios. (30)

... el cuadro se desarrolla lentamente, día a día, en el silencio y en la paz. Es el cuadro el que me enseña a apartarme de la rueda frenética del tiempo. Lo que quiero lograr es su secreto, su inmovilidad. (33)

A menudo he pensado que la mejor cualidad, la virtud más bella es callarse, es el silencio. No me he dedicado nunca a interpretar mis cuadros, a extenderme sobre su significado. ¿Es necesario que signifiquen algo? De lo que yo he querido ocuparme no ha sido de expresarme a mí mismo, sino de expresar al mundo por la pintura. (38)

Pintar no es figurar, ni tampoco reproducir, sino penetrar. Adentrarse en el secreto, expresar la imagen interior. (...) Un retrato es atrapar un fragmento del alma, hacer una hendidura hacia lo desconocido (89)

No discuto las interpretaciones de los críticos acerca de mis obras de arte. Yo no sé lo que las obras quieren decir. Simplemente son. Quizás no haría falta decir nada, sólo mirar. Yo me paso horas mirándolas, en el taller. Las miro, entro en su misterio. El misterio ha guiado mi mano adentrándome en su noche. En cierto modo, debe ser una experiencia parecida a la de los místicos, la profunda noche que atraviesan para poder acceder a la luz. (...) ¡Cómo me gustan los poemas de Joan de la Cruz! (93)

He dibujado muchísimo, he dibujado para acercarme a las personas, a sus emociones interiores. El dibujo fue una escuela de paciencia. Cuando acababa un dibujo, tenía conciencia de haber adelantado como persona, de ser más hombre, de encontrarme más cerca de la condición humana. Este sentido de fraternidad me lo ha proporcionado el dibujo en mayor medida que la pintura. La pintura es más como una búsqueda, un peregrinaje. (99)

Me indigna el culto a la personalidad que rodea a muchos pintores contemporáneos. Para pintar se requiere todo lo contrario, borrarse cada día más, no tener más exigencia que la pintura y olvidarse de sí mismo. Y, en cambio, encontramos por todas partes declaraciones personales, confesiones íntimas, exhibicionismos... No me canso de decir que no te explicas a ti mismo, lo que quieres expresar es el mundo, sus misterios y sus noches. De paso, quizás encontrarás alguna clave que te permita comprenderte mejor, pero no es ese el objetivo. (...) En esta aventura de la pintura, el pintor no es nada, no es más que una mano, un instrumento que establece un puente, él mismo sin saber muchas veces ni hacia dónde va, pero actúa como transmisor de aquello que todavía ignora, aquello que permanece en lo secreto. Esto se te hace claro cuando tocas algún punto esencial, cuando -por decirlo d’alguna manera- notas que no hay relación entre tú mismo y lo que quieres lograr, entre tú y lo que percibes. (…) El pintor sólo existe en esta disponibilidad, en esta humildad. Que otros se dediquen a la interpretación y el análisis. El pintor pinta, eso es todo. Y lo que ha de lograr alcanzar por todos los medios, es el silencio. Todos esos abordajes de palabra a la pintura me parecen, en el fondo, bastante cómicos. ¿Qué palabras podrían expresar algo del trabajo de quien quiere mostrar algún rasgo de los espacios de silencio, secretos y oscuros? (101 - 103)

La obra es una aventura, una aventura extremadamente solitaria, pero cargada de todo el legado del pasado. No me canso de insistir en que el trabajo del pintor no se debe desligar del legado de sus predecesores. Recomenzar desde cero no tiene ningún sentido si el pintor no se ha alimentado antes de toda la riqueza de la historia de l’arte, si no ha asimilado a fondo y, a partir de ahí, trabaja con lo que él es, ve y siente. (164)

Habiendo tanta belleza, ¿ por qué empeñarse en ignorarla? (193) ¿Por qué crear fealdad cuando la belleza nos rodea? Siempre me he sentido como responsable de tanta belleza como hay. Con el deber de pasar por sobre mis estados de ánimo, de mis propios momentos de dolor, de mis dudas y volcarme sobre esta tarea inmensa, este bautizo que es la pintura: la inmersión en la belleza de Dios. (172)

No sé otra definición de arte que afirmar que el arte consiste en celebrar, cantar, llevar a cabo belleza. (228)

Un pintor ejercita siempre la mirada. Se trata de ir más lejos que aquello que te muestra el entorno, pero este ir “más lejos” se halla en la realidad misma, no en otro lugar. No importa que tengas tan mal la vista como la tengo yo ahora, lo que cuenta es el estado de tensión de la mirada interior. La manera de penetrar en las cosas, con la certeza de que están bien vivas, en una inimaginable plenitud. (...) Llegar a captar la fragilidad e unos pétalos pide una infinita paciencia que nada tiene que ver con el ritmo de la vida moderna. (242)

Me resulta imposible explicar con palabras la alquimia del trabajo que quiere transformar el paisaje en aquello que esconde, transformarlo en su reverso, en su fondo secreto. Siempre he intentado pintar su centro. Vértigo; intentar alcanzar la profundidad del mundo. (260)

En apariencia, la pintura no es nada : una tela que uno mismo ha tensado, unos pinceles, unos tubos de pintura y unos botes de pigmentos. Y aquí es dónde empieza todo. No hay que perderse en la habilidad o la costumbre. Todo lo contrario: fuente y nacimiento. Pintar es dirigirse cada día hacia la fuente a buscar el agua. La luz. (270)

La pintura es una tal aventura de humildad que me parece como fuera de lugar conseguir títulos académicos gracias a ella. (278)

Pintar es salir de sí mismo, olvidarse, buscar el anonimato y arriesgarse a no estar d’acuerdo con el siglo, con las modas y con los semejantes. (283)

Pintar es, principalmente, querer conocer y hacer todo lo posible para conseguirlo. (284)

CETR.

Textos traducidos a partir de: "Mémoires de Balthus: recueillies par Alain Vircondelet". Monaco, du Rocher, 2001. 297 p. Existe edición castellana en la editorial Lumen (2002)

http://www.cetr.net/modules.php?name=Portada&file=article&sid=250

Comentarios y FORO…

El gran abismo

Pepcastelló

Aquí donde yo vivo hay un profundo abismo entre el mundo religioso y el profano. Es difícil salvarlo. Querer aproximar esos dos mundos es como querer mezclar el agua y el aceite.

Sin entrar a analizar las causas de esa separación, porque sería largo y daría lugar a desacuerdos difícilmente superables, es fácil observar que mientras en el mundo profano se confía tan sólo en el hacer humano y se busca por encima de todo el bienestar material, especialmente el propio, en el mundo religioso, pese a que se viva más o menos de igual modo, se afirma la existencia de ese Dios que dicen rige el Universo y que cuida de sus humanas criaturas.

No voy a entrar en teologías, que no es lo mío, pero si no ando muy errado sé que hay maneras de entender la fe que son capaces de hermanar el pensamiento religioso con el laico. No obstante, la doctrina oficial de la Iglesia Católica y Romana, principal representación cristiana en el ámbito geográfico desde donde escribo, sigue siendo la misma que abrió esa profunda brecha entre los dos mundos. La doctrina y la acción política, que si de la doctrina tan sólo se tratase poco daño tendríamos que esperar.

No me cabe la menor duda de que la Humanidad está desatendiendo peligrosamente la dimensión espiritual de la persona, esa dimensión de la mente que nos caracteriza como humanos. Vivimos cada vez más como animales inteligentes desde el individualismo, sin tener en cuenta nuestra pertenencia al cosmos del cual formamos parte ni a la gran familia humana de la que somos miembros inseparables. Y ese modo de vivir, que no es sino una clara muestra de poco raciocinio, tiene nefastas consecuencias para la Humanidad entera, ya que nos lleva directamente al enfrentamiento permanente de unos contra otros y a la destrucción ininterrumpida del medio natural del cual formamos parte.

El estado del mundo global en que vivimos exige con carácter de urgencia la colaboración de todos los colectivos con conciencia, religiosos y laicos. Nadie con sentido de responsabilidad debiera excluirse ni excluir a nadie de ese diálogo fraterno necesario para salvar la Humanidad en la medida que se pueda. Desde diversas esferas del mundo religioso y del profano se alzan continuamente voces alertando de cuanto aquí estamos diciendo, pero una falta de auténtica colaboración entre ambos favorece que no sean oídas, que no trasciendan a la totalidad de la población, como sería deseable, y que avance triunfante la ideología neoliberal que nos destruye. A mi ver, hoy el conocimiento humano no debiera prescindir de todo cuanto consideran esencial las diversas tradiciones religiosas, ni estas debieran prescindir de las explicaciones que la ciencia puede dar del fenómeno religioso. Pero en cambio, andan cada una por su lado. La religión, aferrada a sus mitos ancestrales. El humano saber al pragmatismo por encima de todo, sin contemplar las consecuencias deshumanizadoras que este conlleva. O por lo menos, sin conceder demasiada atención a los valores espirituales que constituyen el gran bagaje que encierra el conjunto de las religiones.

El alto grado de intolerancia mutua a la vista está. Nombrar la religión en un ambiente laico genera, en los más de los casos, un rechazo tanto más evidente cuanto más distendido es el contexto. Del mismo modo que decir a los creyentes que la religión es una elaboración cultural, y que la neurología está investigando el proceso por el que la mente humana genera los estados místicos de los cuales procede la vida religiosa equivale, a su modo de ver, a blasfemar o si más no a proponerles cambiar SU FE por ateísmo. Es evidente que ambos mundos tienen el corazón en carne viva y una extrema sensibilidad a flor de piel, y esa es una dificultad inmensa para el diálogo.

Las religiones han hecho a lo largo de los siglos sobrados méritos para que desde una óptica humanista no se quiera saber nada de ellas, y los siguen haciendo, y eso sólo ya basta en principio para explicar la prevención que despiertan en el mundo profano. Y aunque no es menos cierto que desde ese otro bando se han tomado revanchas a veces excesivas e innecesarias, en buena lógica cristiana cabe preguntar: ¿quien debe dar en el presente el primer paso?

Ese avanzar al frente comporta un riesgo grande, más en el mundo religioso que en el laico, y quienes gozan de un poder que dicen fue otorgado por el mismísimo Dios, es muy difícil que quieran asumirlo. No hay más que ver como reaccionaron a los esfuerzos humanizantes de Juan XXIII quienes le sucedieron. Una clase sacerdotal que de pronto reconociese publicamente que no está en posesión de ningún atributo superior al de los demás mortales, a buen seguro perdería su prestigio y sería rechazada por la mayoría de esa población que actualmente la venera. La gente quiere líderes, y los quiere brillantes. La idolatría forma parte de la condición humana. Está muy lejos todavía nuestra especie de ese alto grado de evolución al cual algunos visionarios como Teilhard de Chardin dicen que tiende, y nuestro innato gregarismo favorece entretanto a los más ambiciosos erigirse en líderes de la manada.

Pero si bien se mira, ese afán de revestirse de prestigio con la supuesta ayuda de la Gracia Divina que favorece el liderazgo y el triunfo terrenal, en lo religioso es pan para hoy y hambre para mañana. No hay más que ver como aumenta la increencia. Nadie que no comparta de antemano sus premisas puede dar crédito a cuanto predican quienes desde lo alto de su trono dicen estar en posesión de la verdad. La revelación que legitima de forma indiscutible las creencias predicadas, su propia potestad al considerarse a sí mismos sucesores de aquel apóstol que dicen fue elegido por el mismísimo Dios hecho hombre, el embarazo virginal de María que da origen divino a Jesús, la resurrección de Este después de su muerte y su subida al cielo, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y un sinfín de puntos más que la religión católica considera intocables, tal como aún hoy los predica son inaceptables para el mundo profano. Simone Weil, que era judía, señaló treinta y tantos motivos para no hacerse cristiana. Un agnóstico o un ateo no necesita tantos, pero si quisiera podría hacer una lista mucho más larga. No obstante, con el corazón en la mano yo me pregunto: ¿hace falta creerse todo eso para vivir conforme al ideario cristiano?

El problema está en ver lo que es primero y más importante, como aquí en Tambo alguien con buen juicio me señala. Para mí, que escribo desde España, y para más detalle desde Catalunya, el país de origen de Pere Casaldàliga, lo prioritario no es la pobreza material, por más que pobres sí los hay y que habrá cada vez más al paso que vamos. Aquí la mayor miseria es la moral. La pobreza de espíritu está resultando endémica en este materializado rincón del mundo que desde Roma tratan de mantener como baluarte de ese catolicismo ultramontano y batallador hacedor de fanáticos de uno y otro bando.

España es un conjunto de pueblos de tradición católica que en la actualidad forman un Estado constitucionalmente laico. El nivel de increencia es mayoritario y aplastante, incluso en la población que por estar bautizada figura censalmente como católica, y hoy se casa en la iglesia y mañana se divorcia en el juzgado. Pero hay grupos fundamentalistas muy bien vistos desde Roma que pese ser una muy reducida minoría tienen mucha influencia. Ellos, junto a la jerarquía católica, tratan de mantener la religión en el estado de privilegio medieval que tuvo durante el tiempo de la dictadura franquista, algo que consiguieron con creces en la legislatura del anterior gobierno. Sus presiones sobre el actual gobierno para imponer criterios legislativos confesionales a un estado laico son continuas, al igual que para que se de en las escuelas, a cargo del Estado, la enseñanza de ese catolicismo ancestral que asegura los privilegios de los clérigos, el cual la mayoría de la población por diversos motivos rechaza.

Tratar de mantener hoy día la religión como en los tiempos de mi niñez, cuando regía en Roma Pío XII, es a mi ver mucho más que una estupidez. Es a la vez un crimen y un suicidio. El mundo no creyente se perderá, sin duda, todo el caudal de sabiduría que podría aportarle un cristianismo evolucionado y puesto al día como el que intentó lanzar el Vaticano II, en tanto que el mundo religioso seguirá agonizando en el oscurantismo de su ancestral universo de magia y fantasía.

Qué duda cabe de que, como en todo cuanto se refiere al conocimiento, el curso de la vida acabará haciendo aflorar la verdad, y día llegará en que la religión bajará definitivamente de su pedestal y aceptará sin recelo las propuestas del mundo de la ciencia y del saber humano. Talvez entonces el mundo profano pueda llegar a aceptar sin prejuicios toda la utilidad de orden personal y colectivo que hay en la esencia de las diversas tradiciones religiosas. Talvez..., en el mejor de los casos. Pero entre tanto, ¿habrá hecho algún bien ese empeño eclesiástico de imponer a toda costa el propio credo?

Pepcastelló

Publicado en TAMBO, foro de diálogo de KOINONIA en mayo del 2005 y en ECLESALIA con fecha 17/6/2005.

http://eclesalia.blogia.com/2005/061701-abismo-1-2.php

Comentarios y FORO…

viernes, 28 de marzo de 2008

Dios en la segunda modernidad

Dios es peligroso. Las religiones crean un abismo particular entre las personas: creyentes y no creyentes. Volvemos a vivirlo en nuestros días. La amenaza de una nueva era oscurantista es la otra cara del fracaso de la secularización

La tentación totalitaria es inherente al humanitarismo de la religión. Del universalismo de la religión nace la fraternidad entre clases sociales y naciones, pero también el odio. Dios puede civilizar a los hombres e igualmente convertirlos en bárbaros. Ahí van cuatro tesis para ilustrarlo.

* Primera tesis: la religión instaura la fe como distintivo absoluto. A su lado, todas las desigualdades y diferencias sociales son moderadas y de poca importancia. El Nuevo Testamento dice: “Todos somos iguales ante Dios”. Esta igualdad, esta supresión de las fronteras que dividen a los hombres, a los grupos, a las sociedades y a las culturas es lo que sustenta socialmente las religiones cristianas. Sin embargo, la consecuencia de ello es que con la misma radicalidad con la que se suprimen las diferencias sociales y políticas, se establece una nueva distinción fundamental y una nueva jerarquía en el mundo: entre los creyentes y los no creyentes. Con ello, se priva generalmente a los no creyentes de la categoría de personas. Las religiones pueden construir puentes entre las personas allí donde existen jerarquías y fronteras, pero cavan a la vez nuevos abismos allí donde antes no existían.

El universalismo humanitario de las personas creyentes descansa en la identificación con Dios y en la satanización de quienes se oponen a él, que son los “siervos de Satán”, según Pablo y Lutero. La violencia religiosa tiene su origen en el universalismo de la igualdad entre los creyentes, que priva a los no creyentes o a los que tienen otras creencias, de aquello que se les promete a ellos: dignidad e igualdad.

Los dioses monoteístas y sus verdades eternas establecen categorías merecedoras de condena: “hereje”, “pagano”, “supersticioso”, “idólatra”, etcétera. El “mal”, a favor del cual están los “hijos de las tinieblas”, hace referencia a acciones y pensamientos que van más allá de lo imaginable, más allá de lo justificable, más allá de aquello que puede ser defendido. Esta preocupación se está extendiendo: la amenaza de una nueva era oscurantista es la otra cara del fracaso de la secularización. La historia del colonialismo es un ejemplo indiscutible de crímenes y atrocidades inimaginables cometidos y “legitimados” en nombre de la categoría del infiel para tratar de salvarle el alma.

* Segunda tesis: la simple pregunta sobre qué es la religión ya tiene un sesgo eurocentrista. La religión es entendida como sustantivo. Se puede solamente creer en ella o no creer y si uno pertenece a una comunidad religiosa no puede formar parte de otra. En este sentido es razonable y necesario establecer una diferencia entre la “religión” y “lo religioso”, entre la religión como sustantivo y la religión como adjetivo. El sustantivo “religión” ordena el terreno religioso según la lógica del “esto o aquello”. En cambio, el adjetivo “religioso” lo hace según la lógica del “esto como aquello”. Ser religioso no descansa en la afiliación a un grupo u organización. Define más bien una orientación concreta respecto a cuestiones existenciales.

Con ello se plantea la siguiente pregunta: en principio, el dualismo del amor y del odio es válido para la “religión”, ¿pero lo es para lo “religioso”? Este dualismo monoteísta y portador de violencia, ¿no puede relativizarse, evitarse o ser desactivado mediante el sincretismo de la tolerancia?

El sujeto autónomo que crea su “propio” dios es la autoridad máxima de la fe renacida. Lo que esto pone de manifiesto no es precisamente el fin de la religión sino el resurgir de un desorden religioso de nuevo cuño y subjetivo que traspasa todas las fronteras religiosas, y que encaja cada vez menos en los andamios dogmáticos de las religiones institucionales. La unidad entre la religión y lo religioso se ha quebrado. En efecto, la religión y lo religioso han entrado en pugna.

En las sociedades occidentales, que han convertido en un principio la autonomía del individuo, las personas cada vez construyen con más independencia pequeños relatos de un “dios personal” que adaptan a la “propia” vida y a la “propia” experiencia. Pero este “dios personal” no es el dios monoteísta que ofrece la salvación mientras se apodera de la historia y consiente la intolerancia y la violencia. ¿Estamos viviendo una transformación del monoteísmo de la religión al politeísmo de lo religioso bajo el signo del “dios personal”?

En Japón podemos observar como esta tolerancia del sincretismo se extiende no sólo en el terreno oculto de la religiosidad difusa, sino que se practica con gran naturalidad en el ámbito de las formas institucionales. Las personas no tienen ningún problema en visitar un altar sintoísta en determinadas épocas del año, casarse según la ceremonia cristiana o ser enterrados por un monje budista. El sociólogo de la religión Peter L. Berger cita al filósofo japonés Nakamura, quien expresa perfectamente esta idea: “Occidente es responsable de dos errores fundamentales. Uno es el monoteísmo: sólo existe un Dios. Y el otro es el principio de contradicción de Aristóteles, según el cual algo no puede ser a la vez A y no A. Cualquier persona inteligente en Asia sabe que existen muchos dioses y que las cosas pueden ser a la vez A y no A”.

* Tercera tesis: si las religiones siempre han ido superando fronteras territoriales y nacionales aparentemente infranqueables, y cavando nuevos abismos entre los creyentes y los no creyentes, ¿cuál es entonces la novedad? El acercamiento a nivel global que resulta del entramado de las tecnologías de la comunicación conduce a que las grandes religiones entren en contacto y se mezclen, pero también a un choque de universalismos, a disputas eternas sobre las verdades reveladas así como sobre los modos que tienen unos y otros de satanizar a los demás. El choque de universalismos significa lo siguiente: estar obligado a justificarse y a reflexionar tanto en la vida íntima como en los debates públicos, allí donde antes dominaba la absoluta certeza. Rechazar estas obligaciones básicas, esto es tratar de reinstaurar con todos los medios las verdades cuestionadas de la religión, es el cometido primordial de los movimientos fundamentalistas de todas las religiones del mundo. Aquí se perfila una nueva línea de conflicto tal vez de extraordinaria importancia para el futuro, a saber entre aquellas corrientes religiosas que otorgan un espacio a la duda y aquellas otras que, para defenderse de la duda, se escudan en la “pureza” ficticia de la fe.

* Cuarta tesis: presuponiendo que sea falso el ideal de la secularización, según el cual más modernidad significa menos religión, cabe plantearse con renovada urgencia la pregunta sobre la convivencia civilizada entre las grandes religiones: ¿Será posible un modelo de tolerancia interreligiosa en el que el amor a unos no implique odio a otros? Eso es, un modelo de tolerancia cuya meta no sea la verdad sino la paz.

Mahatma Gandhi hizo de su experiencia vital una política transformadora de repercusiones mundiales. Se trata de ser capaz de ver el mundo, incluso el propio universo religioso, a través de los ojos del otro. Siendo joven, Ghandi fue a Inglaterra a estudiar Derecho. Este “rodeo” por un importante país del Occidente cristiano no lo alejó del hinduismo, sino que su comprensión y su adhesión al mismo se hicieron más profundos. Pues fue en Inglaterra, invitado por un amigo, donde Ghandi se inició en la lectura tan reveladora para él del Baghavad Gita, y en una traducción inglesa. Fue sólo más tarde cuando empezó a estudiar a fondo el texto hindú en sánscrito. Gracias a la mirada de su amigo occidental fue movido a descubrir la riqueza espiritual de la tradición hinduista.

En su lucha contra la “dictadura del relativismo”, el papa Benedicto XVI defiende la jerarquía católica de la verdad, que sigue una lógica parecida a la de un juego de cartas. La fe gana a la razón. La fe cristiana supera a las demás creencias (en concreto al islam). La fe católico romana es la sota de tréboles, que gana a las otras cartas de la fe cristiana. Y el Papa echa el triunfo más alto en el juego de la verdad de la ortodoxia católica.

Hoy es decisiva para la supervivencia de la humanidad la pregunta sobre si se puede sustituir la verdad por la paz.

Ulrich Beck

Profesor de Sociología de la Universidad de Múnich.

Publicado en El País, 5/1/2008 (Traducción de Martí Sampons)

Comentarios y FORO…

El efecto perverso de las creencias

Cuando las religiones proporcionan creencias y no el completo silencio del ego, fortalecen al ego con las creencias, pero al precio de someterlo.

Las creencias apuntalan al ego desde fuera, si se somete. Cuando se ofrecen certezas apoyadas en creencias sin deshacerse del ego, el resultado es más ego, aunque creyente.

Las creencias son un refugio del ego, son su agarradero más sólido.

Si las religiones insisten en las creencias, como algo intrínseco e imprescindible para el camino interior, lo están dificultando seriamente, porque exigen sumisión a formas, lo que significa la permanencia intocable de esas formas. Si las formas permanecen, el ego permanece, porque no se entra en la no forma, en la no dualidad. Así resulta que hablan y proponen la Vía, pero, a la vez, la impiden. Pocos son los que pueden escapar de esa trampa.

Esta trampa era casi inevitable en sociedades estáticas articuladas sobre creencias intocables. En ese tipo de sociedades se tenía que hablar del camino interior con términos que no contribuyeran a desprogramar al colectivo. Esa era la estructura de la religión: hablar de lo que no se puede hablar con formas intocables. Era una terrible trampa, pero una trampa inevitable en aquel tipo de culturas.

Esta ya no es nuestra situación. Ahora sabemos que hablamos de lo que no se puede hablar con formas que no son intocables y que, además, hay que abandonar lo antes posible para poder acceder a la sutilidad del sin forma, al “no dos”.

Poner el acento en las creencias es ponerlo en el poder.

Las creencias religiosas se muestran ligadas a la revelación y, por tanto, a la sumisión, a la exclusividad y a la exclusión de otras creencias. Estos hechos ligan las creencias con el poder.

Por tanto, la religión como sistema de creencias resulta ser un sistema de poder y un sistema exclusivo que excluye alternativas. Nada conveniente para una sociedad de innovación y cambio continuo en todos los niveles de la vida humana, democracia y globalización.

Marià Corbí

http://www.cetr.net/modules.php?name=News&file=article&sid=488

Comentarios y FORO…

Corazón cristiano II – Pascua (*)

Pepcastelló

Abrir el correo después de cinco días de asueto de Semana Santa significa recibir un alud de mensajes con adjuntos PPS que hacen referencia a la Pascua y una profusión de artículos rememorando esta gran exaltación cristiana. En unos y otros el contenido es una mezcla de doctrina y reflexión social difícil de rechazar desde una sensibilidad compasiva y a la vez difícil de compartir por quienes no participamos de creencias religiosas. Una especie de brebaje espiritual que no es de mi gusto y que en mi opinión tiene más de negativo que de positivo. Porque no veo que sirva a quienes no creemos ni veo qué utilidad tiene a quienes ya creen.

Quiero dejar claro antes que nada que defiendo el derecho de toda persona a expresarse como mejor le cuadre, y no quisiera que este comentario mío fuese tomado como una censura sino como una observación que hago desde mi personal punto de vista. Y es en este sentido que quiero expresar el desagrado que me produce esta mezcla de mensaje humano rebozado de cristianismo que a mi personal sensibilidad le suena a ostentación religiosa, por no decir a militancia.

La dimensión espiritual humana y aun los evangelios pueden ser aceptables para quienes crecimos en un mundo cristiano aunque con el tiempo hayamos rechazado la doctrina religiosa que la Iglesia Católica Romana afirma haber sacado de ellos. Pero dejan de serlo en cuanto se llenan de afirmaciones dogmáticas y encima se enlazan con la organización eclesiástica que los proclama. (Me refiero a la ICR porque es la que me adoctrinó a mí, las otras no me afectaron nunca).

Como ilustración de esto que digo, voy a referirme a un artículo de Frei Betto que acabo de leer en ADITAL, del cual copio el enlace por si alguien quiere entrar a leerlo.
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=32243

Desde la sensibilidad humana resulta difícil, por no decir imposible no estar de acuerdo con fragmentos como éste:

Hoy se tropieza en la calle con seres rebajados en su dignidad. Todos los discursos oficiales y todos los ajustes fiscales ofenden la condición humana para exaltar la concentración del lucro e ignoran el compartir la vida. En su hipocresía el sistema salva su aura cristiana y excluye el pan. La metafísica monetarista estabiliza monedas y desestabiliza familias; reduce la inflación y aumenta la miseria; socorre a los bancos y multiplica el desempleo; abraza el mercado y desprecia el derecho a la vida -y vida en abundancia, para todos.

Ante esto mi aplauso, sin duda alguna. Pero un poco más abajo hay una alusión a Juan Pablo II que resulta indignante para quienes sabemos que este papa fue en extremo complaciente con los intereses del actual imperio norteamericano y tanto él como sus representantes políticos miraron hacia otro lado cuando los gobiernos de diversos países cometían horrendos crímenes para implantar la supremacía política del capitalismo.

Es Abba, el padre amoroso ("más madre que padre", diría Juan Pablo 2º), cuyo don mayor es la vida.

¿A qué viene esta alusión que ninguna falta le hace a su discurso? Él tendrá sus motivos, pero quienes vemos la realidad terrenal de la clerecía que ese papa presidió sentimos revolvernos las entrañas. ¡Qué flaco favor le hace esta adulación eclesiástica al mensaje humano que contiene el artículo!

Y también resulta chocante para una persona no católica, o incluso católica pero crítica, lo que expone en el siguiente párrafo:

Hasta la llegada del Iluminismo la inteligencia rezumaba incienso. Copérnico y Galileo descifraron la armonía de la naturaleza como reflejo del Creador, y Newton dirigió sus cálculos por las manecillas de los relojes de las catedrales. Después el diluvio inundó los claustros. La razón irrumpió soberana, relegando a la categoría de superfluo todo cuanto no fuese mensurable. Entonces afloró el misterio.

¿Para qué sirven las preguntas cuando se cree tener todas las respuestas? Voltaire y los enciclopedistas se atrevieron a secularizar la inteligencia y más tarde Baudelaire y Rimbaud tantearon ávidos en busca de un Dios capaz de aplacarles la sed de Absoluto. Dostoyevski se revistió de la figura emblemática de Jesús, despojó a sus monjes de los hábitos eclesiásticos, les abrió de par en par el alma atormentada por los demonios de la duda.

Nietzsche recibió el fuego de los dioses e incendió de libertad el espíritu humano. Sartre proclamó que el infierno son los otros y erigió el absurdo de la muerte en acto final que despojó a la vida de cualquier sentido.

Copérnico y Galileo rezumarían incienso, pero a punto estuvieron ellos de convertirse en brasas para mayor gloria de esas creencias que el autor ensalza. En cuanto a Voltaire y los enciclopedistas, cabe recordar también que si se «atrevieron a secularizar la inteligencia» fue por la actitud oscurantista de la ICR. Y referente al infierno, podríamos apuntar, aunque no sin cierta ironía, que Sartre no hizo más que anticiparse a la clausura que de él hizo la misma Iglesia. Bueno, esto así a bote pronto.

Pero no es mi propósito discutir los puntos de vista del autor, sino hacer notar lo difícil que es para quienes no profesamos creencias religiosas aceptar un discurso humano mezclado con ellas. Frei Betto tiene pleno derecho a escribir lo que le venga en gana y a predicar su fe a los cuatro vientos, ¡faltaría más! Él y quien quiera hacerlo. Pero estas prédicas llenas de imaginario cristiano caen mal en el mundo no creyente, y contribuyen a distanciarlo del religioso. Y esta distancia no me parece constructiva, sino todo lo contrario.

Supongo que para quienes sienten el orgullo de pertenecer al grupo humano elegido por su Díos, estas exhibiciones de fe deben de estar más que justificadas. Y que deben de ser muy del agrado de quienes pretenden hacer de la ICR el centro del mundo. Pero en mi opinión, si el cristianismo aspira a ser una aportación a la gran familia humana (el famoso «humanizar la humanidad», de Casaldàliga) más vale que quienes lo profesan se bajen del púlpito y se expresen en un lenguaje que pueda compartir el resto del mundo.


Pepcastelló

(*) Artículo relacionado con: Corazón cristiano I – Semana Santa.
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2008/03/corazn-cristiano-i-semana-santa.html

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jueves, 27 de marzo de 2008

La mujer del chandal gris

Lo malo que tiene esto de montártelo de gruñón cada domingo es que, de pronto, estás sentado observando a la gente en una terraza de la plaza mayor de Gomorra, o de Sodoma, o de donde sea, tomándote una caña mientras miras hacia arriba con sonrisilla atravesada, esperando que empiece a llover napalm, y de pronto pasan un Lot o un justo cualquiera y, en plan aguafiestas, te fastidian el espectáculo. Eso, más o menos, fue lo que me ocurrió hace un par de días, cuando estaba en la plaza de España de Madrid, antigua montaña del Príncipe Pío, intentando situar con un amigo el sitio exacto donde, a las cuatro de la madrugada de un 3 de mayo, los marinos de la Guardia Imperial gabacha le dieron matarile a cuarenta y tres madrileños. Estaba en eso, como digo, parado al sol –hacía un frío del carajo– mirando el paisaje y queriendo adivinar, bajo éste, las referencias urbanas y el punto de vista donde Goya se situó, y nos situó a los espectadores, para pintar su cuadro.

En ésas veo llegar ante un semáforo, cuyo paso de peatones está a punto de pasar a rojo, a un ancianete tembloroso que caminando con dificultad, apresurado, inicia el cruce con pasitos tan cortos que nunca lo llevarán al otro lado antes de que los automóviles se le echen encima. Por un momento considero interrumpir la conversación y socorrer al abuelo; pero me encuentro relativamente lejos y comprendo que no llegaría a tiempo –tampoco es cosa de salir corriendo descamisado como Clark Kent–, que las ocho o diez personas que hay a un lado y a otro del paso de peatones tampoco van a mover un dedo, y que el osado vejete tendrá que valerse con el único recurso de su baraka, carambola o no carambola, y la humanidad de los conductores –pocas veces excesiva en Madrid– que lo dejen cruzar, o no, antes de ir a lo suyo.

Entonces llega el aguafiestas. El semáforo de peatones acaba de pasar a rojo, y yo tengo preparado un hijos de la gran puta mental en obsequio de quienes miran, impasibles, cómo el abuelo intrépido está a punto de convertirse en escabeche de jubilata. En ese momento, del grupo parado en el lado opuesto de la calle se adelanta una mujer menuda, de pelo negro, vestida con un chándal gris y zapatillas deportivas, que lleva una bolsa del Corte Inglés en una mano. Dirigiéndose al encuentro del abuelo, esa mujer lo toma por el brazo; y luego, haciendo ademanes en solicitud de paciencia a los conductores, lo acompaña hasta dejarlo a salvo en la acera, ante las miradas indiferentes de cuantos allí aguardan sin inmutarse. Pero lo que me llama la atención no es el episodio en sí, sino la extraordinaria ternura, el afecto insólito y dulce con que esa mujer ha cogido del brazo al vejete desconocido para conducirlo, tranquila y paciente –parecía tener todo el tiempo del mundo, y ponerlo a disposición del anciano–, hasta dejarlo a salvo.

La mujer ha vuelto a su acera, donde, mientras el abuelo se aleja, espera a que el semáforo de peatones cambie de nuevo a verde. Cruza entonces, con los otros peatones. Puedo observarla mejor cuando pasa por mi lado, y entonces advierto un par de cosas. El chándal gris se ve ajado, modesto. Ella debe de tener treinta y tantos años y es –me lo había parecido de lejos, pero no estaba seguro– una inmigrante sudamericana, bajita y morena, con cara de india sin gota de sangre española y el pelo largo, muy negro y brillante. Procede, sin duda, de un país de ésos donde la miseria y el dolor son tan naturales como la vida y la muerte. Donde el sufrimiento –eso pienso viéndola alejarse– no es algo que los seres humanos consideran extraordinario y lejano, sino que forma parte diaria de la existencia, y como tal se asume y afronta: lugares alejados de la mano de Dios, donde un anciano indefenso es todavía alguien a respetar, pues su imagen cansada contiene, a fin de cuentas, el retrato futuro de uno mismo. Lugares donde la vejez, el dolor, la muerte, no se disimulan, como aquí, maquillados tras los eufemismos y los biombos. Sitios, en suma, donde la vida bulle como siempre lo hizo, la solidaridad entre desgraciados sigue siendo mecanismo de supervivencia, y la gente, curtida en el infortunio, lúcida a la fuerza, se mira a los ojos lo mismo para matarse –la vida es dura y no hay ángeles, sino carne mortal– que para amarse o ayudarse entre sí.

Por eso, concluyo viendo alejarse a la emigrante con su arrugada bolsa del Corte Inglés y su ajado chándal gris, esa mujer acaba de ayudar al abuelete: por puro instinto, sin razonar ni esperar nada a cambio. Por impulso natural, supongo. Automático. Acaba de llegar a España, y ningún sufrimiento le es aún ajeno. Todavía no ha olvidado el sentido de la palabra caridad.

Arturo Pérez Reverte

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A 32 años del terror. A 32 años del amor.

El 24 de marzo del año 1976, es una fecha dolorosa para los argentinos; un momento histórico que marca el comienzo de una etapa que, por sus innumerables consecuencias, nos habita en memorias y olvidos desde entonces. Y, a la vez, nos marca como pueblo, nos identifica.

¿Se puede habitar el olvido?; sí se puede. Porque aquello que olvidamos, a decir verdad, es material que queda reprimido, sin poder salir a la luz; el motivo, quizás el principal, es la angustia que provoca saber.

Saber que muchos de nuestros compatriotas fueron masacrados, torturados; arrancados por la fuerza de su casa, de su trabajo, de los espacios públicos. Saber que muchos niños nacieron en cautiverio, para ser despojados de su verdadera identidad, para ser entregados - en las sombras - a familias que no eran la suya. Saber que el ser humano puede ser también terriblemente cruel y despiadado con sus congéneres, esto es, con los que comparten el género humano, la humanidad; ya que siendo todos humanos - hermanos en la condición -, aquellos militares, no pudieron reconocer en el otro su derecho a la vida, su dignidad, su libertad.

¿Se puede habitar la memoria?, sí se puede. Pero hay una exigencia irrenunciable: la valentía o el coraje; porque recordar es asumir la responsabilidad moral de ver y reconocer los acontecimientos de esa época; de vernos nosotros mismos en esos momentos y de asumir el lugar que ocupamos en ese entonces. Y a partir de esa rememoración, construir un espacio social que de sentido a nuestra historia colectiva, a nuestro lugar en el mundo, a la tarea que nos toca cumplir ahora, 32 años después.

Recordar, para encontrar con el paso de las horas, las huellas de ese tiempo, lo que se repite, lo que se supera, lo que se elabora. Nunca es suficiente, nunca se termina, porque no hay presencia más fuerte que la ausencia, nosotros debemos honrar a los ausentes; también tenemos que honrar a los sobrevivientes, a los que se exiliaron, a los presos y detenidos; a los que perdieron la posibilidad de concretar su utopía, de quedarse en su patria para ver crecer sus hijos, para despedir sus ancestros, para completar sus sueños.

El Golpe Militar fue un golpe al corazón de nuestra sociedad, que todavía nos golpea, que aún nos deja heridas. Es la fuerza, la violencia de un Estado que dejó de ser un Estado de Derecho; por lo tanto no hubo Estado, no existió justicia, ni jueces, ni tribunales, ni organismos que ofrecieran protección a los ciudadanos. Decir que hubo "terrorismo de estado" es nombrar una tremenda contradicción, porque los agentes del estado no deben aplicar una política de terror. Es por eso que resulta necesario hacer también una revisión de nuestros conceptos y de nuestros pensamientos; porque en el discurso se deja correr el error, el equívoco, la confusión.

En marzo del '76 nos quedamos sin democracia, sin asistencia, sin leyes que nos igualen y resguarden nuestras garantías constitucionales.

La Doctrina de Seguridad Nacional fue otra manera de nombrar aquel suplicio; ¿seguridad para quién?, ¿seguros de quiénes?, ¿asegurarnos de qué? Esa doctrina fue la ideología más mentirosa que pudieron crear; los que logramos conservar la lucidez, estábamos seguros de quién era el enemigo, y el enemigo ostentaba todo el poder.

Luego vinieron otras ideologías - tan engañosas como aquella -, como por ejemplo, la de "la lucha de los dos demonios": uno era el demonio de la dictadura, otro era el demonio de la subversión. Pero no se puede equiparar la violencia del estado a la violencia que pueda ejercer un grupo, por fuera de las instituciones estatales, al margen de ellas. Los demonios, en realidad, fueron ellos, los que llevaron adelante la terrible y lamentable "desaparición forzada de personas".

Una persona, un sujeto, un individuo, crece al amparo de su cultura, de sus mayores. Sabemos cuánto esfuerzo demanda criar un hijo, educarlo, ayudarlo a crecer. Esto no es una operación personal, es social, es de todos; una comunidad guarda un conjunto de esfuerzos para dar a las nuevas generaciones una identidad, una tarea, una herencia. Una comunidad aguarda durante un largo período, los frutos de su trabajo.

La desaparición por la fuerza, de muchos sujetos, de muchos jóvenes, deja desamparada a esa comunidad, desconcertada; es la tremenda violencia de la invisibilidad, de dejar sin rastro a una generación entera; de condenar a los hombres a la duda acerca de su paradero, de su destino final. Esas personas que se esfumaron, ¿dónde están?

Fue entonces que las madres y las abuelas de Plaza de Mayo comenzaron a transitar el gran esfuerzo de la búsqueda, del duelo eterno, de la exigencia de saber qué pasó; de saber dónde están sus hijos, quién se quedó con su descendencia, con sus nietos.

Ante la violencia, el amor.

Ante la fuerza brutal, el amor.

Ante la crueldad más vil, el amor.

Así me atrevo a resumir la tarea de las madres y las abuelas. Porque es ese amor lo que nos puede redimir en esta sociedad, golpeada por la tortura y la desaparición.

El amor necesario para crear los lazos sociales, para tener más hijos, para inventar ilusiones, para construir escuelas, para proteger la naturaleza, para cuidar a los ancianos, para plantar un árbol, para leer un libro.

Traer al presente, tener presente el horror de esos años, es muy triste; ver las imágenes de los que ya no están, conocer las historias interrumpidas por la injusticia, compartir con los jóvenes de la actualidad los documentales y las películas que reconstruyen esos acontecimientos, es muy triste.

Sin el amor de las madres y las abuelas, sin esa pulsión de vida, sería muy tremendo rememorar. Es por eso que digo que son 32 años del horror, pero también son 32 años del valor que da ese amor.

Al mismo tiempo que se engendraba la proclama de "aniquilar el accionar subversivo", comenzaba la búsqueda de los desaparecidos. Es por eso que hoy debemos retomar, retornar a esos dos extremos de nuestra historia; que, afortunadamente están en las antípodas, pero están los dos. Porque si solamente hubiese el terror, no podríamos seguir siendo humanos.

Para terminar, dejo lugar a un testimonio, de alguien digno de hablar sobre estos padecimientos. Porque son los testimonios de los que sobrevivieron a esos años, de los que regresaron al país, de los que salieron de las prisiones de la dictadura; los que nos permiten reconstruir fielmente esos tiempos.

Esos relatos están muy cerca de otros relatos de tragedias similares en Europa, en los tiempos del nazismo.

En su narración autobiográfica, Primo Levi, sobreviviente de un campo de exterminio, nos dice:

"La convicción de que la vida tiene una finalidad está grabada en todas las fibras del hombre, es una propiedad de la sustancia humana. Los hombres libres llaman de muchas maneras a tal finalidad, y sobre su naturaleza piensan y hablan mucho: pero para nosotros la cuestión es muy simple.

Aquí y hoy, nuestra finalidad es llegar a la primavera. De otras cosas, ahora, no nos preocupamos. Detrás de esta meta no hay, ahora, otra meta. Por la mañana, cuando en formación en la plaza de la Lista esperamos sin fin la hora de ir al trabajo, y cada soplo del viento se nos mete por debajo de la ropa y recorre en escalofríos violentos nuestros cuerpos indefensos, y todo alrededor está gris, y nosotros estamos grises; por la mañana, cuando todavía está oscuro, todos escrutamos el cielo hacia oriente acechando los primeros indicios de la dulce estación, y la salida del sol es comentada todos los días; hoy un poco antes que ayer; hoy un poco más caliente que ayer; dentro de dos meses, dentro de un mes, el frío nos dará tregua y tendremos un enemigo menos" (LEVI, Primo. Si esto es un hombre. Muchnik Editores. Barcelona. 2002. Páginas 119-120).

Angelina Uzín Olleros (*)

(*) Master de Filosofía (Universidad de París VIII). Profesora de las cátedras de Ética y Derechos Humanos (UADER). Problemática de la Ciencia y Filosofía Política (UNER)

(Artículo Publicado en la Revista Misceláneas. Año 3. Marzo de 2008. Nº 38)

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martes, 25 de marzo de 2008

Treinta y dos años

Hermanos de la vida. Llega uno de los tantos 24 de marzo que pasan/rán por las vidas de nosotros y de nuestras descendencias.

Cada uno elige/rá el modo de ejercer la memoria: memoriosa-mente o des-memoriosa-mente, lo que implica tomar postura de un modo u otro por una causa que nos involucra a TODOS sin excepción, y hacer de ésta fecha lo que queramos que signifique.

Vale recordar que estas posturas, a veces ambiguas colaboraron y colaboran con la necesidad de resolver un genocidio llevado a cabo por nada más y nada menos que un gobierno dictatorial con la complicidad de una parte de la sociedad civil, política y religiosa dejando un saldo de miles de muertos y desaparecidos; un exterminio socio-cultural y la profundización y consolidación, de un sistema económico que nos des-territorializara o des-patriara, para la aplicación definitiva de la trans-nacionalización del país, aplicada por el peronismo de los años 90 y sus consecuentes seguidores y sucesores.

Mi postura ha sido y es, de mantener viva la memoria (aunque hoy, se pretenda mirar hacia adelante...) que es como decir: avancemos pisoteando todo, aún el dolor por algo des-aparecido, que de última es de una madre que no supo o no quiso "Saber qué hacía su hijo..."

Hermanos míos, con el máximo deseo de unir la espiritualidad, la ritualidad del compromiso con un vida digna para TODOS, es que me manifiesto memorioso en esta fecha, pretendiendo que cada uno traiga la leña suficiente para construir la gran fogata del encuentro.

¡¡Sin olvidar la calma para recordar siempre!!!

Miguel Longarini

Libre pensador y poeta Argentino

9 de Julio- Pcia de Bs As-

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La rebelión de los rabinos

Carta de cuatro rabinos a Su Excelencia Sayyed Hassan Nasralá, Secretario General de Hezbolá. Rabinos Moshe Dov Beck, Yisroel Dovid Weiss, Meir Hirsh y Ahron Cohen

El músico, escritor y activista propalestino Gilad Atzmon, que nació judío y abandonó más tarde esa identidad política de sí mismo para defender la causa del pueblo palestino desde una posición humanista y universal, investigó hace años el concepto de identidad judía , y su trabajo tiene la virtud de definir y analizar la judeidad desde una perspectiva social, no racial. Según Atzmon, y cito textualmente, quienes se denominan judíos pueden dividirse en tres categorías principales: 1. Los que practican el judaísmo; 2. Los que se consideran como seres humanos de origen judío y 3. Los que sitúan su judeidad por delante de todas sus otras características. Obviamente, no tengo ninguna dificultad con las dos primeras categorías, pero la tercera es bastante problemática. La tercera incluye, por ejemplo, a un judío que vive en Estados Unidos (en vez de a un estadounidense de origen judío), a un judío que toca el saxofón (en vez de a un saxofonista de padres judíos), a un judío antisionista (en vez de un antisionista de ascendencia judía). Para el judío de la tercera categoría, la pertenencia racial es una cualidad primaria y ésa es, de hecho, la propia esencia del sionismo.

Atzmon ha repetido en otras ocasiones que siente un gran respeto por las personas religiosas en general y eso incluye a los judíos religiosos. Éstos, es evidente, pertenecen a la primera de sus tres categorías identitarias. Ni que decir tiene que las feroces críticas atzmonianas contra el carácter racista, supremacista y criminal del sionismo le han valido y le siguen valiendo el calificativo de antisemita por parte del colectivo sionista mundial, y ello a pesar de que en ninguno de sus escritos hay connotaciones raciales basadas en la sangre o en el origen étnico, pero es bien sabido que el Estado de Israel y todos sus defensores se preocupan sobremanera de hacer equivalentes dos parejas de palabras que en realidad no lo son: por un lado, semitismo y sionismo y, por el otro, antisemitismo y antisionismo, de tal forma que quien critique al estado sionista se convierte de inmediato en culpable de antisemitismo, lo cual no es ninguna broma, pues las legislaciones europeas incluyen éste entre los delitos tipificados en sus respectivos códigos penales. Por supuesto, una cosa es acusar a alguien en los medios y otra muy distinta que un tribunal lo condene, porque para ello hacen falta pruebas. De hecho, muchísimos de los calumniados públicamente por el sionismo como antisemitas Atzmon entre ellos no han tenido nunca problemas con la justicia, pero es bien sabido que cuando se calumnia, algo queda.

Regreso ahora a las tres categorías de Gilad Atzmon. La primera de ellas, como hemos visto, se refiere a los judíos religiosos, cuyos líderes espirituales son los rabinos. En nuestras sociedades occidentales de cultura cristiana y específicamente católica estamos acostumbrados a que la jerarquía eclesiástica, desde los obispos para arriba, repita incansablemente que su reino no es de este mundo, pero al mismo tiempo se alíe con los sectores más reaccionarios. Tenemos, quizá, la equivocada percepción de que lo mismo ocurre en las otras religiones monoteístas. Falso, acaban de respondernos los cuatro rabinos que firman la autoría de esta carta que hoy traduzco y que pertenencen al movimiento ortodoxo Neturei Karta - los Guardianos de la Ciudad - Judíos unidos contra el sionismo, que, sobre la base de una lectura estricta de las Sagradas Escrituras judías rechazan el Estado de Israel como herejía.

Confieso que desconozco casi todo de la religión judía pues no pertenece a mi cultura y que desde mi posición de marxista militante hasta ayer mismo creía imposible verme traduciendo de forma entusiasta un texto teñido de religión. Pero es que en esta carta hay algo más que un ejercicio retórico de fe. Se trata, más bien, del testimonio político más extraordinario a favor de los pueblos palestino y libanés que ha caído en mis manos desde hace mucho tiempo, testimonio que repite, palabra por palabra y con toda su radicalidad, el del discurso de Gilad Atzmon: a) el sionismo no tiene nada que ver con el judaísmo y b) el Estado de Israel (es decir, los aparatos políticos e institucionales de Israel nada que ver con la raza, sino con la política) es un sinsentido racista y guerrerista, legal pero ilegítimo, que desde su implantación no ha hecho otra cosa que crear dolor y destrucción a sangre y fuego.

No sé hasta qué punto es peligroso para estos cuatro rabinos firmar unas manifestaciones tan comprometedoras, sobre todo en un momento como el actual, en que la organización a la que dirigen su carta Hezbolá y su líder Sayyed Hassan Nasralá están en la lista oficial del terrorismo unilateralmente establecida por los poderes occidentales. Esta intrusión tan desacostumbrada en la res pública de miembros de alto rango pertenecientes a un estamento religioso, lejos de las habituales elucubraciones metafísicas del clero y, sobre todo, a contracorriente y a favor de los -en apariencia- perdedores en el conflictivo Oriente Próximo, es algo tan inhabitual que sólo por eso debería merecer el respeto de quienes nos consideramos a la izquierda. La fraseología religiosa utilizada en su redacción, por muy ingenua que les parezca a muchos, permite vislumbrar todo el amor, la compasión, la solidaridad y el profundo pesar de estos cuatro hombres buenos del judaísmo ante las injusticias del sionismo. La lectura de esta carta valiente me ha recordado a otro hombre bueno de nuestra orilla cristiana, que también se atreve a defender lo indefendible en Occidente: el Padre Luis Barrios, de la iglesia San Romero de las Américas de Nueva York. Compárese esta carta de los rabinos con el artículo de Barrios que publicamos el mes pasado en Rebelión y, luego, ambos textos con uno de signo totalmente opuesto, de extrema derecha, a cuyo autor, para no manchar estas páginas, preferí llamar El innombrable. Son el día y la noche.

Con gente como Barrios y como estos cuatro rabinos rebeldes, lector amigo, es aún posible soñar que la liberación está al alcance de la mano.- Manuel Talens

A continuación, la carta enviada por Neturei Karta:

19 de febrero de 2008

A su Excelencia Sayyed Hassan Nasralá

Al distinguido pueblo de Líbano

Assalam Alaikum,

¡Que el Altísimo os bendiga, a vuestras familias y a todos nuestros queridos hermanos en Líbano!

Somos la voz y los mensajeros de la judeidad, del pueblo judío de todas las partes del mundo, que es fiel a la Torá del Altísimo.

Hace menos de un mes que publicamos una carta abierta a Dr. al-Zahar y al pueblo de Gaza y del resto de Palestina. En aquella carta, con la ayuda del Altísimo, expresábamos nuestro dolor, nuestra pena y nuestra frustración ante las atrocidades cometidas por el Estado de Israel (un estado absolutamente ilegítimo según la ley judía de la Torá). En ella le dábamos nuestro pésame personal al Dr. al-Zahar y lo acompañábamos en su sentimiento. Añadíamos que, en verdad, a quien deberíamos dar el pésame era a cada familia que ha sufrido una pérdida a causa de esa entidad inicua que es el Estado sionista de Israel, pero la lista de las víctimas es trágica y desoladoramente larga, lo cual nos impedía escribir y visitar personalmente a todos y a cada uno de los habitantes de Gaza y Palestina para expresarles los sentimientos de nuestros corazones y de todo nuestro ser, la pena que sentimos ante el sufrimiento de esa nación inocente a manos de una entidad que la santa Torá y nuestras autoridades rabínicas declaran, establecen y condenan como absolutamente prohibida.

Añadíamos, además, que todo el pueblo palestino, sus familiares y sus descendientes a lo largo y ancho del mundo deben escuchar y sentir nuestra empatía, nuestro apoyo, las constantes e intensas oraciones que por ellos rezamos al Altísimo. Porque, al fin y al cabo, sabemos que cada una de esas personas se ha visto profundamente afectada por el Estado sionista.

Sayyed Nasralá, Excelencia, sepa que nuestros sentimientos por el pueblo de Líbano son exactamente los mismos.

Lo hemos escuchado hablar recientemente a usted en el funeral del asesinado Imad Mughniyá y otras muchas veces con anterioridad. Por eso, sabemos que usted y su organización son profundamente conscientes de la diferencia abismal que existe entre el sionismo y el judaísmo y de que un gran número de judíos, ya sea en la Palestina ocupada o en el resto del mundo, se oponen por completo al sionismo y al Estado de Israel.

Además, invitada por Hezbolá, una delegación de nuestros rabinos se desplazó a Líbano, su magnífico país. Fuimos allí para asistir a la conferencia del sindicato internacional de parlamentarios para la defensa de la causa palestina.

El respeto y la amabilidad con que allí recibieron a nuestro grupo fueron más que ejemplares. En aquel momento, gracias al Altísimo, tuvimos la oportunidad de ver y experimentar en persona que los pueblos árabe y musulmán, a pesar de su largo sufrimiento a manos del sionismo, no han sucumbido a las influencias del mal.

Por dondequiera que fuimos encontramos amor y amistad. En cualquier parte de Líbano que visitamos, la prioridad de todas y cada una de las personas era agasajarnos. Sólo entonces, una vez que aquella buena gente estaba segura de nuestro bienestar, se nos mostró el sufrimiento que les ha causado la ocupación sionista. Para nuestra sorpresa y como muestra de su honorabilidad, nadie profirió acusación alguna contra nuestros rabinos o la nación judía.

Es obvio que los pueblos árabe y musulmán todavía recuerdan que entre nosotros no existe un conflicto religioso y que hemos vivido centenares de años juntos y en armonía. Está claro que muchos comprenden cuál es la diferencia entre sionismo y judaísmo.

Permítanos relatarle tres experiencias muy conmovedoras que tuvimos en Líbano y que dejaron una impresión indeleble en nuestros corazones.

Fuimos al antiguo centro de detención de Khiam y allí vimos las terribles torturas que los libaneses sufrieron durante años y que el mundo ignora. (Hemos oído que los sionistas destruyeron por completo este centro de detención en su reciente incursión en Líbano para borrar cualquier recuerdo de aquellas torturas.)

Visitamos los tristes confines de los campos de refugiados de Sabra y Chatila; hablamos allí con palestinos y encendimos velas en la Plaza de los Mártires, donde se perpetró la infame masacre. En estos dos lugares nuestros ojos se llenaron de lágrimas por aquellos sufrimientos innecesarios y trágicos, que aún perduran y son contrarios a cualquier lógica o derechos humanos (esos derechos que para nosotros son divinos).

Luego tuvimos la oportunidad y el privilegio de asistir a una manifestación contra el sionismo y el Estado de Israel en la Puerta de Fátima, el lugar que vincula a Líbano con el territorio ocupado por el sionismo. Por supuesto, muchos de nuestros hermanos que residen en territorio ocupado se manifiestan sin cesar contra ese Estado, y ello con un gran coste personal. Se los apalea o detiene brutalmente.

Asimismo, queremos que usted y nuestros hermanos de Líbano sepan que, tras el reciente ataque sionista contra su país, muchos judíos en todo el mundo participaron en manifestaciones a favor del pueblo libanés. Los rabinos de la comunidad religiosa judía de Canadá, Reino Unido y USA asistimos a casi todos los principales mítines para expresar allí nuestra condena más efusiva y nuestra oposición al ataque cruel y homicida contra Líbano. Esto fue aparte de las manifestaciones organizadas exclusivamente por nuestras comunidades religiosas judías en todo el mundo [1].

Excelencia, siempre humilde Sayyed Nasralá, ahora nos dirigimos a usted y le pedimos que acepte nuestras palabras y las transmita a los ciudadanos de Líbano y al pueblo palestino que vive en los campamentos de refugiados de su país, junto con el mensaje que viene a continuación.

Le reiteramos que somos la voz y los mensajeros de la verdadera judeidad, del pueblo judío en todo el mundo que es fiel a la Torá del Altísimo.

A pesar de que las barreras del lenguaje limitan la expresión de nuestros sentimientos más profundos y verdaderos, el pueblo judío le ofrece humildemente a usted, a todo Líbano, a Gaza y la totalidad de Palestina, unas breves palabras que tratan de transmitirle nuestro apoyo, nuestra pena más profunda y la simpatía que nuestro corazón siente por todos ustedes en estos tiempos trágicos y traumáticos que vivimos.

De nuevo le repetimos que lo más correcto y apropiado sería que escribiésemos y nos dirigiésemos personalmente a cada uno de los que han sido víctimas del Estado sionista de Israel. Por desgracia ¡y cuán trágico es! , la lista de las víctimas es desalentadora.

¡Ojalá estas breves y humildes palabras sean un mensaje de consuelo, amistad, lealtad y apoyo a usted, al pueblo de Líbano y al pueblo de Gaza y de toda Palestina!

Los verdaderos judíos de todo el mundo, incluidos por supuesto los de Palestina, nunca han aceptado la ideología del sionismo ni, con la ayuda del Altísimo, reconocerán nunca la realización de su herético plan, el Estado de Israel.

Nuestro único vínculo es con el Altísimo y su Torá. Nuestros sabios dicen que debemos imitar al Altísimo: Así como el Altísimo es compasivo, nosotros debemos serlo.

Nunca nos hemos vinculado y, con la ayuda del Altísimo, nunca nos vincularemos y seguiremos siendo ajenos a esa aberración satánica que es el sionismo y el Estado de Israel.

Permítanos recordarle a usted que tras la destrucción del templo, hace unos dos mil años, el Altísimo nos ordenó clara y explícitamente que nosotros, el pueblo judío, debíamos ser ciudadanos humildes y leales en cada país que residiéramos. Además, no debemos rebelarnos contra naciones, no debemos intentar acabar con nuestro exilio. Tenemos prohibido crear nuestro propio estado o entidad.

Debemos rezar, anhelar y esperar pacientemente el día en que el Altísimo revele su gloria en todo el mundo.

En ese momento, toda la humanidad irá a la Tierra Sagrada, en armonía y hermandad, para servir al Altísimo en paz y alegría.

Hace unos cien años, los sionistas empezaron a llegar a Palestina para realizar su sueño de transformar el judaísmo de una religión en un nacionalismo. Y así empezó la triste y amarga historia de la rebelión, del motín contra el Altísimo, que más tarde dio lugar al ilegítimo Estado de Israel.

Desde la creación del Estado de Israel, el pueblo palestino y, más tarde, también el pueblo libanés han sufrido de forma increíble y constante. Han sido oprimidos, apaleados, asesinados, humillados, desplazados y expulsados.

A pesar de que esta carta y la situación actual no son ni el lugar ni el momento de escarbar en nuestro sufrimiento personal a manos del régimen sionista, creemos necesario llamar la atención del pueblo árabe sobre tales cuestiones. Dicen nuestros sabios que el hecho de saber que muchas personas comparten lo que uno sufre proporciona algo de alivio. Asimismo, con esta carta queremos demostrar a todos la sinceridad de nuestra oposición frente ese cáncer que le ha crecido a la nación judía, el denominado Estado de Israel.

Por lo tanto, permítanos decirle que desde que aquellos pecadores y ateos que eran Theodore Herzl y sus adláteres alzaron sus repugnantes voces para promulgar su ideología del diablo, la herejía del sionismo, el pueblo judío también ha sufrido lo indecible, tanto física como espiritualmente.

Nuestros hermanos temerosos de Dios en toda Palestina fueron y son continuamente apaleados, asesinados, encarcelados y oprimidos desde el principio del sionismo hasta la actualidad [2]. Son y han sido siempre las víctimas de estos mismos perpetradores del mal que están oprimiendo a los pueblos palestino y libanés.

Sepa usted que nuestros verdaderos líderes, los rabinos y los sabios en Palestina, Oriente Próximo, Europa y todo el mundo, han gritado con todas sus fuerzas su total oposición al sionismo y al Estado de Israel desde que fue creado. Han reprobado y condenado todos los males que fue causando, la opresión del pueblo palestino y, en fechas más recientes, del pueblo libanés. Han condenado la opresión de los judíos religiosos y los constantes intentos del Estado de Israel por erradicar y destruir lo divino y religioso. Han mostrado incansable, valiente y públicamente, con enorme sacrificio personal, su oposición a esta rebelión contra el Altísimo.

Nuestros santos líderes han emitido incontables edictos que obligan a los judíos fieles al Altísimo y a su Torá a distanciarse y separarse de ese Estado pecaminoso e ilegítimo de Israel y de todos los males que emanan de él.

Gracias al Altísimo su mensaje ha sido escuchado por muchos judíos temerosos de Dios en todo el mundo, que lo han obedecido. Más aún, miles de ellos han apoyado a sus rabinos y muchos miles se manifiestan constantemente sin miedo, incluso hoy, en la Palestina ocupada y en el resto del mundo contra el Estado de Israel.

Todo eso está perfectamente documentado, pero no sale a la luz a causa del control informativo de los medios sionistas, que intimidan a quienes se atreven a hacerles frente o a revelar la verdad [3].

Pero, aparte de los muchos mandamientos de la Torá, que obligan a hacer el bien, y del requisito de imitar al Altísimo Así como Él es compasivo, nosotros debemos serlo , y dejando de lado las claras prohibiciones en contra del sionismo, hay otro detalle importantísimo que deseamos mencionar: somos excepcionalmente sensibles a la difícil situación de los pueblos palestino y libanés porque, hasta hace muy poco, nosotros los judíos hemos sufrido una discriminación extrema y las más trágicas calamidades en los campos de concentración de Europa. Nuestros parientes cercanos padecieron lo inenarrable y murieron allí. También sabemos y hemos vivido lo que representa ser desplazados, porque nos desarraigaron de nuestros hogares y moradas en toda Europa. Estos hechos, por supuesto, multiplican nuestra comprensión y nuestros sentimientos ante la tragedia de los palestinos y los libaneses.

Como seres humanos de limitada comprensión, nos parece hasta la fecha Dios no lo quiera que el Estado de Israel, esa entidad maligna, no cesará nunca de existir y seguirá exudando sus iniquidades sobre los pueblos inocentes y temerosos de Dios que tiene bajo su control.

Sin embargo, confortaos, hermanos nuestros de Palestina y Líbano, pues no olvidéis que hay un Dios grande y benevolente, Creador del Universo, que de verdad controla el mundo. ¡Él puede acabar con vuestro sufrimiento, y lo hará!

En la Torá está escrito que quien peca contra el Altísimo no triunfará. El Estado de Israel, según la Torá del Altísimo, debe sucumbir y sucumbirá.

Permítanos que recemos y le supliquemos que provoque muy pronto el desmantelamiento completo, rápido y pacífico de ese estado ilegítimo, y que vivamos para verlo. Con la benevolencia del Altísimo, ojalá esto ocurra sin más dolor o sufrimiento. Amén.

Le rogamos que transmita este mensaje a todos y a cada uno de sus hermanos que sufren por la opresión del sionismo y de Israel. Pero nos parece todavía más importante que transmita este mensaje a los afligidos familiares de las víctimas caídas, de los heridos y de los mutilados, y aún más, sin duda alguna, a los que languidecen en las prisiones israelíes y a los que yacen doloridos en una cama de hospital.

Transmítales nuestra solidaridad y nuestras palabras de consuelo y apoyo. Sentimos vergüenza por los actos que se cometen en nuestro nombre y se nos parte el corazón por lo que les está pasando.

Se lo imploramos, transmítales a los pueblos de Líbano y Palestina el mensaje de que somos innumerables los judíos del mundo y de Palestina que estamos de su parte, que nos oponemos por completo al sionismo y al Estado de Israel y que rechazamos cualquier responsabilidad por los actos de los sionistas. Hágale saber a su pueblo que cuando se encuentren con judíos no deben considerarlos enemigos. Todos servimos a un solo Dios.

Se lo repetimos, rezamos sin cesar, preocupados y esperanzados por todos ustedes.

¡Ojalá se nos conceda pronto y podamos ver con nuestros ojos el desmantelamiento completo, rápido y pacífico del Estado de Israel!

Que el Altísimo traiga sobre nosotros las palabras de sus profecías, cuando todos los hombres lo servirán en armonía, paz y regocijo! Amén.

Que la paz os acompañe.

Afectuosamente suyos,

Rabinos Moshe Dov Beck y Yisroel Dovid Weiss (USA, Canadá)

Rabino Meir Hirsh (Palestina)

Rabino Ahron Cohen (Reino Unido)

http://www.bitacora.com.uy/noticia_1418_1.html

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